Tres riesgos de la normativa de la UE sobre inversión sostenible

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Blue Horizon Photo, Flickr, Creative Commons

La normativa de la UE sobre inversión sostenible tiene sus riesgos. Afirmar que se trata de un proceso de aprendizaje para todos los involucrados sería quedarse cortos. Una crítica sobre el sector de la inversión es que, históricamente, no ha sido lo suficientemente claro sobre la explicación de sus procesos, sobre el etiquetado de sus productos y sobre la demostración de lo que consigue. No significa que no lo haya hecho en absoluto, o que lo haya hecho de forma incorrecta. Simplemente, que podría haber explicado mejor todo ello.

“Si existe una crítica sobre la normativa no es que sea excesiva. Para lograr los objetivos políticos, la normativa tiene que asegurar que cual haga su parte. Ahora bien, podrían mejorarse algunos aspectos de la implantación. Por ejemplo, aunque se entiende que la urgencia es importante, debemos tomarnos el tiempo necesario para poder pensar bien en todos los aspectos, especialmente en el orden de implantación”, afirma en un white paper Anastasia Petraki, directora de Análisis Político en Schroders.

A su juicio, pretender que los productos de inversión resuelvan la ecuación (divulguen los parámetros de sostenibilidad) cuando algunas partes de la ecuación no solo son desconocidas, sino que directamente no existen (la divulgación de información no financiera solo existe en el caso de las grandes empresas que cotizan en bolsa) no es lo más adecuado.

“A veces, puede parecer que todos esos cambios son demasiados. Quizás algunos son también costosos, o presentan retos. Pero el impulso regulador permite la concentración y puede, por tanto, acelerar el esfuerzo que el sector dedica a ello. Así que la gran pregunta es si funcionará. Además de posibles contratiempos imprevistos en el desarrollo y la aplicación de todos los detalles técnicos, identificamos tres riesgos que pueden obstaculizar la creación de un mercado de inversión sostenible”, apunta la experta.

Riesgo 1: Olvidar que la inversión viene antes que la inversión sostenible

El primer riesgo es confiar demasiado en la divulgación para cumplir el objetivo. La divulgación es importante para la supervisión del mercado y para evitar el greenwashing. Pero no crea de inmediato un mercado para la inversión sostenible. En los últimos años, los reguladores han reconocido que la divulgación es necesaria, pero no suficiente. “Necesitamos una comunicación eficaz con los inversores, en un idioma que comprendan y que les haga querer involucrarse”, asegura.

“Hemos aprendido que no basta con decir aquí está la información, ahora continúe usted con ella. Se espera que poder comprender la diferencia que puede suponer la inversión de su dinero impulsará los intentos para conseguir que los particulares mantengan menos activos en depósitos en efectivo e inviertan más en los mercados de capitales. Esta es la base de algunas de las ideas en torno a otra parte de la política de la UE: la Unión de los Mercados de Capitales (UMC). Ahora bien, no será suficiente con ofrecer más información”.

“La mayoría de la gente necesita soluciones a problemas de la vida real. Ahora mismo, no vemos la inversión como parte de la solución. Más bien la vemos como algo que es bueno tener tras haber solucionado prioridades más urgentes, como los gastos cotidianos y el pago de deudas. Si no conseguimos desarrollar un marco que permita crear una cultura inversora en sentido más general, habrá pocas opciones de que la inversión sostenible consiga despegar. Al menos para los pequeños inversores. Algo que, a su vez, aumenta la presión para movilizar a los inversores institucionales”, alerta Petraki.

Riesgo 2: Seguir un enfoque tan estrecho que no sirva a nadie

El segundo riesgo es que las normas reguladoras sean tan prescriptivas que el listón de la sostenibilidad esté demasiado alto para todos. O no sean lo suficientemente dinámicas como para responder a un área de estudio e investigación que cambia con rapidez. Según la experta, esto podría ocurrir de distintas formas.

Mero trámite burocrático

En primer lugar, puede ser el resultado de convertir todo este proceso en un ejercicio normativo que dé lugar a un enfoque de marcar casillas en lugar de que las instituciones financieras lo vivan realmente, reflexionen por sí mismas y entiendan lo que hay detrás de las normas formales.

En segundo lugar, podría provenir de la creación de un marco que premie a las empresas que cuenten con suficientes recursos como para divulgar políticas muy detalladas sin hacer los deberes reales de fondo sobre sostenibilidad. Esto ya se refleja en la forma en que trabajan algunas calificaciones ASG.

En tercer lugar, podría provenir del establecimiento de una cultura de cuanto mayor, mejor, en la que cuanto más alto sea un parámetro ASG, mejor percepción se tendrá de la empresa. “Esto no ayudará a quienes empiecen desde una base más baja, pero también necesiten ayuda con su transición. Después de todo, la sostenibilidad no solo tiene que ver con premiar a los mejores. También tiene que ver con ayudar a ser mejores a los que estén rezagados. O a los que tengan modelos de negocio menos adaptables al enfoque sostenible. Así se pueden mejorar los estándares en todo el tablero de juego”.

En cuarto lugar, puede provenir de canalizar la inversión sostenible hacia una categoría demasiado pequeña o una definición demasiado restrictiva. “De esta forma, se perdería la oportunidad de aprovechar las diferentes maneras en que un producto de inversión puede alcanzar la sostenibilidad. Ya hay ejemplos de ello, como el disclaimer (o cláusula de exención de responsabilidad) para los productos que no se promocionen sobre la base de una característica u objetivo ASG”.

El disclaimer incluirá el siguiente texto: Las inversiones que subyacen a este producto financiero no tienen en cuenta los criterios ASG de la UE para inversiones sostenibles desde el punto de vista del medio ambiente. Para Petraki, “esto podría resultar especialmente penalizador para productos que incluyan factores ASG pero no se promocionen con arreglo a tales criterios”.

Riesgo 3: Normas distintas para países distintos

El tercer riesgo es olvidar que la naturaleza del problema (cambio climático) es global. Este es el motivo por el que los gobiernos y organismos normativos reflexionan sobre este asunto y desarrollan sus propios marcos.

“Ahora bien, si el esfuerzo global no está coordinado o alineado, podríamos acabar con una normativa fragmentada. Esto frustraría el propósito de crear un mercado de inversión sostenible sólido y líquido. Si el diálogo entre los inversores y las empresas es importante con relación a la sostenibilidad, también lo es el diálogo entre los participantes del mercado financiero y los responsables de las políticas, así como el diálogo entre los responsable de las políticas de diferentes países y continentes”, concluye.