Nathan Gibbs, gestor del Schroder ISF Japanese Equity Alpha
Puede que no sea una casualidad que se llame Don Quijote. Esta cadena de tiendas japonesa de artículos con precios bajos ha logrado lo que parecía imposible. Hacer crecer sus beneficios en medio de un entorno de pesimismo y deflación. Incluso tras el terremoto de marzo (con datos hasta cierre de agosto), la compañía consiguió una rentabilidad en bolsa de casi un 12%. Contando doce meses hasta el final de agosto, su revalorización superó el 40%.
Se trata de una empresa mediana que ni siquiera forma parte del Topix. Y que además forma parte del sector de consumo, el más odiado en los países desarrollados y, sobre todo, según la visión de consenso, en Japón.
Esta empresa es, sin lugar a dudas, una gran desconocida para casi todos los inversores occidentales. Pero no para Nathan Gibbs, el gestor del Schroder ISF Japanese Equity Alpha, que lleva 27 años invirtiendo en Japón (más de 11 de ellos trabajando desde Tokio). Don Quijote ha sido una de sus grandes apuestas (pesa casi el 4% del total de la cartera del fondo) y ha sido el mayor contribuyente a la rentabilidad del fondo en el año. Gibbs sigue defiendo el atractivo del mercado japonés y, en particular, de muchas compañías orientadas al consumo interno. Casi puede decirse que es otro Don Quijote.
“Si el entorno mejora un poco, el impacto puede ser enorme para las compañías de consumo. Si no estuviera preocupado por una recesión global, diría que hay que comprar Japón ya”, asegura.
Su gusto por las compañías de consumo es meramente circunstancial. Gibbs no hace apuestas sectoriales, sino que se centra sólo en la selección de valores. Él y su equipo de análisis trabajan desde Tokio. Buscan empresas baratas y con un catalizador identificable que permita que el precio pueda subir en el plazo de un año. Además, destaca Gibbs, su disciplina de venta es muy estricta.
El fondo cuenta con una cartera concentrada en entre 30 y 35 posiciones. Cada una pesa al menos un 2,5% del total, pero casi nunca superan el 5% para evitar demasiada concentración en un solo valor. Tienen una exposición elevada a compañías medianas y pequeñas porque es donde encuentran más oportunidades para generar alfa. Su exposición a empresas medianas, por ejemplo, supera el 42% del total de la cartera, mientras que para el Topix es sólo del 27%.
Gibbs gestiona sin verse condicionado por su índice de referencia al construir la cartera. No hace caso del tracking error y se fija, por el contrario, en la posición activa del fondo. Considera que el terremoto de marzo distorsionará las cuentas de Japón, pero sólo momentáneamente. “A menos que haya una recesión global, no vemos peligro de deterioro de los datos macro en Japón. Antes del terremoto la tendencia estaba mejorando y el impacto del terremoto será solo de corto plazo”, afirma Gibbs.
Las compañías, asegura, tienen dinero para invertir y ve señales de que muchas de ellas pueden comenzar a hacerlo. Considera que en un año o año y medio pueden empezar a aparecer señales de inflación y espera un repunte en los movimientos corporativos. Hasta ahora sólo se ha visto recompra de filiales por parte de grandes compañías, pero cree que en el futuro podrían comenzar a darse operaciones entre empresas rivales.
Gibbs se muestra optimista sobre Japón en el corto plazo. Pero admite que es difícil realizar una predicción acertada sobre la marcha del mercado. “Japón está barato desde hace tiempo y no sé cuánto tiempo más seguirá barato, pero me siento cómodo con la cartera que tenemos. Está compuesta por activos reales adquiridos a un precio atractivo”, dice Gibbs.
Espera que las exportaciones vuelvan a aumentar y trata de no verse condicionado por la divisa. “No queremos que la cartera refleje una visión fuerte sobre la divisa. La rentabilidad no debería venir de la divisa. Buscamos compañías que puedan sobrevivir a la apreciación del yen. El impacto de la revalorización del yen es negativo, pero no tanto como los inversores creen”, apunta.