Las correlaciones entre las clases de activos se redujeron o entraron en positivo durante el desplome de los mercados. Aunque algunas tradicionales aguantaron durante la fase de pánico, su magnitud fue mucho menor que en hundimientos anteriores.
Las correlaciones entre las clases de activos se redujeron o entraron en positivo durante el desplome de los mercados porque las decisiones de inversión se tomaron bajo presión. Aunque algunas correlaciones tradicionales aguantaron durante la fase de pánico, su magnitud fue mucho menor que en hundimientos anteriores.
“Por ejemplo, mantener deuda pública de alta calidad en el marco de una cartera mixta típica 60-40 contrarrestó parte de las fuertes pérdidas que se anotaron las acciones y los bonos corporativos, pero no hasta el punto que cabría esperar. Ello se debe a que las valoraciones de la deuda pública eran elevadísimas cuando se desató la crisis. Aunque sufrió volatilidad, el yen japonés ofreció una correlación negativa frente a los activos de riesgo y con una mejor magnitud, gracias a que partía de una valoración más baja”, explican Andrew McCaffery, director global de Inversiones en Fidelity, y Henk-Jan Rikkerink, director global de Soluciones y Multiactivos.
Por su parte, las inversiones alternativas mostraron diferentes patrones de rentabilidad implícita, dependiendo de su subclase de activos. “Muchas sí exhibieron una correlación mucho más alta frente a las acciones y los bonos corporativos y con una magnitud que no se había previsto. Por ejemplo, los inmuebles han estado en la primera línea de fuego de esta crisis, algo inusual, y varios sectores inmobiliarios han sufrido dificultades con las rentas y depreciaciones de los activos por los problemas de muchas empresas para pagar los alquileres de unos inmuebles cerrados”.
A medida que los mercados se reponen, generalmente las correlaciones vuelven a disminuir. Sin embargo, aunque los activos tradicionales (como la deuda pública) siguen ofreciendo elementos de diversificación, los expertos ven improbable que esta tenga la magnitud suficiente para reducir el riesgo tanto como antes y, al mismo tiempo, satisfacer sus necesidades de rentas y rentabilidad dado que los rendimientos están en mínimos históricos. “A menos, claro está, que la Reserva Federal coloque los tipos de interés por debajo del cero. No obstante, eso podría generar dificultades de mayor calado en los mercados monetarios y las cañerías del sistema”.
En lugar de eso, creen que los inversores buscarán otros tipos de perfiles de rentabilidades descorrelacionadas. “Lo que escojan dependerá de sus objetivos últimos y horizonte temporal, y si las recompensas disponibles están en consonancia con los riesgos asumidos. Los indicadores tradicionales de riesgo nos dicen que la renta variable y los bonos high yield ofrecen rendimientos más altos que la deuda pública, pero con revalorizaciones del capital menos ciertas. Las inversiones o estrategias alternativas pueden ofrecen rentas y rentabilidades porcentuales más elevadas, pero con menor liquidez, resultados más variables y a menudo menor accesibilidad cuando no están cotizadas”, indican.
Sin embargo, la identificación de riesgos en las diferentes clases de activos en tiempos del coronavirus podría tener que ser más detallada que en el pasado, ya que los países, los sectores, las empresas y las monedas plantearán diferentes riesgos y ventajas, dependiendo de su trayectoria de recuperación y endeudamiento. “Comparar estos riesgos diferentes (y tener en cuenta los factores de sostenibilidad) puede contribuir a formar una imagen más fidedigna que el simple estudio de las desviaciones típicas”, afirman.
“En estos momentos tiene todo el sentido usar un conjunto más amplio de consideraciones relativas al riesgo. Trazar la volatilidad implícita en los movimientos de los precios de los activos y su impacto en las rentabilidades globales a lo largo del tiempo sigue siendo un ejercicio válido, pero también tenemos que preguntarnos a qué tipos de factores de riesgo están expuestas verdaderamente las carteras”, explica Andrew McCaffery, CIO global.
Otro de los riesgos a los que podrían estar expuestos los inversores son las apuestas masificadas. “Dado que los tipos están tan bajos, la tentación de perseguir el crecimiento ha sido mayor que nunca y se ha producido una concentración importante en los valores tecnológicos, sobre todo en Estados Unidos. Si se da marcha atrás a esta situación se podrían ver perjudicados muchos tipos de activos. El apoyo de los bancos centrales podría animar a los inversores a volver a sectores donde el riesgo de solvencia sigue siendo elevado”.
“Factores como el momento, el tamaño, la calidad y la infravaloración podrían impulsar patrones similares en las diferentes clases de activos, lo que socavaría la diversificación general, pero, además de gestionar estos riesgos, existen formas proactivas de jugar con las exposiciones a factores. Por ejemplo, la infravaloración se ha comportado peor que el crecimiento desde hace años y así ha seguido siendo este año. Sin embargo, si los inversores empiezan a pensar que, en algún momento cercano, el ciclo cambiará y la solvencia de muchas empresas de este perfil está garantizada, entonces se empezarán a buscar acciones infravaloradas, lo que otorgaría al sesgo de infravaloración el potencial para conseguir mejores rentabilidades ajustadas al riesgo en el futuro”, concluyen.