Las fuertes compras del metal por parte de los inversores han limitado la caída de la demanda, según los datos de World Gold Council.
La incertidumbre derivada de la extensión de la pandemia del COVID-19 dejó perdidas en los mercados de valores que llegaron alcanzar el 30% en el caso de la renta variable y de hasta el 15% en los activos de renta fija en el primer trimestre del año. Pero también hubo activos que gracias a su carácter de refugio despidieron los tres primeros meses del año con alzas. Uno de esos activos es el oro que ya consigue avanzar un 11,6% hasta niveles de 1.700 dólares la onza.
Ese alza ha estado sustentada en un aumento de la demanda pero esta demanda no ha sido en ningún caso uniforme. De hecho, según los datos que acaba de publicar el Word Gold Council, la demanda total de oro en el mundo apenas creció en el primero trimestre un 1% en términos interanuales. En el informe se analizan cuatro áreas de demanda de oro: la que proviene de la joyería, la de la tecnología, la que realizan los bancos centrales y la demanda de inversión. Y de ellas solo en una de vio un fuerte incremento durante la pandemia, eso sí, lo suficientemente importante como para compensar la caída de la demanda en las otras áreas.
Como es de suponer, ese área que sí experimentó un fuerte crecimiento fue el de la inversión y en concreto la que se realizó desde los ETF. “A medida que la escala de la pandemia -y su posible impacto económico- comenzó a surgir, los inversores buscaron activos seguros. Los ETF respaldados por oro atrajeron enormes entradas (298 toneladas), lo que llevó estos productos a un nuevo récord de 3.185 toneladas”, apuntan en el informe. En términos porcentuales supone un incremento interanual de más del 300%, suficientemente alto para compensar la fuerte caída de la demanda que se vio en el resto de áreas.
Por ejemplo, la demanda de joyería experimentó una caída internanual del 39% (325 millones de toneladas, mínimo histórico) debido a los efectos que el coronavirus tuvo en la demanda de China e India. La de tecnología también cayó a un nuevo mínimo de 73,4 toneladas, lo que implicó una caída del 8% interanual. E incluso aunque los bancos centrales sí continuaron comprando oro, las compras netas fueron de 145 toneladas, lo que implica una caída interanual del 8%.
La duda ahora está en si estas tendencias que se han visto en el primer trimestre se mantendrán o no a corto plazo. Y ahí influirá no solo la evolución de la economía- una mejora de la misma podría impulsar la demanda de usos del oro como el destinado a la joyería o la tecnología- sino también cómo interpreta el mercado esa evolución económica, clave para justificar que el oro siga cotizando al alza o a la baja. “Es probable que veamos varios parámetros llegar a niveles que nunca antes habíamos visto. Pero hacemos un intento con dos escenarios principales: una recuperación económica en forma de "v" y una recuperación económica en forma de "u””, afirman desde Wisdom Tree. El comportamiento del oro como activo de inversión en la primera de ellas sería a la baja y en el segundo caso al alza, según muestran en esta imagen.
“Si bien la demanda de inversiones debería mantenerse fuerte mientras persista la crisis, la cuestión clave para el oro sigue siendo si el entorno económico mejorará después de una recesión corta y aguda o si se deteriorará aún más, dando lugar a una depresión más duradera. Una recesión corta y aguda sigue siendo nuestro caso base, por lo que vemos un limitado repunte para el oro en el corto plazo, mientras que en el mediano y largo plazo, creemos que los precios deberían bajar gradualmente”, afirma Carsten Menke, responsable de Next Generation Research, Julius Baer.