La constante bajada de los tipos de interés que han llevado a cabo los bancos centrales los últimos años y que el COVID-19 se ha encargado de prorrogar, unido a los programas de compras de deuda, ha provocado en los últimos años una alta demanda de deuda de Gobiernos que no ha hecho otra cosa que impulsar su precio y hacer caer su rentabilidad a niveles mínimos históricos.
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