La inflación es el tema del que más se habla en las conversaciones que las gestoras mantienen con sus clientes. Las dos mayores subidas mensuales del IPC en Estados Unidos en casi 40 años suponen un riesgo frente al que hay que estar preparado.
Tal y como indica Álvaro Cabeza, responsable de UBS AM para Iberia, la perspectiva de la inflación es importante porque puede separar a los ganadores relativos de los perdedores dentro de las diferentes clases de activos, provocar un endurecimiento por parte de los bancos centrales que socave el crecimiento económico y las valoraciones de la renta variable y amenazar la correlación negativa entre acciones y bonos que sustenta las estructuras tradicionales de las carteras.
Tal y como muestra el gráfico de la Guía de Mercados de J.P.Morgan AM, se mire hacia donde se mire, la inflación ha aumentado en prácticamente todas las regiones del planeta. Pero... ¿estamos ante un repunte temporal o estructural de la inflación? Ese es el quid de la cuestión porque, dependiendo de cuál sea la respuesta, las carteras deben posicionarse de una u otra manera. Hay razones para pensar que la inflación está en los inicios de un repunte que la situará en un futuro no muy lejano en niveles más elevados. Pero también hay motivos para creer lo contrario.
La inflación en el mundo: evolución y expectativas
Los que defienden que el repunte es temporal
Es cierto que las perspectivas de inflación a corto plazo siguen sugiriendo un repunte temporal, que refleja un ajuste al alza de los niveles de precios a medida que la economía mundial se recupera de los efectos de la pandemia. Pero queda por ver si el IPC volverá a la tendencia una vez que los efectos de base estadística empiezan a disminuir en la segunda mitad del año. Muchos pronósticos en Wall Street, en la Reserva Federal y en la Casa Blanca esperan que lo haga.
Cabe recordar que, el pasado mes de abril, la Casa Blanca dio el inusual paso de publicar un artículo en su blog en el que intentaba calmar la aprensión del público ante las próximas publicaciones del IPC. “Espera que la inflación aumente en los próximos meses -debido a influencias transitorias como los efectos de base estadística, las interrupciones de la cadena de suministro y la demanda reprimida- antes de desaparecer”, recuerdan desde PIMCO.
Las razones
Desde la gestora insisten en su convicción de la que los actuales repuntes de la inflación son transitorios. “Esperamos que los principales bancos centrales de los mercados desarrollados comiencen a subir los tipos en 2023. Aunque la inflación ha sorprendido al alza y ha despertado algunos temores, mantenemos que el mundo está asistiendo a un repunte transitorio, impulsado por efectos de base interanuales, cuellos de botella en la oferta y escasez temporal, que también debería moderarse en 2022”, afirman.
Jeroen Blokland, fundador y director de Análisis en True Insights, también es de los que piensa que el repunte de la inflación americana es transitorio. “La inflación subyacente de EE.UU. alcanzó el 4,5% en junio, muy por encima de las expectativas y el nivel más alto desde 1991. Sin embargo, los rendimientos de los bonos apenas se movieron, con la TIR del bono del Tesoro estadounidense a 10 años estancado en torno al 1,40%. Una clara señal de que la narrativa de que la inflación es transitoria prevalece. Al menos por ahora”, destaca.
Se apoya en un gráfico para explicar por qué esto es así. Muestra que la variación anualizada a tres meses del IPC de la Fed de Atlanta -una cesta ponderada de artículos que cambian de precio con relativa lentitud- cayó en junio. Después de alcanzar el 5,7% en mayo, en junio se situó en el 2,9%. Por el contrario, el IPC flexible, que contiene artículos que pueden cambiar rápidamente de precio, subió un 56%, sin precedentes en base anualizada. “Esta es una narrativa transitoria”, defiende.
Lo que ha pasado con el COVID-19
Además, los factores deflacionistas (como la tecnología, la demografía y la globalización) siguen presentes. Y todo lo que hemos vivido con el cierre y la posterior reapertura de las economías es algo muy puntual. En este sentido, es evidente que la crisis del COVID-19 ha provocado una rápida contracción de la demanda en el periodo del confinamiento, seguida de una fuerte recuperación tras la desescalada. Así, dado que la demanda se ha recuperado con rapidez, la oferta estaría teniendo dificultades temporales para seguir el ritmo y los precios habrían subido, también de manera temporal.
“Los efectos se habrían visto exacerbados por el bloqueo del canal de Suez, la falta de capacidad de transporte aéreo en bodega, las bajas existencias e incluso el tiempo que ha hecho en Texas. Si uno piensa que la inflación es solo transitoria, la lógica dice que no incidirá en las tasas de descuento y, por tanto, los activos de duración no están en riesgo y los activos de duración corta vinculados a la ciclicidad continúan siendo trampas de valor…”, argumenta Oliver Collin, gestor en Invesco.
Los que defienden que el repunte es estructural
No podemos descartar la gran influencia que han tenido los efectos de base en las recientes cifras de inflación. Los importantes saltos en tasa interanual reflejan en parte los bajos niveles de precios durante el periodo en que las restricciones del COVID-19 eran más severas. En consecuencia, esos efectos de base fueron más evidentes en los sectores gravemente afectados por la pandemia. Para Mark Holman, CEO de TwentyFour AM (boutique de Vontobel AM), esto puede apuntar a una inflación transitoria que podría normalizarse a medida que disminuyan las dificultades de la reapertura de las economías.
Desde su punto de vista, el riesgo potenciales presiones inflacionistas más duraderas no está totalmente excluido. “Para ser claros, no estamos prediciendo un nuevo cambio de régimen: las presiones desinflacionistas que caracterizaron a la economía mundial antes de la pandemia no han cambiado, pero hay una serie de razones por las que creemos que veremos una inflación más alta de lo que la FED parece esperar actualmente”, afirma. Pero… ¿cuáles son esas razones?
Las razones
En primer lugar, el experto confiesa que parece una ingenuidad no esperar cierta pérdida de eficiencia económica después de haber cerrado el mundo durante un año y reabrirlo rápidamente. El mercado laboral estadounidense ya está mostrando signos de la aparición de estos costes de fricción.
Según un documento publicado por el Banco de la Reserva Federal de Atlanta en junio, los salarios de las nuevas contrataciones en puestos de trabajo con salarios relativamente bajos aumentaron un 7,7% más de lo previsto durante el primer trimestre. En este sentido, muchos analistas sugieren que la rápida reapertura y los generosos subsidios de desempleo están forzando a las empresas a subir los salarios.
En segundo término, la escasez de suministros clave, como los semiconductores, y el aumento de los precios de las materias primas también apuntan a la dificultad de reanudar las cadenas de suministro mundiales cuando las economías no se están reactivando todas al mismo ritmo. “Si combinamos esto con un sistema bancario mundial que, a diferencia del periodo posterior a la crisis financiera, parece estar bien capitalizado y dispuesto a conceder créditos, creemos que hay suficientes razones para anticipar que la inflación será más persistente de lo que indica la postura de la FED”.
Chris Iggo, director de Inversiones Core en AXA Investment Managers también es de los que opina que las subidas que hemos visto en el índice de precios es estructural. Y advierte: “la inflación es más alta y parece que se trata de algo más que temporal. Los inversores deben comenzar a prepararse para tipos de interés más altos”. Sin embargo, el experto asegura que será una “transición lenta” y sugiere “que no cunda el pánico”, ya que “el cronograma muestra, al menos, otro año de tipos de interés sin cambios”, concluye.