Un 2022 decepcionante y un 2023 que solo añadió más incertidumbre al contexto de mercado ha dejado tocado los flujos hacia la renta variable. Pero descuidar una parte importante del pastel tiene su precio, defienden Miguel Luzárraga (AllianceBernstein) y María García (Edmond de Rothschild).
El VI Estudio Banca Privada de FundsPeople nos deja con un dato muy revelador sobre cómo se están moviendo las carteras de banca privada en el último año. En 2022 la renta variable representaba de media un 42% de la cartera para un perfil moderado. En 2023 esa cifra ha caído bastante, hasta el 29%, según el estudio presentado en la II Edición del FundsPeople Meeting Point Madrid 2024: El Día de los Banqueros y Agentes de Banca Privada. Es decir, la bolsa está cediendo terreno en las carteras a favor de otras clases de activos como la renta fija, pero también los multiactivos y los alternativos líquidos e ilíquidos.
Y hasta cierto punto Miguel Luzárraga, Country Manager para Iberia de AllianceBernstein, entiende al inversor. “No hay que olvidar que en 2023 veníamos de un 2022 nefasto, que a principios del año pasado seguíamos con unos niveles de inflación desbocados. Y lo que es casi más importante, que ahora hay alternativas; que la liquidez vuelve a pagar”, apunta. Dicho lo anterior, Luzárraga cree que descuidar la renta variable en este entorno significa arriesgarse a perder una parte importante del pastel. “Hay que pensar en términos de rentabilidad real para darnos cuenta de lo que se está dejando de ganar por quedarse fuera de la renta variable”, insiste Luzárraga. “La bolsa es el único activo que a largo plazo ha batido consistentemente a la inflación”.
Y María García, Head of Sales de Edmond de Rothschild AM, coincide con la conclusión de Luzárraga: “Toda cartera bien construida tiene que tener renta variable”. De manera muy selectiva porque en un entorno aún incierto “no todo vale”, pero la responsable de Ventas defiende el potencial de la bolsa en el momento actual. En un contexto donde el escenario más probable es de un soft landing y bajadas de tipos en la segunda mitad de año, los motivos que respaldan la renta variable son muchos, en opinión de García.
Mismamente desde el punto de las valoraciones. “La valoración media en enero de 2024 sigue por debajo de los niveles de enero de 2022. Aún queda recorrido”, defiende García. Y Luzárraga sumaría a los precios interesantes el crecimiento del beneficio por acción que está previsto para 2024.
Denominador común: la calidad y gestión activa
No es que García y Luzárraga vean todo el camino despejado para 2024 sino que defienden el papel de la renta variable a través de un enfoque de gestión activa. “Los índices te obligan a comprar lo bueno, lo malo y lo regular. La gestión activa permite quitar de cartera los riesgos innecesarios”, defiende García.
Ambos coinciden en un componente clave para el ejercicio en el que nos adentramos: la calidad. “Flujos de caja positivos y sostenibles en el tiempo”, destaca García. Y añade: no todo vale a cualquier precio. Y dónde encuentra esa calidad a precios interesantes. Pues cita tres áreas: el sector sanitario, el industrial (para jugar el impacto de la deslocalización de la producción) y el big data, el oro del siglo XXI. Luzárraga también destaca el sector salud, siguiendo en la línea de una preferencia por la calidad. “El sanitario es especial porque si bien tiene características defensivas también engloba compañías con características agresivas en el sentido de que son capaces de estar presentes en las subidas”, aporta.
Dos ideas de inversión para 2024