¿De dónde podría surgir la próxima crisis?

kelvin-zyteng-764531-unsplash
Kelvin Zyteng on Unsplash

La crisis financiera de 2008 tuvo su origen en una sobreabundancia de ahorro que se acumuló a medida que los mercados emergentes, notablemente China, amasaron un exceso por la inversión. Gran parte terminó en el sistema bancario de los mercados desarrollados, particularmente Reino Unido y Estados Unidos, donde fluyó hacia la economía vía una explosión de préstamos sub-prime

Captura_de_pantalla_2018-09-14_a_las_14

Ahora bien, el superávit en los emergentes ha desaparecido mientras los desarrollados han entrado en superávit. Diez años después, los desequilibrios en la economía global son considerablemente menores, defiende Keith Wade, economista jefe de Schroders, pero resaltaría tres zonas potenciales de estrés futuro. 

1- Los mercados emergentes son más vulnerables

El déficit en los mercados emergentes en su conjunto está lejos del nivel en el que se movían los desarrollados antes de la crisis e incluso hay países con superávit. Sin embargo, en comparación con el pasado, la región es más dependiente del capital externo.

Empujado por China, los mercados emergentes podrían entrar en déficit. La demanda de Estados Unidos de reducir en 200.000 millones de dólares su déficit bilateral con China podría poner bajo presión el superávit actual en los bienes. Y, por otro lado, el déficit invisible (en los servicios) se podría acentuar con el aumento de los viajes de chinos al extranjero.

2- El déficit por cuenta corriente de EE.UU. persiste

El déficit por cuenta corriente de Estados Unidos se ha reducido significativamente en la última década. “Sin embargo, la expansión de la política fiscal bajo Trump y el incremento consecuente del déficit presupuestarios probablemente engrose aún más el déficit”, opina Wade. 

Si bien la economía americana es robusta y los tipos de interés han estado subiendo por delante del resto de mundo, ha habido pocos impedimentos para financiar este desequilibrio, tal y como se aprecia en la fortaleza del dólar. “Sin embargo, a medida que la política monetaria se normalice en demás zonas, los activos estadounidenses perderán atractivo y la financiación no será tan favorable”, defiende el experto. Esto podría en última instancia forzar una reducción de la política fiscal y un periodo de crecimiento más débil en Estados Unidos.

3- ¿La inevitable apreciación del euro?

El mayor desequilibrio a día de hoy está entre el euro y el resto del mundo”, sentencia Wade. Un desequilibrio sostenido por las políticas ultralaxas del Banco Central Europeo, que está empujando a los inversores fuera del euro y hacia otras divisas en busca de rentabilidad. 

Un euro débil ha sido una gran herramienta para combatir la inflación. Sin embargo, el presión para su apreciación siempre ha estado ahí dado el importante superávit de la región. Mientras el BCE ha tenido éxito alejando un fuerte repunte, la divisa europea inevitablemente se fortalecerá. Y ello conllevará un reto significativo para la zona euro, donde aún se lucha por generar una inflación sostenible en el 2% y con dificultades para crecer en ciertas partes de la periferia.

A nivel global, los desequilibrios se han reducido. Especialmente importante es el fin de la dependencia del la economía mundial del reciclaje del superávit de China hacia Estados Unidos.

El otro lado de la moneda es que los mercados emergentes ahora son más vulnerables a unas condiciones de financiación más restrictivas. Asimismo, la zona euro tiene por delante un gran reto en tanto en cuanto se ha convertido en la “nueva China” por su superávit por cuenta corriente.

Por ello, pensando acerca de la nueva crisis, Wade miraría hacia Europa, que combina actualmente un superávit con una divisa débil y sólo a través de una política monetaria acomodaticia. “En un mundo perfecto la recuperación de la zona euro vendría acompañada de tipos más altos y una moneda estado, pero en la práctica el reto es mayor a medida que el BCE intenta deshacer sus políticas sin una apreciación significativa del euro y el riesgo de desviar la actividad de la región”. 

Es un peligro que, como ya ha vivido Japón, podría perseguir a Europa durante un periodo indefinido de tiempo.