Diez años de la crisis: estas son las seis grandes transformaciones que ha experimentado la economía mundial

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Slava Bowman, Unsplash

Este año se celebra una infausta efeméride, la quiebra de Lehman Brothers. El aniversario coincide con la visión cada vez más extendida entre el consenso de mercado de que las principales economías del mundo están alcanzando el final de ciclo, pero sin observarse los excesos típicos de otros finales de ciclo. En estos diez años se han producido seis cambios fundamentales en el funcionamiento de la economía global que los inversores deberían tener en cuenta para sus previsiones. Los detalla Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum (Natixis IM). 

1. El comercio mundial ya no crece al mismo ritmo

Waechter recuerda que, antes de 2008, el comercio mundial solía crecer a un volumen de alrededor del 6,8% al año, creando por tanto “una fuerte fuente de momento para cada economía e impulsando el crecimiento económico, con una dinámica virtuosa en general entre comercio y actividad económica”. Sin embargo, 2011 marcó un punto de inflexión para la tendencia, al caer desde entonces la tasa de crecimiento a alrededor del 2,3% como consecuencia principalmente de la aplicación de políticas de austeridad en Europa.

El economista concluye que el comercio ya no es una fuente de momento tan relevante, y que el cambio ha sido especialmente significativo para Europa; tradicionalmente, el continente se ha recuperado con un periodo de retraso respecto al resto del mundo, especialmente de EE.UU.  

A la mayor debilidad de la tendencia añade el experto que hoy el ritmo de crecimiento mundial es inferior al del pasado. Además, se han transformado las propias dinámicas internas del comercio mundial: “Los países desarrollados hacen una contribución menos significativa, porque muestran un momento industrial más débil y esta configuración significa que se necesitan nuevas fuentes para desencadenar una renovación en el momento de la actividad económica”.  

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2. El equilibrio mundial ya no es el mismo

Al hilo de esta última observación, Waechter constata que la caída de la contribución de los países desarrollados al crecimiento mundial vía actividad industrial ha sido compensada con un mayor protagonismo de Asia. Como se observa en el gráfico adjunto, la producción mundial avanzó un 21% entre 2008 y finales de 2017, pero la aportación a las ganancias fue de un 3% para EE.UU. frente al 93% de Asia sin Japón.

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3. La productividad se ha ralentizado

La recuperación económica no se ha producido a costa de una mejora significativa de la productividad. Esto se debe a que “las economías occidentales ya no son capaces de generar el superávit requerido para sostener unos ingresos más elevados y financiar el sistema de seguridad social”, afirma Waechter. Éste añade que, ahora, “es mucho más difícil dar pasos significativos hacia adelante en el progreso social”, y pone como ejemplo el problema de la sostenibilidad de las pensiones.

Según el economista, hay dos factores detrás de la caída de la productividad: la crisis financiera, y el incremento temporal de la productividad presenciado a finales de la década de 1990. “Estos fenómenos se combinan también con la reseñable transformación que ha desencadenado la digitalización de la economía, que lleva a efectuar ajustes extensivos y ajustes en los costes”, añade.

Waechter explica que el desafío ahora es ser capaces de poder determinar cómo el impacto de la innovación será capaz de contrarrestar en el largo plazo los otros dos factores, en un contexto en el que la digitalización ha contribuido a generar grandes diferencias entre países, sectores y compañías.

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4. Pérdida de negociación salarial

El economista constata que la capacidad de ofrecer valor añadido ha pasado de ser una ventaja para el empleado a jugar en favor del empleador, esto explicaría el descenso de los sueldos en la mayoría de países desarrollados. “También refleja y demuestra la menor capacidad de negociación salarial de los empleados, y explica en parte la falta de inflación salarial. Esta situación se ve amplificada por la menor participación de los sindicatos”, añade.

Waecther pone como ejemplo de esta situación la evolución de los salarios en EE.UU, donde se ha observado el incremento de bonus en detrimento del crecimiento salarial, como una herramienta para reducir la base de costes empresarial. En esta línea, afirma que “la incapacidad para impulsar los salarios cuando el desempleo está cayendo rápidamente es un nuevo modelo de ajuste que no implica la implementación de restricciones rápidas y fuertes en el ciclo para regularlo y evitar desequilibrios permanentes”. Esta observación lleva a Waechter a aseverar que “la política monetaria ahora también puede ser acomodaticia en el largo plazo”.

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5. La deuda de las familias sigue alta

Cabe recordar que la crisis financiera global fue una crisis de deuda en toda regla: endeudamiento de las compañías, y endeudamiento de las familias, especialmente a través de la concesión de hipotecas. El economista afirma que este tipo de endeudamiento realmente no se ha reducido en Europa en la última década. Pone como ejemplo datos publicados por el Banco de Francia: si cuando se creo la eurozona la ratio de endeudamiento de las familias era del 73%, en 2010 suponía el 97,8% y, en el tercer trimestre de 2017, la cifra solo había caído hasta el 93%.

Waechter aclara que sería difícil esperar un apalancamiento mayor en el futuro, como sucedió durante la primera parte de la década de los 2000: como la productividad sigue baja, no se espera un incremento de la renta disponible. “Esta tendencia podría llevar potencialmente a un escenario de estanflación secular”, afirma.

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6. El equilibrio político mundial ya no es cooperativo por naturaleza 

En este punto, el economista se limita a comentar el cambio de fuerzas provocado por la suma de todo lo expuesto anteriormente: “Las personas con rentas menores en países desarrollados se sentían como trabajadores de países emergentes”. La caída de la productividad y del poder adquisitivo ha generado un descontento en la población que, en las urnas, se ha traducido en eventos como el Brexit o la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

“EE.UU. se ha vuelto impredecible y se está separando gradualmente de Europa, mientras que Reino Unido está persiguiendo un sueño”, afirma Waechter. Éste añade que, paralelamente, China se ha embarcado en su proyecto “One Belt, One Road” (una Ruta de la Seda moderna) para “crear un marco comercial y de redes para servir a sus propios intereses”. En medio de este contexto, el economista sentencia que “es vital que la situación prepare el escenario para que la zona euro y Europa recuperen más influencia en el nuevo orden político”.