La primera es plantearle al cliente la posibilidad de mantener en activos líquidos el equivalente a uno o dos años de sus gastos diarios. La segunda, tener en cuenta los objetivos del cliente, no solo la clase de activo o el estilo de inversión.
Si algo nos han enseñado las finanzas conductuales es que no hay que intentar predecir el comportamiento de los mercados. El ser humano está provisto de un instinto natural que le empuja a querer realizar ajustes en su cartera de inversión según lo que cree que va a pasar. Este impulso no se limita a los periodos de caída de los precios, sino que también actúa cuando los precios de las acciones están subiendo. Algunos inversores se inclinan por reducir la exposición a la renta variable tras una caída del mercado, mientras que otros son reacios a mantener sus inversiones en bolsa durante un mercado alcista ante la posibilidad de que se produzca una corrección.
Antes de los recientes episodios de debilidad que han registrado los mercados, uno de los elementos más llamativos de la actual tendencia alcista era su acusada estabilidad. El mercado alcista dura ya nueve años y ha estado marcado por un nivel extremadamente bajo de volatilidad y muy pocos episodios de ventas generalizadas. Estamos ante una subida histórica: el índice Standard & Poor’s 500 ha registrado una rentabilidad total positiva durante los últimos quince meses, algo que, según los índices S&P Dow Jones, solo había ocurrido en 1960. No obstante, la historia nos ha demostrado que incluso los periodos alcistas más potentes acaban dando paso a un periodo de presión de ventas, ya se trate de correcciones temporales o de verdaderas fases bajistas del mercado.
Resulta difícil predecir cuándo se trata de una corrección, o cuándo esta puede acabar convirtiéndose en un mercado bajista en todo el sentido de la palabra. En cualquier caso, la cuestión es cómo se debe preparar al cliente para una corrección del mercado. Los 22 años de experiencia en la industria que tiene Michelle Black, gestora de carteras en Capital Group, le dicen que existen dos maneras:
La primera opción pasa por plantearle al cliente la posibilidad de mantener en activos líquidos el equivalente a uno o dos años de sus gastos diarios. “Aunque estamos hablando de una cantidad considerablemente superior al fondo de emergencia en efectivo típico de entre tres y seis meses que suelen recomendar los cursos básicos de planificación financiera, este enfoque no solo ofrece la liquidez necesaria para cubrir las obligaciones a corto plazo, sino que también proporciona a los inversores la fortaleza emocional que necesitan para hacer frente a la volatilidad inherente de sus inversiones a largo plazo”, afirma.
De acuerdo con la experta, esta estrategia puede resultar especialmente útil para aquellos clientes que viven de sus inversiones y que necesitan retirar efectivo de forma regular. “Desde 1926, los retrocesos del mercado superiores al 10% han tardado de media unos 21 meses en recuperar el nivel máximo previo, por lo que nos parece razonable reservar esta cantidad. Este enfoque puede evitar que los clientes tomen decisiones precipitadas en lo que respecta a su asignación estratégica de activos en periodos de aumento de la volatilidad”, señala.
La segunda opción sería tener en cuenta los objetivos del cliente, no solo la clase de activo o el estilo de inversión. “Junto a la elección de las posiciones de la cartera, objetivos tales como la revalorización del capital, la generación de rentas, la preservación del capital o una combinación de todos ellos ofrecen un margen de tolerancia razonable en lo que respecta a las clases de activo en las que se quiere invertir, lo que proporciona a los gestores un cierto grado de flexibilidad. Todo ello impulsa una parte importante de la experiencia del cliente, y los resultados resultan particularmente significativos en los periodos de corrección de los mercados”.
La pregunta es… ¿las carteras de los clientes incluyen una combinación adecuada de objetivos de inversión? “Para aquellos clientes que se muestran especialmente sensibles a las caídas del mercado de renta variable, hay que pensar en una estrategia de crecimiento y generación de rentas, que suele mostrar una menor volatilidad y una menor rentabilidad en periodos bajistas que las estrategias basadas en la revalorización del capital”, indica Black. La gestora de Capital Group reconoce que nada de esto puede proteger a los clientes de una caída brusca o repentina. “Siempre pueden producirse algunas circunstancias de carácter geopolítico o errores políticos que pueden provocar retrocesos del mercado”, subraya.
En su opinión, la mejor estrategia consiste en establecer una estructura sensata basada en el horizonte temporal de cada cliente, en su nivel de tolerancia al riesgo, su capacidad de riesgo y sus objetivos financieros personales. “Un enfoque así ayuda a los clientes a no apartarse de sus objetivos de inversión durante los inevitables vaivenes del mercado. Las fases alcistas del mercado han sido más frecuentes que las bajistas. Una cartera bien diversificada puede ayudar a los clientes a hacer frente a las fluctuaciones del mercado”, concluye. Lo difícil es convencer al cliente de que aguante si las cosas se ponen feas y aparecen los números rojos. Al final, si la cartera está bien construida la mejor estrategia suele ser la de tener paciencia.