El economista Mohamed El-Erian divide a los países de Oriente Medio en tres tipos según su grado de desarrollo e identifica cuáles son claves para el destino de la región.
Dentro de la serie de artículos publicados en el blog Project Syndicate y englobados bajo el epígrafe “El colapso de Oriente Medio”, el economista y ex número 2 de PIMCO Mohamed El-Erian ha escrito una entrada en la que analiza las distintas velocidades a las que se mueve el mundo árabe y las implicaciones para el desarrollo económico de los distintos conflictos que se están desarrollando en Oriente Medio, región a la que el experto ha viajado recientemente. En particular, distingue tres pautas diferenciadas.
La primera es la que siguen países como Irak, Libia y Siria, de los que indica que “están luchando por evitar la terrible trampa de convertirse en estados fallidos”. Entre los problemas que afrontan el economista destaca cuatro: violencia, fragmentación política, desintegración social e implosión económica. Además, advierte de que el clima de fuerte inestabilidad está incrementando el desplazamiento de la población desde zonas de conflicto, lo que en su opinión “pondrá una presión significativa sobre los países adyacentes, particularmente sobre Jordania y Líbano”. Por todo ello, su postura con respecto a los conflictos que están viviendo –el avance de los yihadistas en Irak, la guerra en Siria y la violencia en la Libia post Gadafi- no es optimista: “Todos ellos comparten la desafortunada probabilidad de que su situación empeore antes de mejorar”.
El segundo grupo de países identificados por El-Erian son los que han ido afianzando sus economías. “Ayudados por los elevados ingresos del petróleo, países como Emiratos Árabes Unidos están saliendo adelante con programas multifacéticos para diversificar sus motores de crecimiento, reforzar más su capital físico y humano y dejar a un lado fuentes financieras todavía más sustanciales para las generaciones futuras”, resume. Si con el anterior grupo de países se muestra pesimista, con esta segunda categoría no esconde su entusiasmo: “Este grupo de países está registrando un logro tras otro, muchos de los cuales los observadores externos habrían calificado de elusivos, que no irrealistas, hasta hace poco tiempo”, afirma.
El-Erian considera que este tipo de naciones están “construyendo un momento de mayor desarrollo”, por lo que espera nuevos progresos en el futuro. Asimismo, cree que los efectos positivos de sus avances en materia de desarrollo traspasarán sus fronteras, beneficiando a los países vecinos: “Como grandes importadores de mano de obra regional, su éxito resulta en mayores remesas para las economías no productoras de petróleo. Y, como grandes inversores regionales, sus logros están alimentando mayores flujos de capital, así como sustanciales ayudas bilaterales”, concluye.
El-Erian considera que estos caminos opuestos entre ambos tipos de países “está bien establecido y es improbable que cambie mucho en el corto plazo”, más bien considera que se acentuarán las diferencias entre unos y otros. El tercer grupo de países que identifica en su análisis es el que se encuentra entre uno y otro extremo, y considera que son los que presentan un futuro más incierto. Entre ellos se encuentran naciones como Argelia, Marruecos, Túnez o Egipto, que considera el ejemplo más ilustrativo.
El caso egipcio
El-Erian, que pasó su infancia en El Cairo, recuerda la difícil combinación de factores que afronta el país: lento crecimiento económico, alto desempleo, desequilibrios fiscales, inestabilidad política y debilidad de las instituciones y servicios sociales insuficientes, problemas agravados por el rápido crecimiento de la población y de la pobreza. Constata que los motores económicos del país – especialmente el turismo- funcionan a medio gas tras el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak, aunque señala que el sistema llevaba décadas presentando anomalías que entorpecían el desarrollo económico de Egipto.
“Después de tantos años de frustrante comportamiento por debajo de la media, hay reconocimiento en El Cairo de lo que se necesita para darle la vuelta a las cosas, concretamente una combinación de visión, liderazgo, compromiso y un entorno más propicio. A pesar de los desacuerdos políticos, se han realizado progresos en el diseño de un programa de reformas económicas que pueda dar rienda suelta a las tremendas capacidades del país”, escribe El-Erian en su columna. Para él, Egipto es un caso emblemático de la situación que están atravesando otros países de la zona, marcados por la necesidad de emprender reformas que abarquen los ámbitos económico, financiero, institucional, político y social, para avanzar hacia un grado de “mayor democratización, justicia social y respeto por los derechos humanos”.
El economista estima que este tercer grupo de naciones juega un papel decisivo: sus poblaciones se encuentran entre las más numerosas del mundo árabe, por lo que cree que estos países “pueden jugar un rol importante en afianzar la estabilidad regional”, además de que son “puertas de entrada hacia Europa, África y Asia”. “El camino que tome finalmente este grupo de países influenciará las previsiones para el conjunto de la región”, concluye.