El Banco de Japón no decepciona

El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, no ha decepcionado en las medidas de estímulo que implementará para conseguir situar la inflación en el 2%. Con las decisiones tomadas, intentará salvar a la economía japonesa de la atonía y la deflación en que se encuentra desde el estallido de sus diferentes burbujas en los años noventa.

Dichas medidas se sustancian en la compra anual de bonos del gobierno japonés por valor de 50 trillones de yenes, lo que supone cuasi doblar la compra de este tipo de activos por parte del instituto emisor nipón. Ese incremento se sitúa por encima del aumento anual que se preveía de 15-20 trillones.

Otro aspecto positivo es que el Banco de Japón comprará bonos gubernamentales japoneses a mayores vencimientos y por encima de 3 años.

Las reacciones ante la magnitud de tal medida no han podido ser mejores. Los índices de la bolsa tokiota han cerrado en máximos intradiarios, recuperándose de las pérdidas con que abrían la sesión del 1,4% del Nikkei 225 y del 1,1% en el caso del Topix.

El objetivo primordial –además de contribuir a conseguir el referido nivel de inflación del 2%- es debilitar al yen (¥), para de esta forma, incrementar las exportaciones de las empresas del país del sol naciente. Tras el anuncio de las medidas el Yen se ha depreciado frente al resto de monedas, y fundamentalmente, frente al dólar estadounidense ($) y el euro (€).

Esta acción podría desencadenar un recrudecimiento de la guerra de divisas. De acuerdo con el destino de las exportaciones japonesas, la depreciación del yen será más importante para sus socios comerciales asiáticos. Schroeders emitía un informe –tal y como recogió Funds People- en el que señalaba que para conseguir el objetivo inflacionario del 2%, Japón necesita yen se deprecie un 10% adicional frente al dólar estadounidense, situándose en niveles de 110-120 yenes por cada dólar. Actualmente cotiza en torno a 95 yenes por dólar.

La medida tomada por el Banco de Japón se enmarca dentro de la estrategia diseñada por el primer ministro Shinzo Abe para conseguir una recuperación económica creíble. Para que esto sea factible se debe superar la trampa de la liquidez en que se encuentra Japón desde hace casi veinte años.

Esta estrategia no está exenta de riesgos. La semana pasada el propio gobernador del banco central, Kuroda, advertía del nivel insostenible de la deuda pública japonesa. El actual gobierno nipón está utilizando las medidas de política fiscal expansiva como uno de los ejes –junto con la política de depreciación del yen- para ejecutar su estrategia de recuperación económica. Los problemas que se bosquejan de esto son, por un lado, el incremento de la deuda pública –que ya está situada por encima del 200% sobre PIB japonés-, y por otro, que se puede producir un aumento del coste de la deuda pública nipona por encima de la inflación que se logre, perjudicando de ese modo a la economía. Un daño adicional aparejado a la depreciación del yen podría ser la salida de capitales foráneos, procedentes de inversiones realizadas años atrás.

Sin embargo, es muy loable que el gobierno japonés del PLD intente cambiar la dinámica de Japón, introduciendo nuevas medidas –hasta ahora no exploradas- para solucionar los retos planteados. La combinación de creciente nivel de deuda, población envejecida y estallido de burbujas de activos no sólo es propia del país asiático, y debería servir para que los políticos de otros países –incluidos los de España- redoblaran sus esfuerzos por encontrar soluciones eficaces a esas mismas situaciones adversas. De esta forma aseguraríamos nuestro futuro económico  y garantizaríamos que ese mix de problemas comunes no alcanzara el nivel observado en Japón. Tengamos confianza en Japón y en que la voluntad de sus gobernantes se plasme en el logro de su despertar económico.