El legado económico de Nelson Mandela

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Debris 2008, Flickr, Creative Commons

“El legado social y político es claro e impresionante, y ha sido muy debatido en la prensa en los últimos días, pero su legado económico ha recibido menos atención”. Así empieza el último informe Economist Insights, un monográfico sobre el legado económico que ha dejado Nelson Mandela a Sudáfrica, elaborado por Joshua McCallum y Gianluca Moretti, economistas de UBS Global AM

Los expertos consideran que está todo interconectado: “El final del apartheid marcó un cambio fundamental en el funcionamiento de la economía sudafricana”. McCallum y Moretti van más allá al afirmar que “cualquiera que dude de que el final del apartheid fuera un éxito económico, sólo tiene que revisar el PIB real per cápita”, que después de 1994 revirtió su anterior tendencia a la baja. “El final de las sanciones y la suspensión de la desobediencia civil anti-apartheid puede haber contribuido en parte, pero es probable que la igualdad haya sido la clave. Con su destino económico en sus propias manos, la mayoría de color pudo ver los beneficios de empezar un negocio”, explican los economistas. 

Uno de los principales activos de la Sudáfrica de la actualidad es su perfil demográfico: más de la mitad de sudafricanos son menores de 25 años, aunque los responsables de UBS Global AM matizan que este dato esconde grandes diferencias entre los diferentes grupos étnicos presentes en el país. Así, mientras que la población blanca e india está cayendo debido a la menor tasa de natalidad, el sector de la población de menores de 25 años con  mayor peso – el 88%- es el de sudafricanos negros y mulatos. 

“Esta sobresaliente demografía presenta tanto oportunidades como desafíos”, afirman McCallum y Moretti. Por un lado, “una creciente fuerza laboral crea potencial de crecimiento y debería facilitar la financiación del gasto gubernamental”. Pero, por otro lado, “será un desafío asegurar que hay infraestructuras suficientes y gobernanza apropiada para absorber a toda esta gente dentro del mercado laboral”. En cualquier caso, los economistas juzgan que “las posibilidades de éxito son mucho más elevadas gracias a lo que Nelson Mandela (y otros) consiguieron”. 

El otro indicador relevante que toman McCallum y Moretti como referencia para comprender la economía sudafricana es la distribución de los ingresos, que ha mejorado al tiempo que otros indicadores como la alfabetización de los mayores de 15 años gracias a las mejoras en la educación. No obstante, hay todavía mucho que mejorar ya que, aunque haya disminuido la pobreza, la tasa sigue elevada. 

No es el único problema estructural que presenta esta nación emergente, sin embargo. “A pesar de la enorme contribución de Nelson Mandela a la mejora de Sudáfrica, los problemas subyacentes que afronta el país simplemente son demasiado grandes como para que los pueda arreglar una única persona”, reflexionan los economistas. Los problemas con peor cariz están relacionados con la salud y la igualdad, precisamente. “Pese a convertirse en un país más próspero, la esperanza de vida ha caído en casi 7 años. La rápida expansión del VIH y las consiguentes muertes por SIDA concentran mucha de la culpa”, observan McCallum y Moretti, que destacan que mientras que en 1993 la tasa de infectados por este virus en el país era inferior a la de sus vecions subsaharianos, mientras que ahora es cuatro veces más elevada, lo que refleja la incapacidad de los gobiernos posteriores a Mandela de atajar este problema humanitario.

En lo relativo a la igualdad, los expertos de UBS Global AM se fijan en que “el alza de los ingresos que ha conseguido Sudáfrica no ha sido extendido equitativamente”. “El incremento de la cuota de ingresos que se va a las 15 primeras fortunas demuestra que la desigualdad todavía está creciento. La desigualdad también es evidente entre las distintas etnias”, constatan. Por ejemplo, la tasa de desempleo entre la población de color se acerca al 30%, mientras que la tasa entre los descendientes de indios y asiáticos es un poco más elevada, y la de la población blanca bastante más baja. Los economistas consideran que “la demografía debería tenerse en cuenta en parte de estas diferencias – la tasa de desempleo entre los jóvenes tiende a ser más elevada que la de los adultos en todos los países- pero el hecho es que los cambios en la educación y el acceso a oportunidades necesitarán tiempo para alimentar los ingresos laborales”. 

La conclusión que extraen McCallum y Moretti de este rápido repaso a la situación de la economía sudafricana es que su mejora “demuestra los beneficios económicos de la diversidad y la tolerancia, pero no deberíamos tener la ilusión de que no hay más montañas que escalar”, parafraseando una de las citas más conocidas del primer presidente de la democracia en Sudáfrica.