¿Es imposible mejorar la situación macro actual? Veamos qué opinan los analistas de Fidelity

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¿Mejor imposible?. Estas dos palabras resumen los resultados que deja la quinta edición de la Encuesta a Analistas que realiza Fidelity anualmente, y que trata de pulsar las principales inquietudes de los ejecutivos de las empresas cotizadas donde invierte la gestora. Este año, el barómetro ha registrado un nivel de optimismo en máximos desde que se elabora (y hablamos de una tendencia que lleva tres años consecutivos al alza). Teniendo en cuenta el contexto de final de ciclo, es legítimo preguntarse si este resultado evidenciará un exceso de complacencia, y la encuesta también trata de dar respuesta a esta pregunta.  

La Encuesta a Analistas de Fidelity se efectúa en las seis regiones principales del mundo (Europa, EE.UU., Japón, China, Asia Pacífico, EMEA y Latinoamérica) y abarca a empresas de 16 sectores distintos. La metodología es puramente bottom up, pues parte de las más de 16.000 reuniones que mantienen al año los 200 analistas de Fidelity con ejecutivos de empresas donde invierte. Como novedad, este año se ha incluido en la metodología una sección dedicada a las inversiones ESG.

Razones para el optimismo

¿A qué se refieren los analistas de Fidelity cuando hablan de optimismo? Primordialmente, a que los directivos perciben que los fundamentales de sus compañías están alineados con la previsión de crecimiento económico para los próximos meses, según explica Domingo Barroso, director de ventas para Iberia de Fidelity.

Las tres regiones con mayores niveles de confianza son, por este orden, Japón, EE.UU. y China. Llama la atención el dato estadounidense, especialmente porque mejora el resultado de 2017 pese a los signos evidentes de fin de ciclo. Según Barroso, este optimismo puede explicarse en parte porque “las políticas impulsadas por Donald Trump (bajadas de impuestos, repatriación de efectivo en el extranjero, inversión en infraestructuras) son moderadamente positivas para la economía”. En cuanto a China, afirma que “no experimentará un hard landing; de hecho, la percepción es que todavía queda margen de mejora para esta economía”.  

En el desglose por sectores también se observa que todos mejoran nota respecto al sondeo de 2017, salvo la tecnología. Esto no implica que los ejecutivos de cotizadas tecnológicas estén esperando una desaceleración (cabe recordar que los datos de la encuesta son de diciembre de 2017), sino porque el año pasado era extraordinariamente positivo. En el otro lado de la balanza, Barroso destaca la fuerte mejoría de la energía y los sectores ligados al ciclo, principalmente materiales e industriales.

Desde Fidelity añaden que hay factores macro que también contribuyen a esta mayor sensación de confianza, como el crecimiento de la demanda a nivel global, que a su vez contribuye al crecimiento global sincronizado. A esto se ha de añadir el retorno de la inversión empresarial, tras las caídas experimentadas entre 2014 y 2017. De hecho, este aumento del capex es otro de los factores que explican el tono de optimismo en EE.UU. y China; incluso Barroso llega a hablar de “una segunda juventud para EE.UU.”.

La Encuesta también constata el aumento generalizado de las inversiones en tecnología, especialmente en software (para incrementar la eficiencia) y en seguridad. Los sectores que más han apostado por la inversión son el propio sector tecnológico y el financiero, donde se ha detectado un incremento de la apuesta por el desarrollo de las fintech y de otras operativas para adaptarse a los cambios regulatorios.  

¿Qué preocupa a los ejecutivos?

Aunque la moral esté alta, no significa necesariamente que no haya riesgos en el horizonte. Por eso, los analistas de Fidelity también han preguntado por las preocupaciones que tienen los ejecutivos. En primer lugar, se ha detectado que dos de cada tres equipos directivos prevén que van a incrementarse los costes como consecuencia de un repunte de la inflación, aunque prevén que esta suba de manera moderada y controlada, y confían en poder transferirla a sus clientes a través del poder de fijación de precios. Otra cosa es la inflación salarial: el 72% de analistas han recibido respuestas que apuntan a un incremento de los salarios, que estará presumiblemente liderado por China (85% de respuestas en esta dirección). No obstante, no se trata de una gran preocupación. “Las compañías tienen márgenes de beneficio en niveles históricos, podrán absorber la inflación o transferirla vía precios”, afirma Barroso.

El estudio constata que, si bien los equipos directivos están siguiendo los eventos geopolíticos, no los consideran un gran condicionante para sus políticas de inversión. La única gran excepción es Reino Unido, por la incertidumbre en torno al Brexit. También se ha detectado preocupación entre las empresas americanas por el rumbo de las políticas de Trump, aunque el estudio constata que no es un nivel alarmante.

El principal riesgo que perciben las compañías es otro: el temor a la disrupción. La preocupación por esta cuestión ha vivido una escalada progresiva desde 2014, y actualmente está en máximos desde que se elabora la encuesta. Las compañías que muestran más temor son las estadounidenses, pero el experto de Fidelity indica que esto es lógico, “porque EE.UU. es el país del mundo donde más se invierte en I+D”. Los dos sectores donde se ha detectado mayor preocupación son el de ventas minoristas, por el denominado “efecto Amazon”, y el de energía, por el desarrollo del fracking.

Conclusiones

¿Es este optimismo propio de una fase de euforia antes del final del ciclo? El sondeo concluye que no necesariamente, por varias razones que detalla el responsable de ventas. La primera, porque en realidad EE.UU. es la única gran economía que está prácticamente en el pico más alto del ciclo, mientras que el resto de economías “apuntan a una fase media del ciclo, con excepciones como el sector de la energía, donde se espera el inicio de un ciclo de expansión”.

La segunda, porque los ejecutivos entrevistados por analistas de Fidelity de todas las regiones afirman que sus empresas cuentan con balances conservadores, con bajo apalancamiento y un uso cada vez más eficiente del capital. “Las compañías no están excesivamente endeudadas, todas las regiones tienen un apalancamiento inferior al que les correspondería por esta fase del ciclo”, puntualiza Barroso. “Estamos viendo menos excesos, no se están cometiendo errores como un excesivo endeudamiento o la realización de inversiones ineficientes”, concluye.