Michael Clements, gestor de carteras de renta variable europea de Franklin Templeton Inv.
La fuerte volatilidad que envuelve a los mercados es una pesadilla para muchos gestores, pero no para Michael Clements, gestor de carteras de renta variable europea de Franklin Templeton Investments, que la recibe casi como una bendición. “La volatilidad es muy positiva para nosotros, en la medida en que, como inversores de largo plazo, nos permite captar oportunidades y posicionarnos en compañías de gran calidad a precios muy atractivos”, explica. Una volatilidad que prevé se mantendrá en los niveles actuales.
Clements y el equipo gestor del fondo Franklin European Growth ya aprovecharon esos vaivenes del mercado en 2008, comprando en el suelo y beneficiándose del rally de 2009 y 2010, momento en el que la bolsa volvió a encarecerse. Pero ahora, con las fuertes caídas de los últimos meses, las oportunidades vuelven a aflorar en un entorno dominado por el miedo, que también da lugar a atractivas valoraciones y ocasiones de compra. “Nos posicionamos en áreas que el mercado rechaza por el miedo y de hecho ahora estamos buscando oportunidades en la Europa periférica, en países como España, Portugal o Irlanda”, comenta Clements. Una filosofía de gestión que exige paciencia y disciplina para comportarse de forma diferente al resto de los inversores, que ahora se refugian en activos con pocas rentabilidades como los bonos públicos.
Su cartera, muy concentrada y formada actualmente por 30 nombres –que se mantienen una media de entre 3 y 5 años y tienen posiciones máximas del 5%-, se selecciona con un enfoque puramente bottom-up y desligado del índice, centrado en las valoraciones absolutas de las acciones –sin considerar el escenario macroeconómico- y con un importante foco en el riesgo bajista. “No sabemos lo que va a pasar, sobre todo ahora cuando el mercado está lleno de incertidumbres, y por eso no jugamos factores económicos o políticos”, dice el gestor -una de las razones que explica que no tenga bancos en cartera, muy ligados a la evolución de la situación económica, mientras sobrepondera el sector de consumo y el industrial-.
Sólo juega los factores empresariales. Entre ellos, destaca tres claves: en primer lugar, las compañías han de tener un elemento especial, una ventaja competitiva en términos de marca, ventaja tecnológica o producción a bajo cote que le garantice una cuota de mercado dominante, fuertes barreras de entrada y gran poder de establecer precios. También importa la capacidad de crecimiento, que viene en muchos casos de la exposición internacional, sobre todo emergente. En segundo término, es clave la ausencia de deuda, es decir, los balances saneados que aseguren a una empresa liquidez y ofrezcan protección en cualquier escenario de mercado. “Incluso en épocas difíciles lo hacen mejor porque ganan frente a los competidores”, dice Clement, que menciona como tercera clave los precios atractivos.
Eso sí, evitando las trampas de valor con una gestión diferente del riesgo. “Para nosotros, el riesgo no es volatilidad, sino que consiste en algún factor fundamental que pueda causar y justificar caídas de precio en un valor, como la aparición de un competidor o que alguien copie una tecnología puntera”. Es decir, su sistema de control de riesgos está basado en la construcción de una cartera concentrada de compañías de calidad con atractivas valoraciones que son menos volátiles y por ello protegen en escenarios adversos.
Con esta metodología, el fondo ha sobrepasado al mercado desde 2008, tanto en fases alcistas como bajistas: “Incluso si hay recesión, batiremos al mercado, pues las valoraciones de nuestra cartera son históricamente muy bajas y el mercado ya descuenta demasiados problemas, como ese crecimiento mucho más débil, aunque muchas firmas tienen exposición al crecimiento internacional”, comenta Clements.