La entrada en vigor de MiFID II en Europa trajo consigo una infinidad de cambios a la industria de la gestión de activos con el doble objetivo de dar una mayor trasparencia al mercado y, sobre todo, con el objetivo de mejorar la protección al inversor. De ahí la limitación de las retrocesiones, las nuevas exigencias en cuanto a best execution en las operaciones que se llevan a cabo en el mercado o la diferenciación en la clasificación en los tipos de inversor para tratar de adecuar los productos a los diferentes perfiles de inversores, entre otros asuntos.
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