Implicaciones para la economía global de la fuerte caída del precio del petróleo

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Daniel Hjalmarsson on Unsplash

No es la única tormenta que vive el petróleo en su historia reciente. Recordemos la crisis en los precios a nivel global de 2014. En aquel entonces un argumento favorito de los analistas era su transformación en viento de cola para las economías europeas, principalmente importadoras de esta materia prima. Pero, ¿y ahora? ¿Qué consecuencias tiene un precio tan bajo del crudo para el crecimiento global? Como en todo evento de tales magnitudes, hay ganadores y perdedores.

Al impacto en la demanda por la paralización mundial en respuesta al COVID-19 se une la tensión en la oferta por la disputa entre Arabia Saudí y Rusia, dos superpotencias en el mercado del crudo. Según estimaciones que maneja Philippe Waechter, jefe de Investigación Económica de Ostrum AM (Natixis IM), la producción debería reducirse de 30 a 40 millones de barriles al día para reequilibrar gradualmente el mercado.

Así, las gestoras prevén que la presión para que los países de la OPEC+ recorten la producción continuará. Pero incluso esto no será suficiente. En el último CIO Flash de DWS afirman que estos cortes, de unos 12,5 millones de barriles al día menos tan solo en los países que forman la OPEC, no bastarán para compensar el colapso en la demanda causado por la crisis del COVID-19. Desde Credit Suisse, su director global de inversiones, Michael Strobaek, coincide: “La volatilidad en los precios acelerará el rebalanceo del mercado de crudo; no pueden esperar a que los recortes de la OPEC+ hagan efecto. Están forzando cierres inmediatos”.

A medio plazo, también hay retos. Los avances de los precios del petróleo están limitados, sostiene James Trafford, analista y gestor de fondos de Fidelity International. “Se debe reducir lo almacenado, la capacidad sobrante debe volver a activarse y el consumo de petróleo por parte de la economía probablemente se estabilice en niveles inferiores a los que existían antes de la crisis”.

También hay que vigilar estas zonas

La primera ola del impacto está bien identificada: las divisas de países exportadores de petróleo y el high yield americano por su alto componente de empresas del crudo. En las bolsas, el sector energético apenas representa un 4% de los beneficios del S&P 500, según datos de DWS, y un 6% en el MSCI AC World Index. Por países, el sector es notable en Rusia, pero también en Reino Unido.

Ahora bien, desde DWS resaltan los efectos indirectos en el crecimiento económico a medida que las compañías de crudo recorten su gasto. Los bancos canadienses y americanos, con exposición vía préstamos, también están en riesgo. Además, hay que tener en cuenta el efecto psicológico en consumidores, negocios e inversores, que no deben ser subestimados. Hay una gran diferencia con la caída de precios de 2014-2016. Por aquel entonces se interpretó como una buena noticia, pero ahora, cuando las personas están confinadas en sus casas, es poco probable que se genere ese impulso al sentimiento económico.

Y ese es el principal problema con esta crisis en los precios, que quienes más se podrían beneficiar no pueden. “Beneficia a los países importadores de petróleo, ya que un gran coste para la economía se ha reducido drásticamente. Un bajo precio del petróleo es también bueno para los consumidores… aquellos que aún necesitan comprar petróleo. La industria de las aerolíneas, que normalmente sería muy fuerte con un precio tan bajo del crudo, lamentablemente no puede aprovechar la situación actual”, afirma Randeep Somel, director de inversión de renta variable de M&G.

Los emergentes, en el ojo de la tormenta

Donde más se sentirá la diferencia entre economías ganadoras y perdedoras será en los mercados emergentes ya que son países donde se nota claramente el impacto de los productores de crudo en su economía mientras que los importadores notarán la menor presión en su balanza de pagos. “Los países con grandes balances, con fuertes ahorros y activos financieros serán más fuertes. Para otros con un balance más débil, es una cuestión de cuánto durarán las reservas de divisas en diferentes grados de ajuste fiscal y externo. Es probable que los países con monedas pegged (ligadas a una divisa más fuerte, como el dólar) necesiten más reservas de divisas que aquellos que pueden ajustar sus tipos de cambio”, explica Claudia Calich, gestora de mercados emergentes de M&G.

Los dos países con su economía en la cuerda floja son los grandes jugadores en el sector: Arabia Saudí y Rusia. El crecimiento de Arabia Saudí está dominado por la producción de crudo, y su moneda, el riad, lleva ligada al dólar americano décadas. A su favor tiene que es un productor de crudo de bajo coste, por lo que tiene un margen para actuar. Pero, ¿cuánto?

Calich ve otros países en mayor riesgo. En su opinión, Ecuador es uno de los más vulnerables a la caída en precios y, al ser una economía dolarizada, no tiene flexibilidad para ajustar. A esto se suma un déficit fiscal grande, complejas dinámicas políticas y unas elecciones en 2021 con temores a la vuelta de medidas populistas. La gestora teme que el país se tope con una crisis de liquidez. En África el foco está en Nigeria y Angola.  

Pero Alejandro Arévalo, gestor de deuda de mercados emergentes de Jupiter AM, recuerda que no todos los países emergentes dependen del crudo. Naciones como Egipto, Georgia, India, China, Indonesia y Filipinas incluso se benefician de los precios bajos. Por su parte, ha comenzado a añadir a su exposición a Rusia. “El país claramente está en una mejor posición que durante la crisis de 2014: tiene una divisa flexible, un menor ratio de deuda/PIB, y unas normas fiscales que ayudarán a la economía a lidiar mejor con precios más bajos del petróleo. También está menos expuesto a salidas de capital debido a las sanciones”, argumenta.