La cruda realidad por la que atraviesa el mercado de bonos

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Micah Taylor, Flickr, Creative Commons

La renta fija se ha convertido en una clase de activo muy difícil de gestionar por muy diferentes cuestiones que han confluido y complicado enormemente las cosas a los profesionales encargados de gestionar esta clase de activo. “Los diferentes segmentos del mercado de bonos muestran una correlación cada vez mayor, lo que resulta negativo para los inversores en renta fija que intentan gestionar el riesgo diversificando entre distintos segmentos. El aumento de las correlaciones implica que los inversores que deseen diversificar sus carteras de renta fija tendrán que esforzarse mucho más y buscar en todo el universo de bonos para encontrar productos que sigan comportándose de forma independiente”, explica Arif Husain, responsable de renta fija internacional de T.Rowe Price y gestor del T.Rowe Price Global Unconstrained Bond. “En la práctica, esto les obligará a abandonar los enfoques más tradicionales, como las estrategias de tipo barbell, por otras más sofisticadas que invierten en segmentos e instrumentos considerados hasta ahora como demasiado arriesgados o no convencionales”.

Según Husain, responsable de una firma que acaba de ganar el premio Morningstar a mejor casa de renta fija de 2015, el enfoque que adopten los inversores para afrontar este reto determinará su grado de éxito a la hora de desenvolverse en el difícil entorno de mercado que viviremos durante los próximos años. Uno de los factores que más ha contribuido a alterar el mercado ha sido la política monetaria. Miles Geldard, director de renta fija de Jupiter, se muestra muy claro en este sentido. “Los bancos centrales han distorsionado los mercados y desvirtuado la percepción del binomio rentabilidad/riesgo que se deriva de la curva de tipos. Ya no se sabe cuál es la tasa libre de riesgo. Hay una gran cantidad de dinero en bonos que ofrecen una rentabilidad negativa; si el tenedor de uno de esos bonos quiere venderlo, tiene que encontrar a un inversor dispuesto a tener una rentabilidad…aún más negativa. Y eso hace que la situación sea poco sana y desde luego poco común. Las consecuencias de la política monetaria se están subestimando. Interferir en el mercado tiene efectos negativos”, afirma.

Una de las principales consecuencias de la intervención de los bancos centrales ha sido los niveles a los que cotizan los bonos soberanos, en especial el bund y el treasury americano. En el caso del primero, la tir del  bono a 10 años está en el 0,2%. En Europa, el 48% de los bonos que pudieran entrar en el programa de compras del BCE cotizan con una rentabilidad menor que la que permite la autoridad monetaria que preside Mario Draghi. Es decir, la mitad de las emisiones están ofreciendo una rentabilidad a vencimiento inferior al -0,3%, según datos de Pictet Wealth Management. “Cuando tienes tires tan bajas, el riesgo es mayor. En casi todos los activos, la tir está en mínimos históricos. Con un movimiento de solo un 1% de tir en algunos segmentos de mercado puedes llegar a perder hasta un 15%”, subraya Manuel Arroyo, director de Estrategia de J.P.Morgan AM para Iberia. En el caso de EE.UU, la tir del bono a 10 años está en el 1,8%, aunque no por ello deja de ser un nivel menos preocupante e igualmente peligroso para el inversor.

“Los niveles a los que cotiza el bono americano están peligrosamente comprimidos. La razón por la que el inversor está comprando treasuries es pánico. No refleja los fundamentales de la economía americana, sino simplemente miedo. La inflación en EE.UU se está recuperando. En noviembre fue del 2%. En diciembre del 2,1% y en enero del 2,2%. Tan pronto como el inversor se de cuenta de que la inflación está volviendo, la rentabilidad del bono del Tesoro americano subirá”, augura Elsa Goldberg, gestora del Templeton Global Bond, Templeton Global Total Return y del Templeton Global Macro. A pesar de que los activos de riesgo se han estabilizado en las últimas semanas, las tires de los bonos permanecen cerca de mínimos históricos. Para Russ Koesterich, responsable de Estrategias de Inversión para BlackRock, esto se debe en parte a las inexplicablemente bajas expectativas de inflación (se han reducido en 20 puntos básicos en 2016, aunque se han recuperado desde los mínimos marcados en febrero).

Otro de los segmentos de mercado donde también se ha dejado sentir con especial intensidad el temor de los inversores ha sido en el high yield. Tal y como comenta Uli Gerhard, gestor de high yield en Insight (BNY Mellon), “la liquidación obligada de algunas estrategias de high yield a finales de 2015 dañó la confianza en los mercados de crédito. La reacción de los precios fue significativa en algunos sectores del high yield americano, un mercado que se ha visto lastrado al contar con un componente energético de mayor magnitud, lo cual ha contagiado a otros sectores, fundamentalmente como resultado de las amortizaciones de los inversores que exigen a los fondos que vendan activos en mercados reducidos”, indica. Ello ha puesto de manifiesto una cuestión de alcance más general: la falta de liquidez en el mercado.

Este es el gran problema que avistan la mayoría de las gestoras. Es de sobra conocido que la liquidez se visto mermada como consecuencia de una regulación más restrictiva que ha endurecido los requisitos de capital de los bancos, lo que ha llevado a muchos intermediarios a reducir sus inventarios y a limitar las actividades de market makers, indican desde Pioneer Investments. Pero esos problemas de liquidez también afectan a la deuda pública. “La cantidad total de treasuries disponibles ha pasado de 2,7 billones de dólares en 2007 a 1,7 billones a finales de 2015, con una reducción del tamaño de los bloques de trading. Entre tanto, se ha producido una emisión récord de bonos corporativos, hasta el punto que los niveles actuales son 2,4 veces superiores a los de hace diez años y el volumen de activos bajo gestión en fondos que ofrecen reembolsos diarios se ha incrementado a un ritmo del 10% al año y ahora son un 76% superiores a los de 2008”, subrayan desde Amundi.