Entrevista a Sam Finkelstein, líder del equipo de renta fija emergente de GSAM, quien este año ha sido distinguido como mejor gestor de renta fija emergente del año por el Institutional Investor de EE.UU. El experto desvela su visión y estrategia.
Sam Finkelstein es el gestor líder del equipo de renta fija emergente de Goldman Sachs AM (GSAM). Finkelstein, que este año ha sido distinguido con el galardón a mejor gestor de renta fija emergente del año por Institutional Investor en EE.UU, es el responsable directo de cuatro fondos. El primero de ellos es el GS Growth & Emerging Market Debt, que invierte principalmente en deuda externa soberana de 61 países con una calidad crediticia media de BBB-, aunque puede invertir también en una menor proporción en deuda externa corporativa. Destaca especialmente lo diversificado de su cartera, que a día de hoy cuenta con más 500 posiciones, y que toma como referencia el índice JPM EMBI Global Diversified. Este fondo tiene clase duración cubierta y el cupón a 30 de abril ascendía al 5.92%.
El segundo fondo a su cargo es el GS Growth & Emerging Market Debt Local, que invierte en deuda emergente denominada en divisa local, con un rating medio de BBB+. Al igual que el anterior, la cartera de este fondo está altamente diversificada, con más de 500 posiciones de 30 países diferentes. La gama se complementa con el GS Growth & Emerging Market Corporate Bond, que invierte en deuda corporativa en dólares, con una calidad creditica media de BBB-. Asimismo, le está permitido destinar un pequeño porcentaje a deuda externa soberana. El cupón que entrega actualmente asciende al 5,6%.
Funds People ha tenido la oportunidad de poder hablar con Finkelstein, que esta semana estará de visita en España, sobre el presente y el futuro de esta clase de activo. Para empezar, el gestor afirma mantener “unas previsiones positivas a largo plazo en la deuda de los mercados emergentes, ya que consideramos que esta clase de activo pasará de ser un componente nicho de la cartera de los inversores a conformar su núcleo”. Según explica, en términos generales "esta clase de activo muestra una baja correlación con la renta fija tradicional y puede proporcionar a la cartera las ventajas de la diversificación”.
El experto de GSAM considera que “la deuda emergente también puede ser una inversión convincente por sí misma, dado el sólido perfil crediticio y los reducidos niveles de deuda pública que presentan la mayoría de las economías emergentes”. Completa su análisis explicando que “los problemas de sostenibilidad de la deuda observados en los mercados desarrollados no suponen una preocupación para los mercados emergentes, cuyas ratios de deuda sobre el PIB no superarán el 40%, según las últimas previsiones del FMI”.
Por otra parte, Finkelstein estima que el universo de deuda emergente no está correctamente recogido en los índices mundiales de renta fija: “En nuestra opinión, la deuda de los mercados emergentes configura una parte mucho mayor del universo de inversión que lo sugerido por los índices de renta fija, por lo que no está representada correctamente por estos”.
La liquidez suele ser uno de los principales peros que ponen los inversores a la hora de entrar en estos mercados. Con respecto a los flujos de salida vistos en los últimos meses en esta clase de inversión, el experto declara: “No creemos que estos flujos hayan tenido consecuencias en la liquidez del sector en general, pero sí reconocemos que han podido empeorar las condiciones de liquidez durante periodos de volatilidad en el mercado”. “La experiencia nos enseña que los flujos de salida del sector se han registrado principalmente en fondos que son en su mayoría propiedad de inversores particulares. Los inversores institucionales tienden a revisar sus asignaciones con una frecuencia mucho menor y adoptan un universo de inversión a más largo plazo”, continúa. Filkenstein afirma ver “un interés continuo en esta clase de activo por parte de los inversores institucionales, tal y como indican tanto los informes externos como las conversaciones que mantenemos con nuestros clientes”.
El gestor líder del equipo de renta fija emergente de GSAM pronostica que este año hasta ocho países en vías de desarrollo podrían ser candidatos a una mejora de su perfil de calificación crediticia, y aporta nombres. En primer lugar, cree que el rating de Angola podría ser revisado al alza por Moody’s y Fitch, y el de Arabia Saudí por Fitch y Standard & Poor’s. En su opinión, Moody’s también podría elevar la calificación crediticia de Colombia, Ecuador, Letonia, Perú y Uruguay, mientras que Standard & Poor’s podría hacer lo propio con Lituania.
La estrategia actual
Al preguntarle si prefiere actualmente comprar deuda emergente en divisa fuerte o en divisa local, Filkenstein defiende que “la deuda emergente en su conjunto es una clase de activo estratégica y convincente impulsada por unos fundamentales sólidos y valoraciones atractivas”. Pero se moja. El experto asegura que, basándonos en las valoraciones y desde un punto de vista táctico, "preferimos la deuda pública denominada en divisa local a la denominada en divisas como el dólar o el euro”.
En materia de preferencias a la hora de invertir, el experto indica que “siguiendo una estrategia táctica, preferimos la deuda corporativa a la deuda pública denominada en dólares en vista de la rentabilidad inferior observada en los últimos tiempos y, por lo tanto, unas valoraciones más atractivas”. Después vienen las distinciones: “Dentro de la deuda corporativa, priorizamos aquella con grado de inversión, aunque también vemos valor en los bonos con calificación BB. En la deuda pública, no tenemos una clara preferencia por los bonos con grado de inversión frente a los de alto rendimiento y, en su lugar, nos centramos en países concretos. Creemos que las rentabilidades en todos los países se ven impulsadas por los fundamentales económicos, las políticas monetarias y presupuestarias de cada país y los acontecimientos idiosincrásicos, en vez de por las calificaciones crediticias”.
“Aunque nos centremos en los fundamentales macroeconómicos de cada país, reflejados en sus diferenciales, creemos que podemos generar más alfa en nuestras estrategias sobre la rentabilidad global —por ejemplo, en el componente de los tipos estadounidenses de los bonos denominados en divisas fuertes—“, matiza el gestor.
En cuanto a las protecciones que utiliza para luchar contra el riesgo divisa de los fondos a su cargo, Finkelstein se muestra igual de específico: “A menudo, utilizamos coberturas sobre divisas en nuestra cartera para compensar el riesgo de divisas inherente a los bonos denominados en divisa local. Por otro lado, nuestras carteras denominadas en divisas fuertes contienen una protección en materia de duración que puede cubrir total o parcialmente la exposición a los tipos estadounidenses”.
En nuestra lista de preguntas también hay una referente a uno de los factores que más debe vigilar hoy en día todo gestor de renta fija que se precie, la duración media de la cartera. “Se espera que la horquilla de duración objetivo de la cartera del GS Growth & Emerging Market Debt, con un contexto de tipos de interés normales, se aproxime a la de los índices J.P. Morgan Emerging Markets Bond (EMBI) y Global Diversified (bruto, en dólares estadounidenses y sin cobertura) más dos años”, indica. El gestor añade que, desde su creación, la duración de la cartera del GS Growth & Emerging Market Debt ha oscilado entre los 4,6 y los 7,8 años. A 30 de abril, la duración de la cartera era de 5,18 años y la duración del índice de referencia, de 6,65 años.
En cuanto a la cartera del GS Growth & Emerging Market Debt Local, en un contexto de tipos de interés normales, se espera que la horquilla de duración objetivo se aproxime a la de los índices J.P. Morgan Government Bond Index y Emerging Markets (GBI-EM) Global Diversified (bruto, en dólares estadounidenses y sin cobertura) más dos años. “Desde enero de 2010, la duración de la cartera del fondo ha oscilado entre 1,9 y 5,6 años. A 30 de abril, la duración de la cartera era de 2,56 años, muy por debajo de la duración del índice de referencia, de 4,57 años”, señala Finkelstein.