Las diez premisas clave a tener en cuenta a la hora de invertir

Guy_Wagner
Foto cedida

“Una pérdida definitiva en una inversión en acciones, o al menos una pérdida que no puede recuperarse en un plazo razonable de tiempo, puede deberse a dos factores: haber adquirido acciones de empresas de mala calidad o haber adquirido títulos de buena calidad a un precio demasiado alto”. Esta es la opinión de Guy Wagner, economista jefe de BLI-Banque de Luxembourg Investments, quien se muestra convencido de que “la calidad de las empresas que adquirimos y los múltiplos de valoración que pagamos se encuentran entre los pocos parámetros que podemos controlar en nuestra calidad de inversores”.

En un artículo publicado por el gestor, Wagner señala que en su trabajo cotidiano le parece más racional concentrarse en el análisis cualitativo y en la valoración de las empresas que tienen en cartera o en las que pretendan invertir, que intentar prever las medidas de las autoridades monetarias y políticas. “De este modo, deberíamos estar en condiciones de eliminar, o por lo menos de reducir en la medida de lo posible, el riesgo de pérdida duradera en nuestras inversiones en acciones. El riesgo de pérdida temporal es, en cambio, inherente a la bolsa. Un inversor que no esté dispuesto a asumirlo, nunca debería invertir en acciones”, afirma.

Las diez premisas clave a la hora de invertir

La estrategia de inversión de BLI-Banque de Luxembourg se basa en ciertas constataciones. La primera: los mercados de obligaciones resultan poco atractivos. “Ni los rendimientos especulativos ofrecidos por los países periféricos de la eurozona, ni la débil rentabilidad ofrecida por los países más sólidos o por las grandes potencias económicas mundiales suponen proposiciones de inversión razonables en términos de relación riesgo/rentabilidad”. La segunda: “que el escaso atractivo de la renta fija hace que las acciones sean la inversión por defecto, máxime teniendo en cuenta que las acciones representan activos reales”.

Tercer punto: las acciones de las autoridades monetarias provocarán un incremento de la volatilidad, con una sucesión de periodos de aumento y disminución de la aversión al riesgo. También entiende –cuarta premisa- que “los periodos de aumento de la aversión al riesgo son, hasta nuevo aviso, favorables al dólar y desfavorables a las acciones. Así pues, la moneda estadounidense constituye una especie de cobertura contra el riesgo de acciones”. La quinta regla en su estrategia hace referencia al dividendo. “En el mercado bursátil, las acciones de empresas de calidad que pagan dividendos tendrán regularmente preferencia”, asevera.

La sexta premisa de Wagner indica que la situación económica actual de los países en vías de desarrollo es en muchos aspectos mejor que la de los países industrializados, lo cual juega a favor de una ponderación más importante de sus mercados en una cartera. No obstante, -y aquí viene el séptimo punto- no debe haber confusión entre análisis macroeconómico y análisis microeconómico. “La crisis europea no debería hacer olvidar la existencia de un número importante de empresas europeas de gran calidad y bien posicionadas para beneficiarse en particular del crecimiento de los mercados asiáticos”. Esto mismo sucedería con las empresas estadounidenses: octava premisa.

La antepenúltima directriz del gestor apunta a que las políticas monetarias llevadas a cabo podrían provocar un mayor problema inflacionario a medio plazo, lo cual favorece al oro, con respecto a las empresas auríferas. “La explosión de la oferta potencial de euros, dólares, libras, yenes y francos suizos y el débil aumento de la oferta del oro favorece asimismo una apreciación del oro en relación a esas monedas”. Y, por último: la distribución de divisas. Wagner apuesta por una diversificación en las monedas de países cuyos fundamentos sean superiores. “Es una decisión sensata”, asegura. Es el caso –concluye- del dólar de Singapur, del dólar canadiense y de las monedas escandinavas.