Las infraestructuras buscan su protagonismo en el amplio universo de alternativos

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Ken Lee 2010, Flickr, Creative Commons

La búsqueda del yield en un contexto de tipos bajos y de menor visibilidad en lo que al contexto económico se refiere ha provocado que cada vez más inversores se hayan decantado por la inclusión de activos alternativos en sus carteras- de hecho, en el caso de los grandes planes de pensiones del mundo el porcentaje supera ya el 22%-. Pero dentro de ese amplio universo hay muchas subdivisiones (capital riesgo, hedge funds, mercado inmobiliario, infraestructuras….) y en las últimas semanas es esta última la que se está copando, quizá la mayor atención.

De hecho, son varias las gestoras de fondos que han decidido incluir en su gama de productos fondos que invierten en infraestructuras y la gran parte de ellas ha optado por ofrecer este tipo de productos con liquidez diaria.

“¿Por qué  nos gustan las infraestructuras cotizadas? La primera razón es la liquidez, la segunda es que dan acceso al cliente retail, y además, permiten una mayor diversificación y flexibilidad de la cartera en función de las condiciones de cada mercado. Eso no se puede hacer con infraestructura física” afirma Javier Mallo, responsable en España de Legg Mason, que cuenta con un fondo de este tipo (Legg Mason RARE Infraestructure Value Fund) en su oferta española.

Este experto defiende que este tipo de inversiones suelen comportarse de manera defensiva en tiempos de desaceleración económica porque se cuentan con unos beneficios estables no ligados a los ciclos económicos. “Se espera que hasta 2030 se duplique la inversión en infraestucturas a nivel global por aumento de la demanda de los países desarrollados para reformar las infraestructuras existentes.  Y también la creciente demanda de países emergentes. Por ejemplo, en desarrollados se va a necesitar 67 billones de dólares en infraestructuras energéticas, un 272% el tráfico de contenedores hasta 2032, un 160% de aumento de pasajeros hasta 2034 y la tendencia va a seguir siendo privatizar por parte de los gobiernos ya que ellos van a tener más complicado acometer esas inversiones”, afirma Mallo.

De hecho, el mayor riesgo al que se enfrentan esas inversiones es el regulatorio, no el económico. “Es importante realizar un análisis de la compañía y también de los reguladores  y la seguridad jurídica, es el primer punto que se tiene en cuenta ya que un cambio de este tipo impacta en el flujo de caja de la compañía”, afirma Mallo. Una idea con la que también se muestra de acuerdo Jeremy Anagnos, gestor del fondo Nordea 1- Global Listed Infraestructure: “Miramos sobre todo los riesgos regulatorios de los sectores y compañías, sus perspectivas fundamentales y los mercados de capitales”, afirma.

De ahí que pese al potencial que presenta el mercado de infraestructuras en los países emergentes, limiten su inversión en esas plazas en aras de controlar la volatilidad del fondo, limitar los riesgos y tratar de dar a los inversores esa rentabilidad recurrente que tanto buscan cuando al mercado de infraestructuras.

La asignación geográfica no es la única vía que tienen para reducir esa volatilidad. También lo es la diversificación sectorial, algo que solo se consigue cuando se invierte en infraestructuras cotizadas, al fin y al cabo, según explica Mallo, “no todas las infraestructuras son iguales ni todas se comportan igual en todos los contextos”. Por ejemplo, el fondo de esta gestora tiene en la actualidad el 70% de la cartera invertido en utilities con un claro predominio del sector eléctrico y de gas mientras que el fondo de Nordea tiene en los subsectores de suministros e industrial sus mayores exposiciones.   

Que la acertada selección del subsector de infraestructuras donde se invierte es uno de los puntos más importantes se ve en la disparidad que presentan estos productos tanto a corto como a medio y largo plazo. Si bien en este 2019 todos registran rentabilidades positivas, la diferencia entre el más y el menos rentable es de nada menos 33 puntos porcentuales. Este gap también se aprecia a largo plazo ya que mientras que el fondo más rentable de la categoría logra un 13% de rentabilidad anualizada a 10 años, el menos rentable se queda con ganancias anualizadas que no alcanzan el 5%, según Morningstar