En los últimos cinco años, el comportamiento económico de Latinoamérica ha sido mediocre. Con la desaceleración de las economías y el nerviosismo de los inversores inducido por factores externos, el sentimiento bajista se hizo fuerte y provocó una caída del MSCI Latin America cercana al 60% en dólares desde su pico de 2011. Las divisas han desempeñado un papel significativo en el agravamiento de las pérdidas a causa de sus pronunciadas depreciaciones. En el caso del mercado mexicano, el peso perdió un 17% frente al dólar en 2015. “Esta depreciación fue casi totalmente responsable de la desaparición de la rentabilidad de los inversores en dólares durante el año. En nuestra opinión, esta trayectoria no continuará cuando las divisas se aproximen a su valor razonable, pero la volatilidad podría persistir en el futuro previsible”, asegura Ángel Ortiz, gestor del Fidelity Latin America, producto que durante los últimos tres años ha destacado por su consistencia (ver barómetro de Funds People publicado en la revista).
A su juicio, la región latinoamericana presenta una historia de correcciones del mercado de varios años de duración. “La corrección actual parece especialmente madura dado que el índice MSCI Latin American alcanzó su máximo más reciente en marzo de 2010. Dado que los indicadores de valoración, como el ratio precio/valor contable, están en el extremo inferior del rango de los últimos 15 años, y con unas divisas más competitivas, así como la posibilidad de cambio político en Brasil, consideramos que existen perspectivas para un cambio de rumbo en la región”. Ortiz señala que la historia a largo plazo del ratio precio/valor contable de la región muestra que los niveles de valoración actuales están cerca del extremo inferior del rango desde el año 2000. “Esta situación ha creado oportunidades de adquisición selectiva de empresas de calidad a valoraciones atractivas en términos históricos”. Pero… ¿cuáles son los posibles catalizadores del cambio?
Según explica, existen varios factores que podrían invertir la opinión pesimista generalizada sobre la región latinoamericana. “Es justo decir que, como principal mercado de la región, Brasil se encuentra en la raíz del problema. Un determinante esencial de la suerte de Brasil será la posible colaboración política traducida en unas reformas muy necesarias. La estabilidad política ocupa un lugar prominente en la lista de deseos de los mercados financieros y, por lo tanto, dicho cambio político es uno de los catalizadores clave para un cambio de rumbo. Si la actual propuesta de destitución de Dilma Rousseff tiene éxito, se iniciaría una nueva era de cambio político. Dado que muchos de los problemas de Brasil son autoinfligidos, existen muchas probabilidades de que los mercados financieros reciban positivamente un nuevo liderazgo político. Sin la destitución de la presidenta, el siguiente catalizador positivo de un cambio político en Brasil podrían ser las elecciones generales de 2018”, afirma. Más allá de la política, Ortiz considera que un repunte de las materias primas sería claramente beneficioso para la región.
Dada la importancia de los precios de las materias primas para los países exportadores del resto de la región, del petróleo para Colombia y del cobre para Chile, la opinión del gestor sobre sus perspectivas de crecimiento es muy dependiente de las materias primas. “Si bien consideramos que los precios podrían estabilizarse en cierta medida en 2016, no prevemos ningún movimiento positivo o negativo sustancial. En toda la región, mantenemos la exposición a diversas franquicias líderes y "multilatinas" (un término que designa a las empresas con actividades en varios mercados de la región). Algunas empresas que les gustan son Credicorp, Suramericana, Sonda o Enersis. Pero, más allá de los países que componen el índice, Argentina está cobrando interés. “La economía lleva varios años sin inversiones ni crecimiento pero, tras el reciente resultado positivo de las elecciones y una base de consumidores de 40 millones de personas, el mercado deberá incorporarse al índice, lo que podría añadirle valor”.
No obstante, la construcción de la cartera parte de un estilo bottom-up basado en los fundamentales, mientras que el posicionamiento por países y sectorial es un factor residual. “Teniendo en cuenta este marco, mantenemos nuestra firme opinión de que la concentración en la identificación de empresas de calidad con balances sanos y posicionamientos competitivos sólidos es el curso de acción más apropiado. Entre las posiciones del fondo es habitual encontrar empresas líderes del mercado, con un gran poder de fijación de precios y dividendos saludables como, por ejemplo, la cervecera brasileña Ambev y el distribuidor mexicano Femsa. La exposición a sectores sensibles a la macroeconomía, como el financiero, es muy selectiva, con un enfoque claro en la visibilidad del flujo de caja libre y la gestión disciplinada centrada en la calidad de los activos. Seguimos siendo cautos respecto a los sectores de energía y materiales, como en el caso de las brasileñas Petrobras y Vale, que están expuestas a la desaceleración del crecimiento mundial, el exceso de oferta y los problemas de sus balances”.