Las turbulencias vividas en los últimos días en la deuda de alto rendimiento evidencian que los mercados pueden experimentar cambios de sentimiento radicales, pasando de “¡vendamos todo!” a “¡compremos todo!” en muy poco tiempo.
Transitar por los mercados no siempre es fácil. De hecho, son muchos los profesionales que reconocen lo complejo que les resulta gestionar en el actual entorno. Por un lado está la renta fija, donde el 33% de los bonos europeos cotizan con tipos negativos y el 72% del universo ofrece una rentabilidad inferior al 1%. Por el otro, una renta variable que ha corrido mucho durante los últimos seis años y donde la volatilidad ha aumentado significativamente. Ya no es tan sencillo encontrar valoraciones atractivas y son pocos los que dudan de la distorsión que han generado las políticas de los bancos centrales en los precios de los activos. La situación actual es complicada incluso para los gestores de los fondos mixtos, aún a pesar de ser estrategias habilitadas para poder moverse libremente por los distintas clases de activo, dado que la correlación entre acciones y bonos sigue siendo bastante elevada, lo que neutraliza en gran medida el poder de la diversificación, que es al final lo que buscan muchos inversores en estos productos.
En el plano macroeconómico, la visibilidad también es escasa, lo que está alimentando las dudas de los inversores y empujándoles a tomar decisiones muy cortoplacistas. Esto significa volatilidad. La última prueba la hemos visto en el high yield, mercado que está viviendo una auténtica montaña rusa. El año para este segmento empezó mal, con fuertes caídas que culminaron el 11 de febrero. A partir de entonces, los bonos de alto rendimiento rebotaron con fuerza y cerraron abril con una subida anual del 12%. El rally vino acompañado de entradas por un valor que rozó los 4.000 millones de dólares. Pues bien, en mayo la situación se dio la vuelta y en apenas seis días el mercado sufrió salidas por valor de 3.600 millones. La evolución mostrada por el activo es consistente con la reducción del apetito por el riesgo que se vuelve a apreciar ante lo que han supuesto unos datos macroeconómicos mixtos, que no dejan adivinar la tendencia de la economía, y una política monetaria sobre la que los inversores muestran cada vez más dudas.
“Los mercados pueden resultar irritantemente bipolares, pasando de “¡vendamos todo!” a “¡compremos todo!” en un mismo trimestre. Sabemos que la volatilidad es un rasgo normal de los mercados financieros. Vivimos la crisis de 2007-2009 y superamos la contracción de 2000-2002, así que somos muy conscientes de que las cosas pueden ponerse difíciles a veces”, asegura Lukas Daalder, director de Inversión de Robeco. “Lo que cuestionamos es el hecho de que la actitud del mercado esté dando bandazos continuamente, pasando de ‘llega el fin del mundo’ a ‘vayamos a otra cosa, aquí no hay nada que ver’ en cuestión de pocas semanas. ¿Se trata de una evolución normal (para las últimas fases de un mercado alcista), o existen indicios de que están en juego otros elementos de naturaleza más estructural?”. Esa es, a día de hoy, la gran pregunta. Lo que resulta evidente es que los inversores están mostrando últimamente falta de convicción y busca nuevos factores propulsores.
Según NN Investment Partners, “hay dinero en abundancia, la confianza está deprimida y las gestoras de fondos de inversión muestran una modesta exposición tanto a deuda como a renta variable. Aun así, estos indicadores no alcanzan niveles extremos y no transmiten fuertes señales de inversión a contracorriente. Principalmente ponen de manifiesto que la comunidad inversora sigue clavada en una actitud de mantenerse a la expectativa y probablemente está alerta a la aparición de orientaciones adicionales sobre políticas o crecimiento antes de destinar una cantidad mayor de su dinero a los mercados de capitales. Tras su excelente recuperación del momento de pánico de principios de 2016, los mercados avanzan actualmente un poco sin rumbo, proporcionando los datos económicos y los encargados de formular políticas una orientación escasa”. Esa falta de rumbo e inestabilidad vivida durante estos meses hace que algunos gestores se muestren convencidos de que 2016 es el año de la protección del capital, más que de la revalorización del capital.
Entre ellos está Amit Lodha, gestor del Fidelity Global Focus. “Las divergencias entre Estados Unidos y el resto del mundo están fomentando la volatilidad del mercado. El deterioro de las condiciones del ciclo empresarial mundial también está haciendo que los inversores sean más cautos. La acusada corrección de los mercados desde comienzos de año ha provocado que los inversores se preocupen por las perspectivas de crecimiento global y cuestionen la capacidad de las autoridades chinas para manejar la transición de su economía. Estos problemas, sumados a otros retos estructurales, dificultan la tarea de determinar la asignación de las inversiones en el entorno actual. En estos momentos las valoraciones ofrecen poco apoyo y, de aquí a finales de año, tenemos el referéndum sobre la UE en el Reino Unido, las elecciones alemanas y las elecciones americanas. Además, las últimas fases del ciclo son entornos siempre difíciles de gestionar”, asevera el gestor de Fidelity.