Los tres consejos básicos que hay que ofrecer a quien quiera invertir en planes de pensiones

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Jack Zalium, Flickr, Creative Commons

Dos son las fechas en las que se suele hablar más de planes de pensiones. La primera es en los meses de noviembre, cuando las entidades financieras lanzan sus campañas promocionales para captar ahorro para sus planes de pensiones a cambio de bonificaciones, ya sean estas materiales o monetarias. La otra es en los meses de mayo y junio ya que es ahí cuando los contribuyentes rinden cuentas con Hacienda y, sobre todo si la declaración les sale a pagar, empiezan a investigar qué opciones tienen para reducir su factura fiscal de cara a su próxima cita con Hacienda.  Y solo hay dos productos financieros que lo permiten: los planes de pensiones y las hipotecas constituidas antes de 2012.

Pues bien, Abante Asesores acaba de publicar un informe en el que analiza los errores en los que no deben incurrir los inversores a la hora de elegir entre uno u otro plan de pensiones y estos son básicamente tres.

1. Nos dejamos llevar por el tamaño

La mayor parte del patrimonio que hay en planes de pensiones se concentra en los productos de mayor tamaño. De hecho los cinco mayores planes de pensiones por patrimonio concentraban al cierre de 2018 el 16% de todo el patrimonio que hay en estos productos a pesar de que la oferta supera los 1.300. Además, según explican desde Abante Asesores “esa elección de los planes más grandes en lugar de los más rentables, les cuesta a los ahorradores españoles entre 2 y 3 puntos porcentuales de rentabilidad anualizada en periodos de 10 años, lo que supone una pérdida importante en el dinero acumulado al final del periodo. Sí hay planes rentables, pero la mayoría de ahorradores no han invertido en ellos”.

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Además, esta concentración se ve especialmente en los productos de renta fija a largo plazo y renta fija mixta ya que solo el 1% del patrimonio invertido en esta categoría se encuentra en los diez planes más rentables de renta fija a largo y la cifra asciende al 2% en los productos de renta fija mixta.

2. El ahorro es demasiado conservador

Una de las máximas que se suelen repetir a la hora de invertir a largo plazo, que es el objetivo de cualquier plan de pensiones, es que en estos plazos es la renta variable la que tiene las mayores papeletas para maximizar los ahorros. Pero la realidad es que el inversor español es conservador por excelencia y no hacen ninguna excepción en lo que respecta a los planes de pensiones. “Si nos fijamos en el activo subyacente, vemos que el 60% del ahorro acumulado en planes de pensiones del sistema individual se encuentra invertido en renta fija y activos monetarios, mientras que el 40% lo está en renta variable (30.091 millones de euros al cierre de marzo de 2019), el máximo porcentaje desde 1998, como se puede ver en el gráfico”, apunta Abante en su informe.

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Este exceso de conservadurismo a la hora de ahorrar para la jubilación se traduce en una menor rentabilidad, más en un contexto como el actual en el que los son muy pocos los activos de renta fija que consiguen generar rentabilidades superiores a una inflación que, aunque baja, sigue estando muy por encima de los cupones que ofrecen las emisiones de deuda más seguras.

3. Estacionalidad de las aportaciones

Precisamente debido a que las campañas comerciales de las entidades financieras se concentran en el último trimestre del año, la mayor parte de las aportaciones sigue realizándose en ese periodo, lo que impide a los inversores beneficiarse de esa octava maravilla que se denomina interés compuesto. “Aunque se aprecia cierta desestacionalización en los últimos años, la mitad de las aportaciones se siguen haciendo en el último trimestre (en 2018 fueron el 50,41%, mientras que en 2015 se concentraron en los últimos tres meses el 61,43% de las aportaciones)” afirman desde Abante.

Además, el sentimiento del inversor influye tanto en la mente de éste que suele errar a la hora de decantarse por uno u otro activo ya que se tiende, por ejemplo, a invertir en bolsa cuando los mercados están en máximos y a refugiarse en renta fija cuando los mercados de renta variable caen renunciando a la posibilidad de comprar cuando un activo está barato y viceversa. “Este comportamiento del ahorrador tiene un coste en la rentabilidad que consigue en el largo plazo: si tomamos los precios medios de cierre del Ibex 35, esperar a hacer la aportación al último trimestre habría sido casi un 1% más caro en los últimos 10 años”, explican en el informe.

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