TRIBUNA de Yves Longchamp, responsable de análisis de ETHENEA.
Hoy casi no hay naciones europeas que no tengan que luchar contra la deuda soberana. Durante la crisis financiera los estados han hecho esfuerzos masivos para obstaculizar sus consecuencias económicas, así que el endeudamiento ha crecido considerablemente en varios países. ¿Las nuevas deudas serán un medio milagroso para estimular la economía?
Las nuevas deudas, o sea recursos financieros adicionales que superen los ingresos tributarios, se parecen un poco a una inyección de azúcar, en forma de chocolate, en que esperamos para fortaceler rápidamente nuestra productividad. Los gobiernos, en cambio, miran hacia los mercados financieros con el objetivo de relanzar las economías más debiles. Por experiencia propia sabemos que un momento de placer tan dulce no deja de tener consecuencias, transformándose en una subida permanente de la aguja de la balanza. En el caso de los estados, quien decide a largo plazo sobre la salud financiera del presupuesto es el equilibrio entre el endeudamiento y el PIB. ¿Qué puede hacer un país cuyo presupuesto puede verse en serias dificultades?
Las medidas de reducción de la deuda pueden ser de naturaleza fiscal, monetaria o de política económica.
La austeridad es probablemente la más conocida entre las medidas fiscales. Países como Portugal y Grecia, además de España, saben bien de lo que hablamos. Para reducir el endeudamiento soberano, el estado intenta realizar un superávit primario. La represión fiscal constituye otra medida de política fiscal. Por esta vía, el estado ofrece a los inversores privados estímulos, o los empuja con ternura, a la compra de bonos estatales. La demanda creciente corta su rendimiento y la subida esperada de los tipos debido al endeudamiento elevado puede ser obviada.
Las medidas de política monetaria, a su vez, son modeladas por los bancos centrales. Si una economía sufre financiariamente, las autoridades monetarias también enseñan posibles salidas de la crisis, pensemos en el famoso Whatever-it-takes de Mario Draghi. Gracias a la relajación de la politica monetaria, los bancos centrales pueden obtener una reducción del tipo de interés real por debajo del nivel de crecimiento real. Este método es puesto en marcha hoy en día por los bancos centrales en todo el mundo, a través de su política de tipos de interés de cero. Otro efecto esperado de la política monetaria laxa es la disminución del importe colosal de la deuda tras una inflación más importante.
Por último, aunque no de menor importancia, las reformas económicas también pueden marcar un camino de recuperación. Se podrían comparar a un cambio sostenible de nuestra alimentación, para volver al azúcar y a la balanza. Los gobiernos pueden reformar sus economías con la intención de estimular el crecimiento real y recortar el ratio de endeudamiento reforzando el PIB.
En los ultimos años fue posible observar algunas de dichas medidas. Si fueran coronadas por el éxito, conduciendo efectivamente a un recorte del ratio de endeudamiento, o no, depende también del hecho de que hayan perdido eficacia en el tiempo por otros factores. Puede ser que en un lado de la ecuación los tipos cero funcionen, mientras que en el otro lleguen déficits presupuestarios.
En resumen, no hay una fórmula mágica universal para rebajar la deuda. La subida de la inflación, por ejemplo, es un instrumento de politica monetaria difícil y peligroso. La política monetaria a día de hoy sólo puede tener efectos sobre el desarrollo futuro de la inflación, y una inflación demasiado alta puede ser negativa para un país. Es imprescindible diferenciar entre una inyección a corto plazo y las consecuencias a largo. La productividad de un país aumenta sólo temporalmente por los gastos adicionales, pero los resultados en términos de deuda tienen carácter duradero. A largo plazo, sólo un cambio nutricional puede mover la maldita aguja de la balanza. Queda claro que los estados no pueden pasarse de este cambio, es decir, de las reformas económicas.