¿Austeridad? ¿Austericidio? No, más bien gastericidio

Eugenio_Diaz_C_R
Imagen cedida

En primer lugar, quiero agradecerle a María Blanco que me haya prestado la palabra gastericidio para el título de este artículo. Reconozco que el tema sobre el que versa es un asunto polémico al que nadie es ajeno, ni deja indiferente. Las opiniones en cuanto a si hay o no hay austeridad son diversas, pero los números están ahí. En mi opinión, la austeridad, entendida como recortes en el gasto del sector público, no existe en este país. Es un mito. En las siguientes líneas intentaré demostrarles por qué.

Para empezar hemos de distinguir entre austeridad pública y austeridad privada. A modo de resumen, diremos que la austeridad pública se refiere básicamente a la reducción del gasto público para conseguir una consolidación de las cuentas públicas. Mientras que la austeridad privada está basada en los programas de aumento de los ingresos tributarios, es decir, subidas de impuestos. Para aquel que quiera profundizar más en esta cuestión le recomiendo que lea “austeridad y euroesclerosis” de Diego Sánchez de la Cruz, donde queda perfectamente explicado y se dan ejemplos reales de su aplicación en distintos países.

A mi modo de ver, el problema de España no es un problema de ingresos, sino de gastos. Este país lleva gastando alrededor de 100.000 millones de euros más de los que ingresa durante los últimos cuatro años. España jamás en su historia ha recaudado más de 433.209 millones (según datos del Ministerio de Hacienda) y eso fue en el pico de la burbuja. Para que se hagan una idea, el año pasado el conjunto del sector público español gastó 493.660 millones e ingresó 382.044 millones, lo que tiene como resultado un desfase de 111.616 millones que hay que cubrir con deuda. Desde el año 2007 hasta 2012, los gastos de las Administraciones Públicas han aumentado un 19,5% (80.697 millones). Además, sólo en uno de los cinco últimos años (2011) se ha reducido el gasto total. Por lo tanto, está claro que no hay austeridad pública.

Dicho esto, sí es cierto que se ha producido una disminución de los gastos en sanidad y educación estos dos últimos años. Ahora bien, los gastos en esas dos partidas siguen siendo superiores a los de 2007, que es el año de máxima recaudación en España. En educación se gastaron el año pasado 41.955 millones, 2.959 millones más que en 2007, y en sanidad se gastaron 61.976 millones, 3.008 millones más que en el pico de la burbuja. Con esto quiero mostrar que, si bien los recortes en estas áreas son ciertos, no son ni de lejos tan salvajes como nos venden los sindicatos y los partidos de izquierda. En parte entiendo el enfado de profesores, médicos y demás profesionales de estos sectores, que ven cómo los recortes los sufren sus sueldos. Por eso creo que deberían protestar por cómo se gasta el dinero (hay mucho gasto en comisiones de seguimiento, cargos dados a dedo, exceso de puestos administrativos, departamentos de protocolo, servicios de prensa…) más que por cuánto dinero se gasta en educación y sanidad.

Por el lado de los ingresos, está claro que la estrategia del Ministro de Hacienda, Cristóbal Taxman Montoro, no está funcionando para aumentar la recaudación, sino que la está reduciendo. Las más de 30 subidas de impuestos que ha llevado a cabo el ejecutivo de Mariano Rajoy están haciendo que la renta disponible de las familias y empresas disminuya, hasta tal punto que la demanda interna se ha derrumbado. Y sin consumo no salimos de esta.

La caída de los ingresos y el aumento del gasto han hecho que la deuda pública se haya disparado de forma tan escalofriante como espectacular. Según los datos del Banco de España, de acuerdo con el Protocolo de Déficit Excesivo (PDE), la deuda pública ha pasado de 36,3% del PIB en 2007 al 88,2% del PIB en marzo de este año. Teniendo en cuenta además los pasivos en circulación en manos de entes en los que la participación pública es menor del 50%, la deuda pública era del 112,2% del PIB, 1,17 billones (con b) de euros, a final de 2012. Austericidio, ¿verdad?

Mientras no corrijamos el déficit primario (el déficit sin sumarle los intereses de la deuda), nuestra deuda seguirá aumentando y con ella los intereses que hay que pagar. Y así sucesivamente. Para que se hagan una idea, España se endeuda a una media de 400 millones de euros diarios.
Llegados a este punto, creo que ha quedado meridianamente claro que en este país, en los últimos años, a la austeridad pública ni se le ha visto, ni se le conoce, por lo que las críticas a la señora Merkel y demás países que se han cansado de pagar nuestra fiesta, no están en absoluto justificadas, a mi modo de ver.

¿Cómo salir de esta? Pues no les voy a engañar, creo que aún nos queda. Ahora los indicadores adelantados parecen mostrar que estamos tocando fondo, pero me temo que, si no cambian mucho las cosas, nos quedan unos años de travesía por el fondo del valle.

Algunos economistas y políticos, en su mayoría socialistas (y aquí también meto al cada día más socialista Partido Popular) proponen un programa de inversiones públicas similar al nada productivo Plan E para reactivar la economía. ¿Cómo pagar esto? Con más deuda. ¿Y cómo pagar esa deuda? Pues no lo dicen, pero me temo que deben de haber descubierto un yacimiento de unicornios para pagarla, porque otra cosa es inviable. Otros piden una política monetaria expansiva al estilo de Estados Unidos, Reino Unido o incluso similar al modelo kamikaze que está implementado Japón (estos son los unicornios de los que antes hablaba y que explica muy bien Antonio España en su artículo “De unicornios y estímulos monetarios”). Pues bien, todo eso no funciona, como se está demostrando en Reino Unido, donde la economía no termina de levantar cabeza; en Japón, donde los datos macro no son muy halagüeños; ni en EE. UU., donde los efectos de la relajación monetaria sobre la reducción del paro son, cuanto menos, cuestionables.

Además, los que proponen imprimir moneda como solución, se olvidan de que la política monetaria expansiva del BCE ha hecho que su balance haya aumentado 1,5 billones (otra vez con b) de dólares desde el inicio de la crisis. Por lo tanto, las políticas monetarias expansivas no son la solución ya que, como bien indica Antonio España en el artículo anteriormente citado, “perpetúan la propensión del Estado a seguir expandiéndose y continuar incurriendo en déficit y contrayendo deudas". Y “cortocircuitan el necesario ajuste de una estructura productiva absolutamente desequilibrada, fruto de las malas inversiones de la burbuja”.

Considerar la deuda ilegítima y no pagarla como pide Izquierda Unida es simplemente suicida. No sólo porque perderíamos toda la credibilidad exterior y nos quedaríamos sin acceso al mercado de deuda para financiarnos, sino también porque el balance de nuestros bancos está hasta arriba de deuda pública y el fondo de reserva de las pensiones está en un 97% invertido en deuda pública española (de ahí el “éxito” de las subastas del Tesoro).

La solución pasa por bajar impuestos, recortar gastos improductivos (subvenciones, diputaciones, cabildos y demás gasto político) y atraer capital. Yo les recomendaría que leyesen el artículo de Daniel Lacalle “Diez propuestas para atraer el capital y promover el crecimiento en España”, en el que explica detalladamente las medidas que habría que tomar para salir de la crisis.

Espero que este artículo les haya servido para, al menos, plantearse que no todo lo que les llega generalmente por televisión y otros medios de comunicación es cierto. Que los sindicatos y los políticos sólo buscan perpetuar su forma de vida, pero que no son capaces de resolver el problema de gasto y deuda de este país, ya que ello supondría el fin de esta casta que fomenta el clientelismo y que, cuando hay que hacer algún recorte, lo hacen en la parte fácil y más cercana al ciudadano (infraestructuras, educación y sanidad), pero no en nada que pueda poner en peligro su más que acomodado modo de vida.

La austeridad no es mala, es prudencia presupuestara, como bien dice Daniel Lacalle. Simplemente no gastar más de lo que se ingresa. Pero si con ello no les he convencido, piensen lo siguiente: ahora que está tan de moda lo de salvar el planeta para nuestros hijos, la solidaridad intergeneracional y toda esta clases de cosas, ¿es justo que, nada más nacer, un niño o niña de este país lleve ya 20.000 euros de deuda pública sobre su espalda? ¿Es justo hipotecar el futuro de nuestros descendientes para seguir pagando la fiesta de actual AVE, subvenciones, administraciones duplicadas y demás gasto político? Señores, la deuda se paga, cada día, con impuestos e inflación. Bueno, la pagaran nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas. Muy ético, muy moral ¿verdad? Piénsenlo.