Los bancos centrales son fundamentales para el desarrollo económico. Entre sus funciones, destacan la supervisión de las instituciones financieras que operan en el país, así como velar por el buen funcionamiento y la estabilidad del sistema financiero nacional, interviniendo en los órganos de administración si es preciso. La crisis financiera ha desatado numerosos ejemplos de intervención, entre ellos, dos casos recientes que demuestran la complejidad en la toma de decisiones que motiva a un banco central a controlar una institución financiera.
Bankia es el resultado de una fusión de siete cajas de ahorro, convirtiéndose en una entidad con más de 10 millones de clientes. Al poco de aprobar su fusión, solicitó más de 4.500 millones de euros al Frob y realizó una importante ampliación de capital ofreciendo títulos al público en el mercado de valores en 2011. A la cabeza, el señor Rodrigo Rato, ex director del Fondo Monetario Internacional. Después de anunciar un reparto de dividendos en su primer año, se generan dudas sobre la viabilidad financiera de Bankia. El banco central español (Banco de España) fuerza el cambio del señor Rato por el señor Goirigolzarri, aceptado de forma unánime por el consejo de administración de la entidad. Los resultados del año 2011 de Bankia pasan de 309 millones de euros de beneficios a cerca de 3.000 millones de euros de pérdidas. La situación de la entidad se deteriora y el gobierno español se ve obligado a inyectar 19.000 millones de euros adicionales, convirtiéndose en el mayor accionista de la entidad. Los accionistas de Bankia han perdido casi la totalidad de su inversión en menos de dos años.
El segundo caso es el de Grameen Bank, fundado en 1976 en Bangladesh por el señor Muhammad Yunus. El banco tiene como misión el acceso financiero a los más desfavorecidos de un país donde el 50% de la población vive con menos de un euro al día. Grameen Bank es coloquialmente conocido como el "banco de los pobres", y el primer banco en la historia que ha recibido el Premio Nobel de la Paz junto con el señor Yunus en el año 2006. Con 8,3 millones de clientes, 96% de ellos mujeres, el banco mantiene una tasa de devolución del 98%. Su capital está compuesto en un 97% por las mismas clientas y un 3% por el Estado.
Las denuncias de Yunus por la corrupción del país provocaron su dimisión
No se conocen problemas económicos por parte de la entidad, pero el Banco Central de Bangladesh forzó la dimisión del fundador y hasta ahora presidente, Muhammad Yunus, con el pretexto de que había sobrepasado la edad máxima de jubilación de 60 años en contra de la opinión del consejo de administración de la entidad. El señor Yunus tiene 71 años mientras que el ministro de Finanzas de Bangladesh tiene 77. Muchos consideran este movimiento como una venganza personal de la presidenta del país, Sheikh Hasina, por las denuncias del señor Yunus hacia la corrupción de la nación y por su efímero intento de presentarse a las elecciones. Lejos de conformarse con la destitución del señor Yunus, el gobierno ha eliminado una ley básica por la cual el consejo de administración elige al director ejecutivo del banco. En estos momentos, el presidente de la entidad, impuesto por el Banco Central de Bangladesh, puede elegir al director ejecutivo sin contar con el consejo de administración, que se compone de 12 asientos con derecho a voto, de los cuales nueve son de clientes de la entidad y tres de miembros del gobierno. Esto representa una toma de control efectiva por el gobierno del país sin controlar el accionariado ni el consejo de administración.
Estos casos demuestran la variedad y complejidad que motivan la intervención por parte de bancos centrales en instituciones financieras. El objetivo de las dos actuaciones es controlar la entidad sobre la que se actúa. En el caso de Bankia, la intervención por el banco central ha sido interpretada como necesaria para salvaguardar el sistema financiero español, aunque pocos entienden por qué el Banco de España permitió la fusión de las diferentes cajas de ahorro un año antes de intervenirla. La opinión general sobre la intervención de Grameen es que puede llevar a la desaparición de la entidad, pues se teme que, bajo el control del Estado, Grameen deje de servir a los clientes más pobres, pierda su disciplina interna y genere corrupción. En palabras del señor Yunus, “la idea de que Grameen sea controlado por el gobierno da miedo”.