Jorge Silveira Botelho, responsable de gestión de activos de BBVA AM Portugal explica en esta tribuna las señales a las que hay que estar atento que pueden marcar el inicio de una recesión.
COLABORACIÓN escrita por Jorge Silveira Botelho, responsable de gestión de activos de BBVA AM Portugal.
Uno de los mayores errores de la Gran Recesión de 2008 fue el hecho de que los bancos centrales no se dieron cuenta de que la estabilidad de precios, en sí misma, no ofrece ninguna garantía de estabilidad financiera. Y es bueno tener esto en cuenta, porque uno de los mayores errores analíticos que pueden estar cometiéndose actualmente es sobreestimar el carácter estructural de la inflación y subestimar los efectos de los riesgos del apalancamiento financiero sobre la economía.
Las recesiones son, sobre todo, el resultado de la construcción de expectativas de los agentes económicos que, ante el análisis de un conjunto de variables económicas, sociales y políticas, comienzan a anticipar, a distintos ritmos, fenómenos y comportamientos nocivos para su bienestar y buscar minimizar el riesgo de su impacto. Por eso las recesiones no siempre son fáciles de anticipar, porque muchas veces no son perceptibles, hasta salir de nuestro campo de visión, a pesar de muchas veces estar caminando junto a nosotros, en Blindspot.
A pesar de los aparentes buenos datos de actividad económica y empleo de este tercer trimestre de 2023 en EE.UU., actualmente hay tres señales claras de que la economía americana se encuentra en un punto ciego.
La primera señal es el movimiento brutal de los tipos de interés reales a largo plazo, que se sitúan en torno al 2,5% y ya están por encima de las expectativas de inflación a largo plazo dadas por Breakeven (Fuente: Bloomberg).
Evolución de los tipos de interés reales y de las expectativas de inflación a largo plazo en Estados Unidos durante las últimas dos décadas.
Fuente: BBVA AM y Bloomberg
Existe un problema de credibilidad en la administración de la política económica en Estados Unidos, tanto a nivel fiscal como monetario, lo que explica visiblemente este fuerte aumento de los tipos de interés reales a niveles anteriores a la Gran Recesión.
El problema estructural del déficit y consecuentemente de la deuda, no cambió con este brote inflacionario, al contrario. La deuda privada (empresas + familias) está prácticamente en los mismos niveles que en 2007, mientras que la deuda pública americana pasó del 62,6% en 2007 a un 124,1% estimado (Fuente: FMI y WH), es decir, prácticamente se duplicó... lo que se puede deducir es que hay demasiada deuda en la economía y esta deuda es muy difícil de soportar el nivel actual de tipos de interés reales.
La segunda señal es la confianza de los consumidores estadounidenses que, supuestamente, a pesar de los altos niveles de empleo, están empezando a mostrar signos de preocupación por la dinámica económica futura a la luz de la dirección de las políticas económicas actuales. Cabe señalar que el empeoramiento de las condiciones crediticias en el crédito al consumo, ya sea tarjetas de crédito o crédito para automóviles, comienza a tomar relevancia (Fuente: Senior Loan Survey de FED). Siempre que hay un fuerte deterioro en las expectativas de los consumidores dada su situación actual, la recesión de una forma u otra se manifiesta de forma visible (Fuente: Bloomberg)
Relación entre recesiones y la diferencia entre las expectativas y condiciones actuales del consumidor americano (Fuente: Conference Board)
Fuente: BBVA AM y Bloomberg
La tercera señal es obviamente la inflación. Se creó una percepción excesiva de que habíamos entrado de nuevo en un proceso inflacionario similar a los años 1970/80. Sin embargo, ya se ha comprendido que las principales causas de la inflación que experimentamos no han sido totalmente estructurales; fueron, sobre todo, el resultado de un conjunto único y casi simultáneo de shocks exógenos, entre ellos una pandemia, una guerra y un shock energético. A estos shocks exógenos se sumaron naturalmente algunos factores endógenos, incluidos errores típicos de política económica, ya sea fiscal, monetaria o energética, pero, en gran medida, muchos de estos errores se han resuelto. Los problemas ahora tienen otra naturaleza...
El problema de la inflación en EE.UU. no fue causado por el mercado laboral, porque entre el inicio de la pandemia y finales de agosto de este año, los salarios reales crecieron apenas un 0,17% en términos anuales…
Fuente: BBVA AM y Bloomberg
Una vez pasado este brote inflacionario, los Bancos Centrales, en este caso la Reserva Federal, tienen que reflexionar sobre qué tipo de inflación seguirá, especialmente en una etapa en la que la oferta de bienes y servicios se está normalizando y la dinámica de la demanda comienza a retraerse. Es difícil ignorar cómo los niveles excesivamente altos de los actuales tipos de interés reales a largo plazo exponen completamente el grillete de la deuda y los riesgos deflacionarios asociados.
El aterrizaje suave de la economía, el famoso soft landing, está al alcance de las autoridades americanas, pero para lograrlo no hay que ignorar que el riesgo de recesión ya se ha instalado en Blindspot y, a estas alturas, la economía no seguirá siendo normal durante mucho tiempo. Lo que se recomienda en estos momentos es que los tomadores de decisiones de política económica no se distraigan creando falsos problemas, porque la verdadera credibilidad de la política económica, ya sea fiscal o monetaria, es transmitir a los agentes económicos las coordenadas adecuadas para que puedan formular correctamente sus expectativas. Cuando este no es el caso, se precipitan las recesiones, y éstas son siempre el factor más importante de la desigualdad económica y social.