Código de gestores de activos: distinguiendo entre asesores financieros éticos e ilusionistas

Javier_Romero
Imagen cedida

Bajo este título preparó nuestro colega Alexander Flatscher, director de Estándares Profesionales de CFA Institute para Asia-Pacífico, un interesante artículo sobre los principios éticos que deben caracterizar a los asesores financieros.

Planteaba Alexander la siguiente pregunta: ¿qué diferencia a los ilusionistas de los asesores financieros? Señala, entre otras, las expectativas que se crean sobre la actividad de unos y otros. Mientras que se admite que los magos traten de confundir a su público y mantengan oculto con gran celo cómo lo hacen, los clientes exigen a su asesor que les informe adecuadamente de qué hay detrás de su inversión y qué está ocurriendo con ésta.

Del desarrollo de esta contraposición se destila el valor que tiene la información en el entorno de las inversiones y el compromiso con la transparencia que debe guiar a los profesionales de la gestión de activos.

Por transparencia no debemos entender simplemente el proveer al inversor con una caterva de cifras y de documentación. El conocimiento y la experiencia financiera de los clientes, especialmente los minoristas, no siempre les permite analizar y asimilar adecuadamente los datos que se presentan y, por tanto, es labor de las entidades amoldar la información a sus particularidades, esto es, hacerla  accesible, destacando aquellos aspectos que pudieran determinar la toma de algún tipo de decisión.

Aunque resulta obvio, merece la pena recordar que la relación con nuestro “público” no se limita al momento de la contratación. Tras la firma de un mandato o la adquisición de alguna participación en un vehículo de inversión colectiva, se espera que el gestor continúe comunicando de manera inteligible cuál es la naturaleza de las inversiones que realiza, el porqué de las mismas, sus riesgos, los beneficios o pérdidas -preferiblemente los primeros- que han generado y el origen de éstas.

Es difícil encontrar a un gestor infalible y, por tanto, es igual de complicado encontrar a un cliente plenamente feliz. No obstante, cuando las reglas del juego y el resultado del mismo están claros hay menos conflictos y aumenta la confianza en un sector cuya imagen se ha visto perjudicada por algunas malas prácticas.

Ahora cambiemos nuestro papel y pongámonos en la piel del cliente. Nosotros mismos lo habremos sido alguna vez. ¿Cómo identificar al gestor para el que todo esto que venimos comentando deja de ser un idílico acompañamiento “ad libitum” y pasa a convertirse en el auténtico “leitmotiv” de su actividad? O de manera más prosaica, ¿cómo separar el grano de la paja?

CFA Insitute promueve una serie de códigos que manifiestan, para quiénes se adhieren a ellos, un compromiso con la profesionalidad y la ética.

Entre ellos, nos encontramos con el Código Ético y Principios de Conducta Profesional que suscriben los miembros de CFA y, que, citándolo, supone asumir la obligación, entre otras muchas, de “actuar con integridad, competencia, diligencia, respeto y de manera ética con el público, clientes […]”.

Medidas internas

Asimismo, las entidades pueden aplicar internamente un código de comportamiento ampliamente respetado, como es el Código de Conducta Profesional de Gestor de Inversiones (Asset Manager Code of Professional Conduct, en inglés), o presentar los resultados de su gestión de acuerdo con unos criterios homogéneos y de calidad como los propuestos por los Global Investment Performance Standards (GIPS).

Verificar que la entidad y los gestores a los que se está confiando el dinero asumen alguno de estos códigos permite conocer, como concluía Alexander, que, al menos, tratan de diferenciarse de ilusionistas.