Cómo afecta la geopolítica a la asignación de activos en una cartera

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hz536n/George Thomas, flickr, creative commons

De acuerdo con el excepcional libro de Pippa Malmgren (Geopolitcs for Investors, 2015), por riesgo geopolítico se entiende aquello que puede suceder por causa del esfuerzo de los estados en proyectar su poder.

El estudio de su impacto sobre las carteras de inversión tiene escasa literatura académica, comparada con otros temas. Algo sorprendente, teniendo en cuenta que supone una de las principales preocupaciones de organismos (por ejemplo, advertencias estos últimos meses de FMI, Fed o BCE sobre su posible impacto negativo sobre la estabilidad financiera) y gestores de inversión (Gallup en 2017 publicó una encuesta mostrando que los inversores temían más este riesgo que el político o el económico).

En realidad, incluso preocupándoles, muchos inversores suelen ignorar este riesgo a la hora de elaborar una cartera. Esto se debe, principalmente, a la complejidad de su medición, en un mundo que prioriza ante todo lo cuantitativo.

En todo caso, hasta la fecha han existido dos formas de abordar el tema: En primer lugar, se ha tratado de calcular el impacto a posteriori sobre los diferentes activos de eventos calificados como geopolíticos (brexit, sanciones a Irán, tensión comercial, etc). Y la otra opción ha sido la de  elaborar índices, normalmente basados en noticias, que adviertan de incrementos de este riesgo a priori. En este sentido, el GPR Index, ideado por D. Caldara y M. Iacovello, es uno de los indicadores más conocidos.

Ambas son maneras de afrontar el tema aún incompletas, que necesitan desarrollo de nuevos trabajos para poder usarse de forma más precisa.

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Fuente: “Measuring Geopolitical Risk” by Dario Caldara and Matteo Iacoviello at https://www2.bc.edu/matteo-iacoviello/gpr.htm

Otros motivos para ignorar este riesgo es que muchos aseguran que el impacto  de su materialización es de corto plazo, y principalmente limitado tanto geográficamente como por clase activo. Por tanto, sólo tendría sentido una aproximación puramente táctica o en la selección de inversiones concretas.

Y de acuerdo a los análisis más importantes sobre el tema, así es. Por ejemplo, las acciones (medidas a través del MSCI World) parece que suelen recuperar todo lo cedido tras un evento de este tipo en torno a un mes después. Los bonos, en torno a tres meses.  Se suele ver, en este sentido, incluso como oportunidades para crear posiciones. La peor parte recae sobre las materias primas, que absorben la mayor parte del impacto y suelen tardar incluso años en devolver lo cedido, especialmente en el caso de conflictos prolongados.

Sin embargo, el problema de sacar conclusiones precipitadas de lo expuesto anteriormente es que estas sean consecuencia de cierto recency bias, fundamentado en que los escasos estudios sobre el tema se centran en la historia reciente. Una muestra pequeña que podría ser más bien la excepción que la regla, teniendo en cuenta que la actual Pax Americana (durante la que no ha habido ningún conflicto armado directo entre las principales naciones) nació tan sólo en la mitad del siglo pasado fruto del orden mundial acordado en Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial.

Teniendo en cuenta que este sistema se sostiene sobre la idea de la relativa libertad de movimiento de bienes, capitales y personas (es decir, que sean los mercados los que asignen la riqueza y no los gobiernos), no podemos negar que esté más amenazado que nunca, dado el auge de los diferentes movimientos sociales y políticos actuales contrarios al libre comercio, anti inmigración, etc.

De hecho, centrándonos tan sólo en la parte comercial, como advierte el NBER en su publicación de mayo: “los aumentos recientes de aranceles no tienen precedentes en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial en términos de amplitud, magnitud y tamaño de los países involucrados”.

Y aún con todo, incluso en este periodo de relativa prosperidad, la geopolítica fue la principal o una de las principales causas de 3 de las últimas 6 recesiones (1973, 1980 y 1990). En unos mercados con un protagonismo creciente del corto-placismo (algoritmos, etc) incluso los activos más líquidos pueden verse afectados fuertemente por un evento de cola: de acuerdo a un análisis de Goldman Sachs, los bonos estadounidenses han experimentado 30 sesiones con movimientos intradiarios tres veces sobre su desviación típica (3-sigma) en la última década. El S&P 500, 41. ¡En una distribución normal cabría haber esperado tan sólo 3!

Ignorar el riesgo geopolítico a la hora de elaborar y gestionar la cartera es, por todo lo expuesto, un error grave. Parafraseando a D. Yankelovich, figura clave de las ciencias sociales modernas: el primer paso es medir aquello que se puede medir fácilmente, y hasta ahí es correcto. El segundo, ignorar lo que no se puede medir fácilmente, lo cual es engañoso. El tercer paso es suponer que si no se puede medir fácilmente no es importante. Esto es ceguera. El cuarto paso es asegurar que lo que no se puede medir fácilmente no existe. Y esto, es suicidio.