TRIBUNA de Luis Fernando Utrera, subdirector del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB.
TRIBUNA de Luis Fernando Utrera, subdirector del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB.
Vivimos la cuarta revolución industrial. Esto dejó de ser una opinión hace tiempo, para ser un dato. Y nunca mejor dicho. Las tres anteriores, transformaron la vida humana, igual que esta. En todas hubo “disparadores” del proceso: mecanización, electricidad o manufactura masiva. Y ahora: Big Data, Inteligencia Artificial, robótica y tecnología Fintech. Su efecto se multiplica exponencialmente, llegando a todos los rincones, incluido el dinero.
En 2008 nace el Bitcoin, primera de las miles de criptomonedas actuales (del griego kryptos: oculto, para subrayar su anonimato), compitiendo con el dinero “normal” como medio de pago o de ahorro y, por si fuese poco, la pandemia ayuda al abandono paulatino del uso de dinero en efectivo.
Creo que bitcoin en un pozo negro poco aconsejable, pero que no se nos escape que, hasta ahora, el efectivo ha sido el principal vehículo para blanqueo de capitales, evasión fiscal y financiación del terrorismo.
Los bancos centrales opinaban que el bitcoin era un activo especulativo más, cuyo valor dependía de la oferta/demanda y de que solo pueda haber 21 millones de bitcoins en circulación. Para ellos, la razón para que un bitcoin valga 30.000 o 500€ es parecida a la que hace que un Picasso valga 57 millones: subjetividad y oferta/demanda, pero nada “real” detrás.
No todas las divisas digitales son criptomonedas
Si la cosa no hubiese pasado de una “fricada tech”, los bancos centrales no se hubiesen movido. La alarma sonó cuando grandes operadores tecnológicos entraron en juego. Facebook, con casi 2.400 millones de usuarios, quiere lanzar este año su divisa Diem (antes Libra), con su monedero electrónico y utilizando WhatsApp como mensajería. Aunque las dudas sobre su seguridad y protección de datos de usuarios se mantienen, la amenaza al statu quo es evidente y que las grandes tecnológicas tengan posición dominante en las finanzas mundiales, con posibles consecuencias sobre la estabilidad financiera, es más que una posibilidad. Por el M-Pesa, por ejemplo, ya circula la mitad del PIB de Kenia.
Así las cosas, los antes escépticos Bancos Centrales debían enfrentarse a la criptoamenaza. ¿Cómo? creando sus propias Divisas Digitales (CBDC), si es que querían mantener las riendas de la política monetaria, a la vez que aprovechaban los ahorros de la nueva tecnología blockchain, para verificar y registrar transacciones en tiempo real, facilitar pagos transfronterizos o mejorar la conexión con las políticas fiscales.
Los siete puntos
Hoy, el 10% de los bancos centrales del mundo piensan lanzar su propia divisa digital antes de los próximos tres años y un 80%, lo está estudiando. El Banco Central de China seguramente sea el primero. El BCE lanzará el cryptoeuro. Esto supone importantes dilemas para los bancos centrales:
1. No está claro cómo las monedas digitales afectarán a la política monetaria, basada en el control del dinero en circulación. Lo cierto es que el agregado monetario ha dejado de ser importante. Por un lado, se teme que la oferta monetaria deje de ser un termómetro de la inflación y, por otro, que el uso de divisas digitales haga perder a los bancos centrales su control sobre el sistema de pagos.
2. La tendencia a prescindir del uso de dinero en efectivo es clara, pero siendo una realidad en los países nórdicos, queda recorrido en otros países. El uso, cada vez más extendido del dinero electrónico puede desatar procesos de exclusión financiera entre los segmentos de la población con menor acceso a pagos digitales.
3. Sin embargo, la desaparición del dinero fiduciario, permitiría que unas tasas negativas, como las actuales, fuesen más eficientes en materia de política monetaria, ya que el efectivo siempre tiene una tasa de interés, como mínimo, del cero por ciento.
4. Habrá dos universos de pagos: el mayorista (industria) y el minorista (particulares). ¿Será un sistema anónimo o identificativo? Probablemente sea el segundo. Pero como el sistema anónimo de pagos se mantendrá por otras vías, la existencia de las CBDC obligará, seguramente, a coexistir con el efectivo (anónimo).
5. El modelo de banca comercial cambiará radicalmente, al verse comprometida su tradicional fuente de financiación con depósitos de clientes.
6. La CBDC democratizará el uso del banco central porque ofrecerá refugio cuando alguien quiera pasar su dinero de una cuenta bancaria tradicional a otra bajo el paraguas del banco central. Lo que puede ser tan bueno como peligroso: competencia con los bancos, desintermediación que rompería el equilibrio depósitos/créditos y una potencial volatilidad en los balances difícil de manejar. En caso extremo, las CBDC pueden suponer el replanteamiento del sistema financiero global.
7. La seguridad del sistema a salvo de ciberataques, cosa que no afecta al sistema de dinero tradicional (aparte de las falsificaciones).
Sea como sea, la revolución está en marcha y es imparable.