TRIBUNA de María José Martínez Blázquez, Asociada EFPA Nº 2.452 y finalista del concurso de diciembre de EFPA España y Funds People.
No se si, como suele decirse, todos tenemos un precio pero lo que sí está claro es que el precio marca muchas de las decisiones de nuestras vidas en general y de la economía en particular.
No deja de ser curioso el fenómeno que se ha denominado indeflación y por el cual, los activos financieros se ven presionados al alza mientras que los bienes de consumo lo hacen a la baja... ¿magia? Sí, el mejor truco de los “magos” de los bancos centrales: políticas monetarias expansivas cuyos flujos se han dirigido hacia los mercados financieros y no hacia los mercados reales (consumidor y empresas).
Desde el mes de junio hemos visto cómo el crudo retrocedía desde los niveles máximos de 107 a 74 dólares por barril. Pero no es la única materia prima que ha sufrido caídas en lo que llevamos de año: trigo, soja, maíz y algodón han seguido la misma tendencia. Los principios de la macroeconomía (y la lógica) nos dicen que el precio se establece por una conjunción de oferta y demanda, mayor demanda supone un mayor precio (claro ejemplo son las entradas de un R.Madrid – F.C. Barcelona) mientras que una mayor oferta supone una caída en el precio.
Es complicado dilucidar las razones que justifican los movimientos del petróleo, ya que existen posiciones de tipo especulativo y nada tienen que ver con la economía real. Sin embargo, a raíz de lo visto en otros materiales básicos, no parece descabellado pensar que la debilidad de la demanda puede ser una de ellas. Como decía Roubini hace unos días: “sólo uno de los cuatro motores de la economía funciona” (EE.UU. y Reino Unido).
A principio de año Draghi comentaba que "el ajuste de precios era necesario para mejorar la competitividad, al menos en la periferia". Desde máximos, los costes laborales han caído más del 7% en España. Si caen los salarios, lo hace la renta disponible, y con ello la demanda del consumidor, por lo tanto menores precios y menor crecimiento.
¿Por qué todo el mundo, bancos centrales incluidos, teme la inflación o la falta de ella? Según la teoría económica, la deflación lleva consigo posponer decisiones de compra a la espera de precios más bajos. Supone además, que la deuda sobre PIB se incremente, dado que los ingresos vía impuestos se ven reducidos. Con ello, los gobiernos se ven abocados a reducir gastos, llevándonos de nuevo al principio, menor demanda y menores precios. Mientras tanto, las empresas en este entorno incierto también retrasan sus decisiones de inversión… Un círculo por tanto más que vicioso. La política monetaria poco puede hacer en estos momentos con tipos de interés en 0%. Por si fuera poco, con niveles bajos de inflación y tipos de interés, se está dispuesto a pagar más por los activos financieros, cuyos precios, como hemos comentado al principio llevan tiempo subiendo.
Menuda movida financiera la que tenemos, queda por ver cómo nuevas medidas no convencionales salen de la chistera de nuestros magos para frenar eso de la indeflación.