Cuando lo alternativo se hizo estructural: la historia de los mercados privados

Tania Salvat_noticia
Firma: cedida (BlackRock).

TRIBUNA de Tania Salvat, responsable del Negocio Institucional en España, Portugal y Andorra, BlackRock. Comentario patrocinado por BlackRock.

Los mercados privados han dejado de ser una inversión alternativa. De hecho, su papel como elemento central de las carteras ha hecho que este tipo de inversiones, que llegaron a las carteras como fuente de diversificación ante una coyuntura compleja, se haya consolidado como uno de los pilares sobre los que debería asentarse cualquier estrategia equilibrada.

Tanto es así que nuestro equipo de análisis, el BlackRock Investment Institute (BII), ha determinado que los mercados alternativos se han ganado el derecho de entrar con un peso del 20% en la fórmula básica de construcción de carteras, que ha permanecido durante décadas en el conocido como 60/40, en la que algo más de la mitad de la cartera se asignaba a renta variable para destinar los recursos restantes a renta fija. El nuevo paradigma de la inversión se asienta sobre la nueva fórmula 50/30/20. Y parece que es un paradigma con vocación de permanecer durante mucho tiempo.

Esta transformación se ha producido de la mano de la propia transformación de los mercados durante lo que se ha denominado la Gran Moderación, un periodo de casi cuatro décadas en los que la inflación y los tipos se caracterizaron por desplazarse en rangos mínimos. Pero esto se acabó. La combinación de eventos de distinta naturaleza, entre los que se encuentra la pandemia, las tensiones geopolíticas o los problemas en las cadenas, plantearon una serie de desafíos que terminaron por alterar la naturaleza del mercado hasta desembocar en un nuevo régimen.

Este cambio se manifiesta, entre otras cosas, con la correlación entre la renta variable y la deuda. Que esta variable sea negativa implica que los resultados se están moviendo en direcciones opuestas, tal y como ha pasado en las últimas décadas, por lo que ambas clases de activos ofrecían un importante componente de diversificación. Sin embargo, el nuevo régimen ha provocado la correlación entre ambas, por lo que ha disuelto las propiedades diversificadoras de la fórmula 60/40.

¿Cuál es el antídoto para volver a equilibrar la carteta? El BII lo tiene claro: integrando de manera estructural todas las ventajas de los mercados privados. Estas inversiones pertenecen a un universo nicho más rico del que muchos puedan pensar en un primer momento, y que engloban inversiones en capital privado, infraestructuras, crédito privado e inmobiliario, cada una de ellas con sus particularidades.

Evidentemente, la posición del 20% es un ejemplo y cada inversor debe analizar qué es lo que más le conviene a la hora de construir su cartera, pero la estandarización de una posición en este segmento es ya en sí bastante revelador de las grandes ventajas que puede ofrecen. Estos activos se negocian con una frecuencia menor que los cotizados, por lo que mitigan la excesiva sensibilidad de las plazas cotizadas a la inmediatez informativa.

Eso sí, estos mercados tienen un componente de iliquidez que los inversores deben comprender. De hecho, es esta característica la que ha hecho que su utilización haya estado tradicionalmente más vinculada a inversores institucionales que minoristas, aunque los avances tecnológicos y regulatorios están democratizando estas inversiones y favoreciendo su implantación en carteras minoristas, especialmente en el ámbito de la banca privada.

Los ELTIF son uno de estos avances. Su aprobación ha permitido salvar una de las barreras a las que se enfrentaban los inversores europeos a la hora de explorar este universo. De hecho, su aprobación ha sido tan positiva que la Unión Europea ya está trabajando en los ELTIF 2.0, que está llamada a simplificar tanto la gestión como la distribución de estos productos y, por lo tanto, su posición como uno de los elementos centrales con los que debería contar toda cartera equilibrada.