Hace un año exactamente, el leitmotiv de nuestras perspectivas era “2012, el año de la bifurcación”. La alternativa era alarmante, pero simple: o la eurozona hacía progresos convincentes para salvar su crisis de gobierno o se iba a iniciar un proceso irreversible tendente a un desmantelamiento caótico, aumentando las nefastas perspectivas de depresión global.
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