TRIBUNA de David Martín, head of Private equity para Iberia, Tikehau Capital. Comentario patrocinado por Tikehau Capital.
Europa vive un momento fundamental en su devenir socioeconómico. La herencia del COVID-19 ha dejado un poso de vulnerabilidad en ciertas capas que a día de hoy siguen marcando la agenda de los países que la componen, temática que a su vez está en la mesa de la industria del capital riesgo. Mientras nos acercamos al hito de los 450 millones de habitantes, Europa sigue en el proceso de asumir que todo lo que hemos pasado no es sino la antesala de lo que viene por delante, un proceso que requiere tomar decisiones ambiciosas y de ampliado calado estratégico, en el que el capital riesgo promete tener un protagonismo relevante como factor dinamizador.
La pandemia alteró las dinámicas del mercado único europeo, afectando a factores competitivos clave a nivel económico. Nuestra industria no solo sufrió el cierre de fronteras entre países, motor clave del desarrollo competitivo de ésta, sino que la falta de planes de contingencia alteró la cadena de suministro dada la alta dependencia de proveedores de fuera de Europa. Quién podía prever los efectos de la falta de materia prima clave, de repuestos y recambios, de chips… y que todo ello viniera de un parón en la movilidad de bienes y servicios provocado en gran medida por un virus.
En dicho contexto, los planes de resiliencia europea ahondan en la necesidad de reforzar nuestra capacidad de respuesta y recuperación ante hechos tan imprevisibles como el COVID-19. Los planes de contingencia pasan sin duda por desarrollar ecosistemas industriales de proximidad, basados en modelos sostenibles, especialmente en aquellas industrias que han demostrado su criticidad e impacto durante la pandemia.
Y el desarrollo de ecosistemas industriales sostenibles nos llevan a un ciclo de fuerte inversión en los próximos años, donde se va a movilizar un volumen ingente de recursos tanto a nivel público como privado. La Unión Europea ha dejado claro que aspirar a una mayor autonomía estratégica pasa por apostar por la reindustrialización. Una mayor soberanía industrial, una cadena de suministro relocalizado, sostenible, descarbonizada y digital promete ser un reto que adquiere dimensiones muy relevantes, al poner en perspectiva que estamos hablando de un sector que agrega cerca del 80% de las exportaciones europeas al resto del mundo y emplea a cerca de 35 millones de profesionales (fuente:consejo de la Unión Europea). Ganar en competitividad requiere un esfuerzo masivo y continuado en el tiempo y una fuerte inversión para asegurar un crecimiento sostenible y resiliente.
Y si hablamos de programas de inversión, de catalizar recursos públicos y privados para inyectarlos en la economía real, el rol del capital riesgo es sin duda clave. No solo por la capacidad del sector para apuntalar proyectos alineados con los objetivos europeos, sino por la experiencia a la hora de acompañar a las empresas familiares y a las PYME, verdadero motor industrial europeo, en su transición hacia este nuevo modelo productivo. Institucionalizar, ordenar procesos de transición familiar, y dotarlos de la escala para que los proyectos industriales sean competitivos en los mercados internacionales forman parte de la propuesta de valor del capital riesgo. Y es así mismo su apuesta, como socio del ecosistema industrial europeo para que la resiliencia de éste no sea una aspiración sino una realidad.