Disponemos de dos puntos de vista para abordar los actuales mercados bursátiles: optimista ("el vaso medio lleno") o pesimista ("el vaso medio vacío").
El vaso medio vacío
El alza de las cotizaciones bursátiles registrada los dos últimos años no ha venido acompañada de un aumento de los beneficios empresariales. En Europa, esos beneficios incluso han descendido. Por consiguiente, los múltiplos de valoración se han disparado. Si dichos múltiplos todavía no parecen desmesurados, es porque los márgenes de beneficios de las empresas son muy elevados, lo que infla los beneficios y reduce el ratio precio/beneficio (PER), principal medida de valoración empleada por lo general. La historia económica indica que esta situación no puede durar. Si se tienen en cuenta los beneficios normalizados, algunos mercados se contratan muy por encima de su media histórica. Es lo que sucede, en especial, en el mercado estadounidense.
Empiezan a aparecer excesos especulativos. En Estados Unidos, el volumen de accio- nes compradas a crédito está a punto de marcar un nivel récord. El índice de valores biotecnológicos ha multiplicado por más de dos su valor desde principios del año pasado. La capitalización bursátil de Facebook ha pasado de 70.000 a 200.000 millones de dólares en poco más de un año. No dejan de producirse nuevas salidas a bolsa, y en general la demanda de suscripción supera con creces la oferta.
La situación económica sigue siendo preocupante. Las políticas impulsadas por los bancos centrales han favorecido al sector financiero estimulando los precios de los activos financieros e inmobiliarios (lo que, al mismo tiempo, ha ampliado las des- igualdades sociales), si bien no han tenido repercusión alguna en la economía real. Es más, han contribuido a evitar la aplicación de los ajustes necesarios, han provocado que la economía dependa cada vez más de unos tipos bajos y han creado nuevos des- equilibrios, todo lo cual ha impedido que el repunte del crecimiento se sustente sobre unos cimientos sanos. En este proceso, cada vez se cuestiona más el principio mismo de la economía de mercado.
Aumentan los riesgos geopolíticos.
El vaso medio lleno
Los tipos de interés seguirán muy bajos durante mucho tiempo. Los tipos a corto plazo están directamente bajo la batuta de los bancos centrales, que ya han comunicado que los mantendrán en niveles históricamente bajos. En teoría, los tipos a largo plazo vienen determinados por el mercado. Sin embargo, en la práctica, cada vez están más influenciados por las medidas adoptadas por las autoridades monetarias. De todos modos, dado el alto nivel de endeudamiento en la mayor parte de los países industrializados, la actividad económica ha pasado a depender de unos tipos bajos, por lo que, de producirse una subida de los intereses, sería temporal.
Unos tipos bajos justifican unos múltiplos de valoración más elevados, siempre y cuando no haya cambios en el resto de los factores. Los múltiplos han aumentado de forma significativa los dos últimos años, si bien no se hallan en niveles absurdos. Pese a la aparición de excesos especulativos en determinados sectores, son muchos los inversores que todavía arrastran las consecuencias de las dos grandes fases bajistas de la primera década del siglo y que se muestran reticentes respecto a la renta variable.
Los altos márgenes de beneficios se deben al bajo nivel de los tipos de interés y de los tipos impositivos a los que están sujetas las empresas, así como a unos costes salariales contenidos, en parte gracias a la tecnología. No parece que ninguno de estos elementos vaya a experimentar un cambio de rumbo. Los gastos de inversión de las empresas siguen siendo moderados, lo que les permite utilizar su tesorería para recomprar sus propias acciones (aumentando así el beneficio por acción) e incrementar su dividendo.
Siempre cabe la posibilidad de que se produzca una corrección. Ahora bien, las autoridades harán todo lo que esté en su mano para evitar un desplome de las cotizaciones bursátiles.
¿Cómo podemos conciliar estos dos puntos de vista?
1. Comprando valores de renta variable en lugar de índices
El hecho de que los índices hayan registrado grandes avances pero el conjunto de los beneficios empresariales no les haya seguido la estela no significa que no sea posible encontrar oportunidades individuales. Apostando por empresas de calidad que cuenten con ventajas competitivas y sean más inmunes a un entorno económico com-plicado.
2. Teniendo expectativas realistas en cuanto al rendimiento que cabe esperar de una inversión en bolsa. El precio pagado determina el rendimiento. El bajo nivel de los tipos puede justificar múltiplos de valoración más elevados. No obstante, pagar múltiplos más altos conlleva que el rendimiento que cabe esperar de una inversión en bolsa será inferior a su media histórica.
3. Otorgando gran importancia al dividendo. El dividendo podría constituir una parte importante del rendimiento total de las acciones.
4. Disponiendo de un horizonte de inversión adecuado para una inversión en bolsa y aceptando la volatilidad inherente a dicha inversión