Framing

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tricky (rick harrison), Flickr, Creative Commons

Descrito por primera vez por Tversky y Kahneman (1981), el sesgo de encuadre o framing es un sesgo cognitivo que afecta a la toma de decisiones de los individuos dependiendo de la forma en que se presente la cuestión a decidir. Por ello, muchos individuos pueden tomar decisiones distintas ante supuestos de hecho equivalentes. El ejemplo con el que comenzaban su artículo en la revista Science ambos autores trata de una situación en la que podría verse cualquier responsable de sanidad de un país o comunidad concretas.

Ante la llegada de un virus exótico especialmente mortal, la administración se prepara para afrontar hasta 600 muertes por el mismo. Para minimizar el daño surgen dos alternativas, dos programas sanitarios que tendrán efectos dispares con el objetivo de rebajar el daño del virus:

  • El programa A, si es implementado, salvará a 200 personas.
  • Si el programa B se adopta, existe 1/3 de posibilidades de salvar a 600 personas, pero existe 2/3 de posibilidades de que ninguna persona se salve.

Es lógico que el lector, siempre que tenga cierto nivel de aversión al riesgo, eligiese el programa A de ser él el responsable de sanidad del territorio afectado, al fin y al cabo, salvar 200 personas cuando existen muchas posibilidades de que la enfermedad acabe con 600 puede considerarse como un logro. Lo cierto es que el programa A y el programa B pueden considerarse como equivalentes desde un punto de vista estadístico, dado que la esperanza matemática del programa B es: E[B]=1/3*600 +2/3*0=200. El hecho de que tienda a elegirse el programa A respecto al programa B guarda relación con la aversión al riesgo del que ya se ha hablado en otros artículos sobre behavioral finance en Funds People.

El sesgo de encuadre va más allá. Si ante el mismo supuesto de hecho se presentaran los siguientes posibles programas:

  • Programa 1: Si este programa es adoptado, 400 personas fallecerán.
  • Programa 2: De implementarse este programa, existen 1/3 de probabilidades de que nadie fallezca y 2/3 de probabilidades de que 600 personas mueran.

Es probable que la preferencia por el riesgo cambiara repentinamente y se optara por “arriesgarse” con el programa 2. ¿El motivo? Parece que la mente humana no está dispuesta a aceptar las pérdidas seguras que se le presentan con la formulación del programa 1 (pese a que son exactamente iguales que las del programa A de la pregunta anterior). En otras palabras, la descripción en forma positiva de los hechos es más atractiva que los mismos hechos descritos de forma negativa. Al menos estos fueron los resultados de Tversky y Kahneman para dos muestras distintas (el programa A recibía el apoyo del 72% de los encuestados, mientras que el programa 1 sólo era preferido por el 22% de la muestra).

Ahora bien, ¿se sostienen estos resultados cuando extrapolamos el supuesto de la cuestión a otros ámbitos profesionales? En la encuesta de marzo del Índice de Confianza del Inversor Institucional que elabora el grupo de investigación en Behavioral Finance de la Universidad Pontificia Comillas en colaboración con Funds People se intentó comprobar entre los participantes, todos ellos analistas, inversores, gestores de carteras etc. si prevalecía este sesgo como parece tan evidente en el ámbito académico.

A los participantes se les presentaron dos posibles alternativas de cobertura con derivados financieros ante un inminente crash bursátil. En una de las preguntas, la primera estrategia evitaría que 20 títulos de una cartera de 60 sufriesen pérdidas (se pedía a los encuestados que asumieran que cada título tenía una exposición similar en la cartera y que las pérdidas se repartían de manera homogénea entre todos los títulos) mientras que la segunda estrategia proporcionaba un tercio de posibilidades de que ningún título sufriera pérdidas y dos tercios de que todos los títulos sufrieran pérdidas.

El 55,74% de la muestra optó por la estrategia más adversa al riesgo, es decir, optó por asegurar que 20 títulos no sufrieran pérdidas, lo que parece en consonancia con la evidencia empírica que ya recogieron en los años 70 y 80 Kahneman y Tversky.

También se planteó un supuesto de hecho equivalente con respuestas equivalentes, pero cambiando el encuadre de las mismas de tal forma que se aseguraba, en primer lugar, una pérdida y se dejaba a la aleatoriedad, de manera similar a lo estipulado anteriormente, que todos los títulos tuvieran o no pérdidas. La sorpresa en este caso es que el porcentaje de la muestra que optó por la primera opción fue idéntico al de la pregunta anterior. Únicamente el 10% de la muestra cambió su respuesta, de los cuales el 67% lo hizo en la dirección que mostraba la investigación sobre el sesgo de encuadre publicada en Science en 1981.

Hay varias posibles explicaciones a esta divergencia. En primer lugar, una puramente metodológica: las investigaciones de Kahneman y Tversky se basaban en encuestas realizadas a muestras diferentes, de tal forma que un grupo sólo tenía que decidir sobre una estrategia con encuadre positivo o aleatoriedad y el otro decidía sobre la misma estrategia con encuadre negativo o la estrategia más aleatoria. En este caso, y pese a que ambas preguntas no iban seguidas una después de la otra y no estaban formuladas exactamente de la misma forma, con el objetivo de minimizar la asociación entre preguntas que podría llevar a cabo el encuestado, la muestra es la misma.

En segundo lugar, no debemos pasar por alto el trasfondo de la pregunta, en el sentido de que las pérdidas son irrecuperables si hablamos de vidas humanas, y no así en el caso de acciones (aunque puedan comprometer la cuenta de pérdidas y ganancias de un gestor durante un ejercicio económico) que pueden recuperar el valor con el paso del tiempo. Es evidente que un gestor está acostumbrado a sufrir pérdidas en sus acciones con mayor frecuencia que una persona normal que afronta una muerte. Tampoco podemos pasar por alto que, a nivel de formación en estadística y razonamiento verbal, la muestra de los participantes del ICII es muy superior a la media de la población, por lo que muchos de ellos probablemente detectaron que se trataba de preguntas equivalentes, pese a que el enunciado había variado.

En definitiva, y a falta de un análisis más exhaustivo, parece que el sesgo de encuadre se mitiga cuando se presentan situaciones de hecho más cercanas a la realidad de un encuestado con formación relevante en el tema, en las que éste se siente más cómodo y que ya ha podido incluso experimentar en la realidad.

Puede acceder a la encuesta de abril en el siguiente enlace.

Puede participar ya en la encuesta de abril a través del siguiente enlace. El plazo para contestar expira el viernes 21 de abril. 

Referencias

Tversky, A., Kahneman, D. (1981) The Framing of Decisions and the Psychology of Choice. Science Vol. 211. Enero.