TRIBUNA de Henderson Global Investors
En febrero de 2014, Verizon completó la compra de la participación del 45% de Vodafone en Verizon Wireless por 130.000 millones de dólares, en lo que fue la tercera mayor operación de la historia empresarial. El acuerdo, inicialmente apalabrado en septiembre de 2013, supuso un regalo inesperado para los accionistas. A pesar de este emblemático acuerdo, muchos inversores siguen estando preocupados por la ausencia del tan esperado repunte de la inversión en inmovilizado en Europa.
La prudencia a la hora de invertir en inmovilizado refleja la incertidumbre económica
La corrección de mercado a corto plazo de enero no resultó sorprendente: reflejó la continua incertidumbre sobre la salud de la economía mundial y el reajuste de las valoraciones, que se están precipitando ligeramente. La temporada de resultados en Europa también ilustra la prudencia actual, con unas perspectivas más bien débiles. Sin embargo, no se trata de algo poco habitual cuando las empresas tratan de gestionar las expectativas —muchos cínicos se remiten al hecho de que cuando se baja el listón, es más fácil cumplir los objetivos—, pero también refleja el realismo tras anteriores falsos amaneceres. Los ejecutivos de las empresas se mantendrán a la espera de que la creciente confianza de los consumidores se traduzca en una demanda interna real.
La inversión en inmovilizado de las empresas ha sido el eslabón perdido para la recuperación de la región, ya que el sector privado se centró inicialmente en la reducción de costes y en compensar a los inversores a través de recompras de acciones y aumentos de dividendos. Mientras tanto, la liquidez en los balances de las empresas se ha disparado. A pesar de que las empresas más grandes de Europa cuentan con una munición financiera considerable a su disposición, los temores sobre las medidas de austeridad, el alto nivel de desempleo y la incertidumbre política constituyen un sólido motivo para acumular el efectivo como medida de precaución.
Las compañías por fin comienzan a mirar más allá de los recortes
Las incipientes señales sobre la recuperación europea son esperanzadoras, ¿pero cuál es su grado de fortaleza? El Gráfico 1 nos da una idea de la situación basándose en datos de una encuesta recientemente realizada por la Comisión Europea, que solicitó a las empresas que especificaran cómo pretendían asignar su inversión en inmovilizado durante 2014.
El mayor cambio en la planificación de la inversión en inmovilizado ha sido el alejamiento de la «racionalización» (la inversión dedicada a reducir los costes de producción generales). Esto sugiere que la fase de recorte de gastos del ciclo está llegando a su fin. Por el contrario, las empresas están asignando efectivo a la «sustitución» para tratar de renovar o sustituir su inmovilizado obsoleto. Teniendo en cuenta la falta de inversión a la que hemos asistido en los últimos años, parece una evolución lógica y demuestra que estamos ante una bienvenida recuperación de la confianza en el mercado empresarial europeo.
Las empresas más pequeñas son el objetivo de las adquisiciones selectivas
Las empresas también empiezan a prestar atención a la expansión, en un momento en el que la inversión en inmovilizado prevista, alcanza la mayor proporción de asignación de capital general desde 2008. En parte, esto puede estar relacionado con las fusiones y adquisiciones que las empresas habían puesto en suspenso, pero ahora que muchas empresas esperan aumentar beneficios en 2014, esto debería ayudar a mantener el interés.
Por ahora, las pruebas demuestran que los equipos de gestión siguen siendo muy selectivos en lo que a fusiones y adquisiciones se refiere (ver Gráfico 2). Los peces gordos aún están hambrientos de presas fáciles, en vez de intentar hacerse con grandes acuerdos transformacionales. En 2013, la mayoría de los acuerdos se centraron en el extremo más pequeña de la escala de capitalización bursátil. Tan sólo el 7,4% de los acuerdos por empresas que excedían los 1.000 millones de euros superaron el umbral de los 10.000 millones de euros en 2013, mientras que el 86,2% se trataba de pequeñas empresas con una capitalización bursátil de entre 1.000 millones y 5.000 millones de euros.
En cuanto al tamaño de la operaciones de fusiones y adquisiciones, esto corresponde a 161.000 millones de euros invertidos en empresas con un valor superior a los 10.000 millones de euros, frente a los 202.000 millones de euros invertidos en empresas con una capitalización de mercado de entre 1.000-5.000 millones de euros, además de otros 236.000 millones de euros en empresas con una capitalización de mercado por debajo del umbral de los 1.000 millones de euros. Los datos sugieren que las empresas se están centrando en adquisiciones de un coste relativamente bajo, que esperan aumenten de forma inmediata el valor de sus operaciones actuales, en vez de oportunidades de alto perfil. El alto coste no es lo único que provoca que los ejecutivos huyan de acuerdos de mayor magnitud, sino también el riesgo operativo: por naturaleza, los acuerdos de mayor calibre son más exigentes en términos de análisis de coste/beneficio.
Es importante recordar que la clave es el gasto disciplinado que genera retornos positivos sobre la inversión. Algunas empresas deberían seguir centrados en políticas prudentes de recortes de gastos, especialmente en los sectores de los recursos básicos y petróleo y gas, donde las grandes petroleras han invertido grandes cantidades en exploración y otros trabajos de desarrollo. No obstante, otras empresas europeas cuentan con grandes reservas de efectivo y quieren gastarlo para crecer.
Puede que la renta variable europea ya no presente unos precios tan atractivos como a mediados de 2012, pero aún tiene margen para avanzar. Las economías europeas van rezagadas en el ciclo económico con respecto a Estados Unidos, lo que sugiere que existe potencial de crecimiento tanto para la demanda como para los beneficios en el mercado interno. Además, la ausencia de una recuperación real en la actividad de fusiones y adquisiciones en Europa, por ahora, apoya la teoría de que la renta variable aún no ha alcanzado su punto álgido en el ciclo actual.