Inversión ESG en la gestión pasiva: ¡atención a la letra pequeña!

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TRIBUNA de Ovidiu Patrascu, analista de inversión sostenible. Comentario patrocinado por Schroders.

Cada vez son más voces las que hablan de inversión sostenible, como prueba está la dimensión que está adquiriendo en la industria: en esta última década, los fondos con criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) consiguieron captar casi 3.000 millones de dólares. Sin embargo, desde Schroders observamos con preocupación que la mitad de esos flujos han recalado en fondos de gestión pasiva (ETF). Y es que los ETF cumplen con dos de las principales prioridades que tienen actualmente los inversores: comisiones reducidas y criterios ESG. Pero la pregunta es ¿ofrecen los resultados esperados en materia de rentabilidad o sostenibilidad?

Un ETF se estructura en base a parámetros objetivos como la capitalización bursátil, por el contrario, los indicadores ESG son resultado de una serie de opiniones y análisis que pueden variar de forma significativa y llevar a conclusiones muy diferentes. Estas diferentes visiones son valiosas para los gestores de fondos cuando quieren entender mejor los negocios que podrían tener en cuenta a la hora de invertir, y en concreto para invertir de manera sostenible. Sin embargo, no tendría mucho sentido que solo tuviesen en cuenta el informe de un solo banco a la hora de formarse una opinión definitiva sobre la idoneidad de un título, y aún tendría menos sentido hacerlo si no comprendiesen totalmente el proceso de análisis de esa entidad, las bases de sus conclusiones o los resultados que deberían generar sus recomendaciones. ¿Verdad?

Llevar a cabo estos análisis resulta caro y para un producto pasivo de bajo coste una opción barata es recurrir a las calificaciones ESG suministradas por proveedores de datos como MSCI, Sustainalytics y Thomson Reuters. Esta operativa pone en entredicho la aparente transparencia que muestran los fondos de gestión pasiva y la reducen a algo superficial ya que se observa una sorprendente falta de información sobre el proceso que utilizan estos fondos para tener en cuenta los factores ESG. La mayoría de ellos recurren únicamente a un solo proveedor externo de puntuaciones ESG que, por lo general, se centran en las políticas y los niveles de información pública disponible más básicos, datos que no guardan relación con la rentabilidad de la inversión y/o acontecimientos negativos del pasado y cuentan con una escasa capacidad predictiva. De esta manera, la mayoría de los datos con los que se generan las calificaciones están relacionado con las políticas empresariales, en lugar de con parámetros de rentabilidad tangibles.

Estas deficiencias quedan reflejadas en la falta de homogeneidad de las puntuaciones ESG entre los principales proveedores de datos. Si tomamos como referencia todos los títulos del MSCI ACWI y analizamos el grado de coincidencia de las calificaciones ESG de los tres proveedores de datos principales para cada empresa, así como entre las tres categorías ESG (medio ambiente, social y gobierno corporativo), observamos que el nivel de coincidencia entre las calificaciones de los distintos proveedores es sorprendentemente reducido (ver gráfico de la izquierda). Los resultados son parecidos si calculamos el grado de correlación entre las calificaciones de cada criterio ESG en las empresas (segundo gráfico).

Las calificaciones ESG muestran una escasa coincidencia

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La falta de homogeneidad resulta preocupante

La disparidad de las opiniones respecto de la solidez que muestra una empresa en términos medioambientales, sociales o de gobierno corporativo implica que los inversores que buscan invertir en firmas que destaquen en materia de ESG recibirán respuestas muy diferentes en función del proveedor de calificaciones al que recurran. Dado que la mayoría de los procesos de gestión pasiva descartan a las empresas con bajas puntuaciones ESG, las carteras que se construyen utilizando sistemas de calificación diversos probablemente alberguen títulos radicalmente diferentes. Esta falta de coherencia suscita importantes preguntas sobre cómo se filtran y excluyen las empresas más deficientes y tiene implicaciones para la fase de cribado del proceso de estructuración de carteras. Del mismo modo, muchos inversores asignan capital a fondos ESG porque consideran que sus gestores sabrán administrar mejor las empresas en las que invierten. Desafortunadamente, resulta muy complicado implicarse de forma eficiente en las empresas e impulsar el cambio utilizando procesos mecánicos.

Desde Schroders consideramos que este aspecto es menos problemático para una firma de gestión activa, que cuenta con especialistas tanto del sector económico como en el área de ESG y donde las reuniones periódicas con el equipo directivo pueden complementarse con acciones que tengan un impacto concreto en las cuestiones corporativas, medioambientales y sociales.

En nuestra opinión, las expectativas de sostenibilidad de los inversores se atienden mejor cuando integramos el saber hacer en el ámbito ESG en soluciones de inversión activa diseñadas para abordar las cuestiones ESG más importantes, tanto a escala de empresas concretas como de construcción de la cartera. Así, el gestor de la cartera debería ser capaz de utilizar su experiencia para intentar que se apliquen medidas concretas en las empresas a lo largo de todo el ciclo de inversión con el objeto de mejorar la rentabilidad para los inversores.