La gran mayoría de artículos que circulan sobre finanzas islámicas destaca su gran potencial basándose en la diferencia entre el peso relativo que éstas tienen sobre las finanzas globales (un uno por ciento) y el que la población musulmana tiene sobre la población mundial (un cuarto). Para hacer honor a la verdad, ese potencial se ha traducido en un notable crecimiento en los últimos años, sobre todo en el caso de los Sukuk, el equivalente al bono en las finanzas islámicas, pero no tanto en el caso de otros instrumentos, como por ejemplo, los fondos de inversión islámicos.
En este artículo trataremos de explicar qué aspectos impiden un mayor desarrollo de la industria.
Para empezar, las finanzas islámicas adolecen de falta de homogeneidad de criterio cuando se trata de determinar qué cumple con la ley “Shariah” y qué no. Para que una inversión sea “shariah-compliant” debe ser certificada por un comité de expertos (normalmente cada institución, ya sea una gestora un banco o una aseguradora tiene su propio comité) compuesto por “Sharia Scholars” (académicos que deben tener un profundo conocimiento, tanto de la ley Islámica como de finanzas) que determina que todas las actividades en las que invierte el vehículo así como las transacciones que el mismo efectúa, están de acuerdo a los principios islámicos. Una vez el comité se pone de acuerdo, emite una Fatwa o pronunciamiento legal en el Islam, que certifica la purificación del producto. Pues bien, uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos es que si este producto, por ejemplo un fondo de inversión, se va a distribuir a través de terceras entidades, cada una de ellas contará con su propio comité de académicos, que a su vez deberán determinar su conformidad con la Fatwa emitida por la gestora.
Los dos mayores centros de finanzas islámicas a día de hoy, Malasia y los países del Golfo , tienen una manera muy distinta de interpretar la ley islámica y es muy frecuente que lo que para una escuela sea considerado “Shariah”, no lo sea para la otra, en este caso Malasia suele ser un poco mas vanguardista.
Es ilustrativo el siguiente ejemplo que situaremos en la zona gris o de libre interpretación (Ijtihad): la ley islámica tiene prohibida cualquier inversión en compañías que tengan centrado su negocio en la producción o venta de carne de cerdo, alcohol, tabaco, pornografía, juego, servicios financieros e industria armamentística. Sin embargo en el caso de esta última, la ley islámica aclara que las armas son necesarias para garantizar la seguridad de los ciudadanos de un país y el funcionamiento del Estado, por lo que muchos académicos consideran que no todas las empresas armamentísticas se sitúan fuera de la ley.
Otro de los aspectos más complejos de abordar son los ratios financieros que determinan si una determinada acción o empresa cotizada puede o no ser considerada halal (aceptable por la ley islámica). Estos ratios actúan como filtros, ya que entre otras cosas, prohíbe invertir en empresas excesivamente endeudadas, sin embargo a la hora de hacer una gestión activa, como puede ser el caso de un fondo de inversión, supone un quebradero de cabeza para el gestor ya que la publicación de resultados de las compañías hace que este ratio deba actualizarse y monitorizarse continuamente.
En los últimos años tanto estos aspectos como otros muchos han mejorado significativamente y a día de hoy se calcula que la industria tiene un tamaño de cerca de 2 trillones de dólares americanos. El universo de inversión se expande gracias a la aparición de ETF islámicos, productos estructurados, planes de ahorro e inversión a través de aseguradoras islámicas (Takaful), que se unen a las ‘hipotecas islámicas’ (donde es el banco el que compra el activo directamente, en este caso la vivienda, en lugar de prestar el dinero a cambio de una cuota fija mensual hasta completar el precio de la vivienda) y los mencionados anteriormente Sukuk, para completar una oferta de productos que sea complementaria a la convencional.
Según un estudio sobre banca islámica de la firma de consultoría de alta dirección McKinsey & Co., un 50% de los encuestados, en los países donde la banca islámica está más desarrollada, preferiría un producto islámico frente a uno convencional sin llegar a sacrificar rentabilidad, por lo tanto, aunque el reto es considerable, la recompensa en el medio y largo plazo puede ser muy atractiva para aquellos jugadores que quieran aumentar su cifra de negocio.