Al oír a las élites de hoy cómo repiten a todos aquellos que quieran escucharles que la construcción de Europa se ha hecho «al revés» o que el Tratado de Lisboa de 1997 que ratificaba la creación del euro no debió haberse firmado sin la adopción de un mayor gobierno político –los Estados Unidos de Europa para algunos o una forma de federalismo para otros –, uno podría cuestionarse la competencia de nuestras élites de ayer. En todo caso, los criterios económicos y financieros del Tratado de Maastricht de 1992 tenían que superar el marco de intenciones más o menos sancionables para constituir unas salvaguardas coercitivas.
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