La figura del consultor en el asesoramiento en materia de inversiones

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imagen cedida

La figura del consultor está ligada, de manera demasiado frecuente, a la de un mero revisor del desempeño de la gestora. Sin desmerecer ese papel, y con la importancia que éste conlleva desde una perspectiva de control independiente del desempeño, cabe destacar la falta de comprensión de esta figura en nuestro país (cuando en otros países el regulador la considera incluso obligatoria).

En España el asesoramiento en materia de inversiones es como las muestras de colonia, “o te las regalan, o realmente no tiene sentido pagar por ellas”. De esta manera, nos encontramos con una situación en la que aquél que ofrece el asesoramiento es el mismo que el que te vende el producto, y por tanto, la importancia de la independencia en el asesoramiento se tira por la borda, porque hay que pagar por él.

La realidad es que el dicho popular: “lo barato sale caro”, en demasiadas ocasiones es el pan de cada día, y sin intención de ser hipócrita, pero si al menos crítico, creo que deberíamos mirar más allá de nuestro propio ombligo y evaluar alternativas.
Estas alternativas pueden pasar, por ejemplo, por contar con la figura de un consultor que:

1. Revise la estrategia de la gestora de forma independiente, no con el fin de sacarle taras, sino con el objetivo de evaluar si el cliente (la Comisión de Control) ha entendido correctamente lo que dicha estrategia puede llegar a significar en términos de rentabilidad a esperar de dicha estrategia, y el riesgo que la misma conlleva. Así se puede evaluar qué probabilidad hay de que la estrategia propuesta sea capaz de alcanzar los objetivos marcados.

2. Incluso que proponga activamente la revisión de principios de inversión que se dan por hecho, como que la gestión activa es siempre mejor que la gestión pasiva.

3. O que proponga políticas de actuación concretas para que la gestora tenga un camino claro a seguir ante situaciones complicadas en base a las preferencias de la Comisión de Control y su conocimiento del colectivo. Pero por supuesto, estas propuestas deben llegar antes de que los acontecimientos ocurran.

Si nadie nos reta, no hay posibilidad de mejora. Cuando el asesor asesora y el gestor gestiona se separan las funciones/responsabilidades de forma natural y se obtiene un equilibrio de confianza que no existe en la ausencia de una figura independiente que no tiene más interés que el beneficio de los partícipes. Además, y continuando con los dichos populares, “cuatro ojos ven más que dos”, y por ello en muchas ocasiones un asesor independiente es capaz de proponer soluciones alternativas a problemas al ver las cosas desde una perspectiva totalmente distinta.

El coste de asesoramiento es necesario para evitar la picaresca y la búsqueda del engaño a la hora de ganarse la vida, y cuanto antes aceptemos que hay que pagar por aquello que nos hace mejores y nos aporta más de lo que cuesta, antes podremos disfrutar de la tranquilidad y el equilibrio que ello conlleva.