TRIBUNA de Gonzalo Rengifo, director general de Pictet AM en Iberia y Latinoamérica.
Sentirse bien con tus inversiones puede tener un coste, como lo pone de manifiesto la menor rentabilidad del índice FTSE4GOOD en relación con el FTSE mundial en diez años de noviembre de 2001 a 2012. Sin embargo “invertir en el mal” puede ser más rentable, como en el caso del conocido “fondo del vicio”, Vice Fund, respecto al índice S&P 500 entre septiembre de 2002 y septiembre de 2012.
Pero se da la circunstancia de que los inversores socialmente responsables, además de rentabilidad financiera, están interesados en el menor riesgo asociado a dimensiones extra-financieras de las empresas en las que invierten, factores de sostenibilidad ASG (Ambiental, Social y Gobierno Corporativo), que hace a las compañías más resistentes a choques y más atractivas a largo plazo. De hecho es posible crear valor restringiendo el universo de inversión a empresas de sostenibilidad superior, “los mejores de su clase”, líderes en sus respectivos sectores. Así, a partir del índice MSCI Europe es posible llevar a cabo una evaluación cuantitativa de impacto respecto a factores más relevantes para cada sector (generalmente huella de CO2 y creación neta de empleos), excluyendo empresas que no alcancen mínimos y las involucradas en actividades controvertidas si representan más del 5% de la facturación.
Además, para que esta inversión sea verdaderamente sostenible, hay que incluir factores de sostenibilidad financiera. Estos, en contraste con los del análisis financiero convencional a corto plazo, están orientados hacia la supervivencia a largo plazo de la empresa y pueden contribuir a la estabilidad de los mercados y a que la economía esté mejor capacitada para resistir choques. Es el caso de la estabilidad del crecimiento, nivel de endeudamiento y riesgo sistémico.
En este sentido, a pesar de que, en teoría, las empresas con mayor crecimiento deben generar mayor rentabilidad, resulta que entre las mayores acciones globales, de 1991-2011, la rentabilidad anual fue del 11% en el grupo de menor crecimiento de los activos, frente al 6,5% del grupo de mayor crecimiento. Además, las empresas con mayor deuda/recursos propios se comportaron peor. Hay que tener en cuenta que un mayor apalancamiento hace más volátiles los beneficios y las cotizaciones -especialmente en un entorno de recesión- e incrementan la posibilidad de bancarrota. A ello se añade que, aunque los inversores deban ser recompensados en proporción al riesgo sistemático que asumen, se da la circunstancia de que entre empresas globales, en carteras equiponderadas cada seis meses, las de mayor riesgo sistémico generaron menor rentabilidad en ese periodo que sus pares más defensivos.
De hecho, las empresas financieramente insostenibles no sobreviven a las crisis o lo hacen con enormes costes financieros o estratégicos, a diferencia de las financieramente sostenibles, que aprovechan las oportunidades y a largo plazo se comportan mejor como grupo. Tienen balances más pequeños, menos apalancamiento operativo y crecen orgánicamente de manera constante, no mediante adquisiciones –que pueden conducir a recortes de empleos o fricciones y a ocupar tiempo y capacidad de gestión-. Además contratan personal gradualmente y se abstienen de actividades de alto riesgo, pues sus accionistas están informados y son activos.
Estas empresas, incluidas en nuestra cartera europea sostenible, comparado con las del índice MSCI Europe, emiten menos CO2, consumen menos materias primas, usan menos agua y están menos multadas por asuntos ambientales. Socialmente cuentan con mayor proporción de mujeres directivas, menos accidentes mortales, menor rotación de empleados y menos anuncios de despidos. Además, cuentan con altos estándares éticos y buena reputación, clave para acceder a nuevos mercados. De hecho, la diferenciación de su marca y producto incluye cada vez más características ambientales, en productos de consumo y bienes de capital.
A ello se añade que las empresas de mejor sostenibilidad atraen talento; personal más motivado y productivo y menor rotación. Su buena gobernabilidad reduce riesgos, asegura el cumplimiento legal y facilita una financiación adecuada en los mercados de capitales. En materia de gobernanza han firmado el acuerdo de sostenibilidad Global Compact de Naciones Unidas, sus accionistas tienen derecho a votar sobre remuneración de directivos y tienen menores gastos por litigios. En suma, son más competitivas, resistentes y eficientes y tienen mejores márgenes.
De hecho, estas empresas de mejor sostenibilidad representan actividades económicas que pueden satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de satisfacer sus propias necesidades a las generaciones futuras.