¿Por qué deberíamos aumentar tanto el peso de la renta fija privada como de la renta variable de nuestra cartera?

Los malos datos macroeconómicos presentados por la mayoría de países desarrollados, la crisis del sector inmobiliario en el mundo y la quiebra e intervención parcial o total del Estado en un elevado número de importantísimas entidades financieras en los países de mayor poderío económico ha provocado, en mi opinión, la mayor “pájara” en el comportamiento de los inversores de los últimos cincuenta años.

Los inversores tanto individuales como institucionales han huido masivamente hacia la seguridad de los activos del Tesoro provocando lo que será muy probablemente la mayor burbuja de la historia de los mercados de Deuda Pública.

Los Estados necesitan financiación pues deben estimular la economía por un lado y recapitalizar el sistema financiero por otro. Una demanda desmesurada de sus activos les permite financiarse tanto en el corto como en el largo plazo a unos costes que nunca habrían soñado.

Los mercados tanto de renta fija privada como bursátiles han sido barridos por este “tsunami estatal”.

Las dudas que se han generado sobre la solvencia de las entidades financieras han provocado que el coste de sus emisiones de renta fija, que se establece con un diferencial sobre el tipo de la deuda pública y que tradicionalmente se situaba en un 0,25% de media, haya aumentado hasta unos niveles jamás vistos, situándose de media en un 3,50%. Hasta que los Estados no han empezado a garantizar las nuevas emisiones, el mercado se había cerrado para estos emisores.

Este importantísimo aumento de los diferenciales de rentabilidad frente a la deuda pública experimentado por el sector financiero ha arrastrado, por valoración relativa, a todos los demás sectores que componen el mundo de la renta fija corporativa.

En la actualidad, la rentabilidad media de las emisiones de renta fija corporativa con duraciones 3-5 años y rating hasta BBB se sitúa en el 6,4% frente a un 2,6% de la deuda pública de la misma duración. Hoy el diferencial de rentabilidad es del 3,8% cuando hace tan sólo 2 años dicho diferencial se situaba en el 0,5%.

Los precios tan atractivos a los que cotiza la renta fija corporativa obliga, por valoración relativa, a que la bolsa se haya situado a unos niveles de valoración jamás vistos destrozando el tradicional modelo Greenspan que mide la evolución histórica del coste de la deuda pública de un país frente al PER de su bolsa de valores.

Cuanto menor es la rentabilidad de la deuda pública, y recuerdo que hoy está en mínimos históricos, menor rentabilidad se debe exigir a una compañía cotizada por lo que se debe aceptar un mayor PER.

En las bolsas, en contadas ocasiones, la rentabilidad de los 10 años anteriores ha sido negativa. La historia demuestra que estos casos siempre han coincidido con grandes oportunidades de inversión en bolsa, ya sea a 3 o a 10 años vista. Si la historia se repite, invertir ahora en Bolsa debe proporcionar en los próximos años una rentabilidad media anual de dos dígitos.

Me gustaría acabar con una reflexión sobre el comportamiento inversor. ¿En el posible caso de que el precio de su vivienda retrocediera un 50% usted vendería su piso o aprovecharía para comprar uno mayor? De igual manera deberíamos comportarnos con nuestras inversiones financieras, tanto en renta fija como variable.