Sesgos que condicionan al invertir y como combatirlos en tiempos de volatilidad

Juan Manuel Mier_noticia
Firma: cedida (BBVA AM).

TRIBUNA de Juan Manuel Mier, Equipo de Negocio Institucional, BBVA AM. Comentario patrocinado por BBVA Asset Management.

La economía del comportamiento (behavioral economics) estudia cómo los factores psicológicos, sociales y cognitivos afectan en las decisiones económicas que tomamos las personas. Las finanzas conductuales, rama de la economía del comportamiento, nos muestra que las personas somos mucho menos racionales de lo que pensamos. Estamos condicionados por sesgos inconscientes, y utilizamos atajos para tomar las distintas decisiones a las que nos enfrentamos cada día. Estos sesgos producen que nuestras decisiones se basen en la emoción, en lugar de en un proceso racional de toma de decisiones.

Los sesgos emocionales que más nos condicionan a la hora de invertir son la aversión a las perdidas, el exceso de confianza, la ilusión de control, el anclaje, y la conservación. Los vemos.

Nuestro miedo o aversión a las perdidas

El sesgo de aversión a las perdidas consiste en la tendencia que tenemos todos a tener más en cuenta una pérdida que una ganancia de la misma magnitud. Los profesores Kahneman y Tversky llegaron a la conclusión de que una pérdida nos duele 2,5 veces más que el disfrute que experimentamos por una ganancia equivalente.

Los inversores con este tipo de comportamiento, valoran más el dinero que han perdido en el pasado que el dinero que se gastan en el futuro para recuperar la inversión. La principal consecuencia de este sesgo es que el inversor tiende a adoptar un perfil excesivamente conservador para evitar pérdidas, lo que le llevaría a la posibilidad de no alcanzar sus objetivos financieros. Un ejemplo de lo anterior sería invertir nuestro dinero en cuentas corrientes, depósitos o incluso en fondos de inversión excesivamente conservadores para el horizonte temporal al que invierte.

Dos variantes del sesgo de aversión a las pérdidas son el efecto reflejo y el efecto dotación. El sesgo de efecto reflejo implica que arriesgaremos más para recuperar un dinero que hemos perdido que para ganar esa misma cantidad de dinero. Debido al efecto dotación, valoramos más algo que ya es nuestro, por encima incluso de su valor o precio real. Las consecuencias de estos dos sesgos son las siguientes:

  • No seguir el principio de dejar crecer las ganancias y parar las pérdidas, y el de no vender mientras una acción sube, pero hacerlo rápidamente cuando cae, asumiendo las pérdidas una vez estas superan cierto umbral.
  • Aguantar una acción con pérdidas con la esperanza de que se recupere antes de reconocer la pérdida.

Nuestro exceso de confianza y nuestra ilusión de control

Tendemos a sobrevalorar nuestra capacidad intuitiva para razonar y hacer predicciones. Ello nos lleva a creer que tenemos más conocimientos o información que el resto para tomar las decisiones con más exactitud. Creemos que la probabilidad de fracaso de nuestras predicciones es menor, y damos más probabilidad a acertar que la posibilidad real.

A la hora de invertir, tendemos a infravalorar los riesgos de nuestras decisiones y a sobreestimar las ganancias que esperamos. El sesgo de exceso de confianza nos llevaría a realizar un exceso de compraventas de activos, con altos costes de transacción que reducen la rentabilidad, y a no tener nuestra cartera suficientemente diversificada.

En este sentido, internet ha jugado papel importante en el aumento de la confianza en la toma de decisiones, debido a la gran cantidad de información accesible. Pero, aunque se mejora la cultura financiera con internet, también aumenta el exceso de confianza llevando al inversor a tomar ciertas decisiones financieras sin los conocimientos necesarios. El caso de las criptomonedas, ha sido un ejemplo de sesgo de exceso de confianza y sus consecuencias.

Muy relacionado con el anterior, el sesgo de ilusión de control es la tendencia que tenemos de creer que podemos controlar o influir en resultados, en los que realmente no tenemos ninguna influencia. Aparece con mucha frecuencia en los juegos de azar, en relación a aquellas condiciones que el propio jugador no puede controlar, pero que acaba pensando que tiene control sobre la situación, cuando en realidad todo es azar. La ilusión de control es también muy habitual en inversiones.

La ilusión de control y el exceso de confianza hacen creer al inversor que cuenta con unas capacidades y margen de maniobra con el que ciertamente no cuenta:

  • El exceso de confianza provoca la infravaloración de los riesgos, no diversificar y realizar demasiadas operaciones, lo que puede producir lograr rentabilidades inferiores a las del mercado.
  • La ilusión de control también lleva a asumir riesgos superiores a los recomendables basándose en la creencia de la calidad de nuestro análisis, conduciendo a que el inversor no diversifique lo suficiente su cartera.

Nos anclamos al primer dato para tomar nuestras decisiones

El sesgo del anclaje consiste en tomar como referencia o base de una decisión la primera información recibida. Esa primera información nos ancla a un dato hasta convertirlo en la base del resto de razonamientos, aunque no estuviese para nada relacionado con la decisión. Ese dato al que nos anclamos puede ser el precio o a una característica de un producto.

El sesgo del anclaje, que es muy difícil de combatir, tiene una influencia relevante en materia de inversiones. El precio histórico de una acción o que tenía cuando entró la cartera de un inversor no tiene nada que ver con el que tiene actualmente, pero puede condicionar su decisión de mantenerla o venderla.  Al invertir es habitual tomar como referencia el precio pasado de una acción para determinar su potencial de revalorización futura (el precio pasado ejerce de ancla), pero no tiene por qué ser indicador de ese potencial. Por ejemplo, podría estar sobrevalorada en ese momento.

Muy vinculado con el anclaje está el sesgo de conservación. Consiste en la tendencia a dar más importancia al primer análisis, si ha sido positivo, y desestimar la nueva información que recibamos. Si ese primer análisis ha sido positivo, adaptaremos aquellos datos que no encajen con la teoría asumida (sesgo de la confirmación), y desestimaremos directamente los análisis negativos que hagamos gracias al sesgo de la conservación.

Cuando buscamos información, muchas veces lo hacemos atendiendo sólo a la que confirma nuestras opiniones. Podemos incluso distorsionar los nuevos datos para adaptarlos a las mismas. El sesgo de conservación es más fuerte cuanto más complicada sea de analizar y procesar la nueva información, activándose a la hora de tomar decisiones difíciles, como invertir o no en una acción, o comprar una casa.

El sesgo de conservación también es habitual en el mundo de la inversión. Por ejemplo, cuando se presenta en primer lugar la rentabilidad de un fondo de inversión y posteriormente no se consideran otros datos menos positivos como los riesgos asociados. La conservación está también vinculada con el llamado sesgo de status quo, es decir, el hecho de que se tome como punto de referencia la situación actual y cualquier cambio con respecto a la misma se percibe como una pérdida.

Cuando invertimos, ¿cómo evitar caer en estos sesgos?

Una solución óptima sería recurrir a asesoramiento especializado y a una buena diversificación de nuestra cartera con una correcta selección de activos. Por ejemplo, poniendo la inversión de nuestro ahorro en manos de gestoras expertas, a través de fondos de inversión.