Primero fue la gestión activa. Luego, la gestión pasiva. Y por último llegaron las estrategias de smart beta, que aplican los principios de la gestión pasiva pero enfatizan ciertos factores de inversión –como la baja volatilidad, el valor, la calidad, el tamaño o el momento– que, según sus defensores, les permiten obtener mejores resultados que la simple réplica de un índice.
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