Por qué la crisis del coronavirus hace que la acciones sean aún más atractivas que los bonos del gobierno: habla Klaus Kaldemorgen

Klaus Kaldemorgen (DWS)
Foto: Funds People

A menudo, hay una tenue línea entre el miedo y la esperanza. Aunque la caída de los precios de las acciones al principio del brote del coronavirus en Europa no fue la más fuerte en términos históricos, si fue la más rápida. En ocho días, el Dax se dejó casi un 33%. Tras un breve respiro, los precios subieron un 23% en sólo cinco días. Las bolsas de EE.UU. siguieron este patrón. “Operando con acciones, los inversores podían hacer más mal que bien durante esta etapa”, asegura en declaraciones a FundsPeople Klaus Kaldemorgen, gestor del DWS Concept Kaldemorgen, el único fondo que durante cinco años ha ostentado Sello FundsPeople con la  triple calificación: Favorito de los Analistas, Blockbuster y Consistente.

Medido por el MSCI World Index, desde principios de año las acciones han sufrido una pérdida de alrededor del 20%, significativamente menos que durante la crisis financiera entre junio de 2007 y marzo de 2009 y, durante el estallido de la burbuja tecnológica entre junio de 2001 y mayo de 2003. Ambos acontecimientos dieron lugar a pérdidas en el mercado de alrededor del 50%, calculado en euros e incluyendo dividendos. “Teniendo en cuenta que la economía se ha estancado en gran medida durante uno o dos meses, junto con considerables pérdidas de ingresos debido a la reducción de la jornada laboral y el desempleo, las pérdidas que los accionistas han tenido que pagar como tributo a la crisis del Covid-19 hasta ahora parecen bastante pequeñas”, asegura el reputado gestor alemán.

En su opinión, esto se debe al hecho de que muchos países están absorbiendo los costes y las pérdidas de ingresos con déficits presupuestarios de una magnitud sin precedentes. “Esto puede justificarse, ya que esta vez no se trata de una crisis autoinfligida de la economía o de los mercados de capitales, sino de un caso de fuerza mayor. En consecuencia, los estados intervienen mutualizando los daños en forma de deuda para minimizar las consecuencias negativas para particulares y empresas. Sin embargo, las medidas de rescate no se financian a través del libre mercado de capitales, sino a través de los grandes bancos centrales como la Reserva Federal, el BCE o el Banco de Japón. Ellos compran la deuda, en el caso de EE.UU. incluso ilimitada, y así imprimen dinero”.

Para Kaldemorgen, esto ayuda a evitar los problemas de liquidez y hace posible que la deuda pública explote con la caída de los tipos de interés. “Probablemente no hay alternativa a este enfoque de EE.UU., pero debe quedar claro que tendremos que soportar riesgos considerables en el futuro”.

El siguiente escenario que ve el gestor es probable: el nivel de la deuda nacional aumenta masivamente en relación con el PIB. “Sin un apoyo sostenido de los bancos centrales, los tipos de interés aumentarían entonces hasta un punto que pondría en duda la sostenibilidad de la deuda de los estados. Para evitar esto, los bancos centrales mantienen los tipos de interés cerca de cero comprando bonos del Estado. Esto no sería tan malo si la inflación se mantuviera en el bajo nivel actual. Sin embargo, si la inflación se acelerara, los bancos centrales tendrían las manos atadas. Porque un aumento de los tipos de interés no sólo llevaría a las economías a una severa recesión, sino que también pondría en duda la sostenibilidad de la deuda de los estados”.

En este escenario, un recorte de la deuda supondría una amenaza para la estabilidad monetaria, ya que el dinero está esencialmente cubierto por la deuda pública adquirida por los bancos centrales. Por ello, según Kaldemorgen, el dinero y la deuda pública son dos caras de la misma moneda.

Para los inversores esto querría decir que los bonos del Estado, especialmente los que tienen vencimientos más largos, no son una herramienta adecuada para invertir en activos. “Esto no significa que los bonos gubernamentales de corto plazo, por ejemplo, de Estados Unidos o de Alemania, no tengan todavía su calidad de reservas de liquidez. La estabilidad del dinero como reflejo de la deuda pública debería ser medida en el futuro por los inversores principalmente en términos del valor equivalente en oro, ya que el metal amarillo es un activo valioso independiente de la deuda y en gran medida estable en la cantidad disponible y, al menos en el pasado, también fue considerado por los bancos centrales como una parte importante de la cobertura del dinero”.

En el entorno actual, Kaldemorgen considera interesante observar que algunos bancos centrales, sobre todo el Banco Nacional Suizo y el Banco de Japón, están adoptando una vía alternativa para financiar la deuda pública, lo que al menos reduce los riesgos para la estabilidad monetaria. Además de los bonos, también están comprando acciones de empresas. “Y las empresas son activos productivos, aunque su deuda haya aumentado más en los últimos años. Como fuente de riqueza para cualquier estado, generan ingresos y prosperidad. Incluso si sufren pérdidas en la crisis actual, son la sustancia para un futuro ascenso. La relativa fortaleza del franco suizo y del yen parece respaldar la estrategia de los dos bancos centrales”.

A su juicio, los inversores deberían aprovechar la caída de los precios de las acciones durante la crisis del coronavirus como una oportunidad y hacer lo mismo que los bancos centrales de Japón y Suiza. “Mientras que las empresas crean valor añadido, los bonos del Estado son activos en los que no sólo se es acreedor y deudor al mismo tiempo, sino que ni siquiera se remunera con el pago de intereses”, concluye el gestor de DWS.