Las caídas de las últimas semanas han desencadenado una avalancha de alertas sobre la fase final del ciclo y la necesidad de preparar las carteras para ello. Pero, ¿de verdad soportan los datos esa postura tan defensiva?
Las caídas de las últimas semanas han desencadenado una avalancha de alertas sobre la fase final del ciclo y la necesidad de preparar las carteras para ello. Pero, ¿de verdad soportan los datos esa postura tan defensiva? Desde DWS han realizado un estudio de los últimos ciclos económicos y la evolución del mercado en ese periodo. Aunque definitivamente la primera fase de recuperación ha quedado atrás, no está tan claro que estemos en la fase final.
Las bolsas globales llevan subiendo sin grandes sobresaltos desde marzo de 2009: nueve años y medio. Así que es comprensible cierto nerviosismo. Pero se lleva alertando de un enfriamiento económico o un crash de los mercados prácticamente desde 2014.
Lo primero a definir es el concepto de ciclo económico. En teoría, un nuevo ciclo comienza después de una caída generalizada de precios de al menos el 20%, -es decir, de un mercado bajista- y acaba cuando esa corrección toca fondo. En la práctica, en cambio, no ha demostrado ser un indicador fiable ni una consecuencia definitiva de una desaceleración. Un claro ejemplo es el crash de 1987. En octubre de ese año las bolsas americanas se desplomaron más del 38% en menos de tres semanas. La macroeconomía, en cambio, siguió robusta. Las caídas tampoco se extendieron a otras clases de activos ya que la curva del Tesoro no se invirtió.
El modelo de ciclo de DWS y lo que implica
Por ello, desde DWS se propusieron analizar si entre las diversas clases de activos existía un patrón de comportamiento a lo largo de los ciclos económicos. Esto plantea un primer problema, ya que las series históricas de ciertos mercados, como de los bonos high yield, por ejemplo, solo se remontan a los años 80. Partiendo de esta limitación, analizaron tres ciclos económicos completos (agosto de 1982 a octubre de 1990; octubre de 1990 a octubre de 2002; y octubre de 2002 a marzo de 2009).
Un ciclo económico-mercado se puede dividir en cinco fases: la recuperación, la calma de medio-ciclo, la del boom, el fin de ciclo, y el mercado bajista (la corrección). El consenso general es que nos encontramos actualmente en la cuarta fase. Según el estudio de DWS, en este periodo la curva de deuda está plana o incluso invertida y hay dos características claras. La volatilidad comienza a incrementar y el entorno se complica para la deuda corporativa. La renta variable, en cambio, sigue haciéndolo bien y en muchos casos el rally solo termina tras un “finale furioso”, como lo determinan desde DWS. La bolsa global lo tiende a hacer mejor que la renta variable americana. Además, la literatura académica apunta a que las materias primas lo hacen mejor (con excepciones en el pasado) y el dólar se deprecia (lo que coincidiría con un periodo de subidas de tipos por parte de la Fed).
Como se aprecia en el anterior gráfico, que refleja el comportamiento del S&P 500 y del Tesoro americano a 10 años desde 1950, la renta variable toca techo entre 6 y 12 meses antes de una recesión y solo corrigen con fuerza seis meses antes de su inicio. “Eso implica que la transición entre la fase tardía del ciclo y el mercado bajista ocurre entre unos 6 y 12 meses antes del comienzo de una recesión”, explican. El Tesoro, en contraste, sube antes de una recesión y toca su máximos al inicio de la misma. La reacción de los mercados de en un mercado bajista se puede resumir como ventas masivas de manera generalizada.
¿En qué punto estamos?
El hecho de que el ciclo actual comenzase hace nueve años y medio sugiere que ya no estamos en la fase inicial del mismo, pero, ¿hay argumentos para determinar que estamos en la fase de fin de ciclo? Un indicador sería el empinamiento de la curva de deuda, pero aún hay un diferencial de unos 100 puntos básicos entre el 10 años y el 2 años estadounidense. En cuanto a la tasa de interés de fondos federales (Federal Funds Rate), esta sigue en negativo, muy lejos del 4% que suele alcanzar en la fase final de ciclo.
En el plano macroeconómico, un indicador muy estudiado es la diferencia entre la tasa de desempleo y la tasa de desempleo no aceleradora de la inflación (NAIRU, por sus siglas en inglés). En anteriores ciclos, al entrar en la fase final, la tasa de desempleo estaba aproximadamente medio punto porcentual por debajo del NAIRU. Este criterio, aplicado al mercado laboral estadounidense, sí se cumple.
Así las cosas, desde DWS concluyen que seguimos en la fase de “boom” económico, pero en un estado muy avanzado. Por lo tanto, aún habrá tiempo antes de que la última fase, la de la corrección, asome por el horizonte.
Dicho todo esto, el actual ciclo tiene sus propias características. Primero, por la reducción del endeudamiento del consumidor y, en parte, de la corporativa. Además, los bancos centrales han usado mecanismos poco convencionales y no existen datos históricos sobre su impacto o posibles efectos secundarios. “Además, también se han dado casos de un ciclo llegando abruptamente a su fin, como en momentos de estallido de una guerra o un fuerte repunte de los precios del crudo. La guerra comercial podría ser un ejemplo reciente que se viene a la mente”, apuntan desde DWS.
Este análisis tiene su base, pero los propios autores recuerdan que la historia rara vez se repite y siempre hay excepciones a la regla. “Un modelo cíclico nunca podrá reemplazar un análisis de los respectivos parámetros actuales, especialmente en la fase final”, concluyen.