Según Amundi, el ciclo de desapalancamiento de los estados durará varias décadas. De hecho, podría llevar aún más tiempo.
El alivio de la crisis de la deuda soberana y la recuperación de los mercados de renta variable y de crédito son claramente algo que celebrar. La ruptura de la relación entre recesión y estrés financiero da una nítida idea del impacto que ha tenido la intervención del BCE. Pero, ¿será ésta suficiente para revertir la tendencia y mitigar el riesgo de cara al largo plazo? Según Amundi, “no existe la seguridad de que esto vaya a ser así y, ciertamente, no lo será si no se lanzan mensajes y medidas más fuertes”. Pero, ¿qué debe ocurrir para que la crisis de deuda desaparezca?
“En repetidas ocasiones hemos subrayado que el objetivo es pasar de un estado de estrés, contagio y disensión política, a uno en el que exista un ambiente tranquilo en el que se pueda abordar la puesta en marcha de medidas estructurales que contribuyan a mejorar la situación de cara al largo plazo”. Para pasar de un estado a otro se necesitan, según la firma francesa, dos cosas ‘sine qua non’ resultaría imposible: el retorno de la confianza y marcar distancias con lo que supone el riesgo de insolvencia.
“El ciclo de desapalancamiento de los estados durará varias décadas. De hecho, podría requerir aún más tiempo. Un análisis de la evolución de la deuda japonesa o estadounidense revela que ésta puede aumentar muy rápidamente, tanto en términos absolutos como en porcentaje sobre el PIB. En este sentido, no hay ejemplos en la historia en los que se haya visto una rápida reducción de la deuda pública. Se dice que mientras ésta pueda ser fácilmente financiada, no hay ningún problema. Ahí está el ejemplo de Japón, con un ratio de deuda sobre el PIB del 250%”, señalan en Amundi.
Para la entidad gala, “el problema es el peso que la deuda tiene sobre el crecimiento económico”. Según explica, la acumulación de los déficits tiende a arrastrar el consumo. “El aumento de la deuda pública y el déficit crea el temor en el ciudadano de que los impuestos aumentarán, lo que a su vez pesa sobre el consumo (las familias prefieren ahorrar) y, por extensión, sobre el crecimiento. Esto, a su vez, debilita los ingresos fiscales y dificulta el equilibrio presupuestario”, afirman en la casa.
A pesar de que, según Amundi, esto no siempre es fácil de demostrar empíricamente, esta equivalencia bien podría jugar un papel en la situación actual. “Dicho de otro modo, es muy poco probable que los países europeos vuelvan rápidamente a una senda de alto crecimiento. De acuerdo con Moody’s, la resolución de la crisis de la deuda soberana está en curso, en tanto que parte del camino ya se ha recorrido dado que el 50% de las reformas estructurales que se necesitaban ya se han llevado a cabo. No obstante, los desequilibrios persistirán durante los próximos años”.
¿Qué puede hacer el BCE por ahora? Para Amundi, la autoridad monetaria “puede comprar bonos soberanos y mantener los tipos de interés bajos”. A su juicio, esto es tan obvio como inevitable. “Con una situación económica desesperada y una falta de entusiasmo por parte de los inversores, el tamaño de los fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) y del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM) es grande, pero no lo suficiente para resolver la crisis. Ello hace indispensable la acción del BCE. La diferencia es que ahora la autoridad monetaria no está sola, ya que se verá apoyada por los países que acepten las condiciones que se les imponen para tener derecho a la ayuda”.