El peor comienzo de año para el S&P 500 en seis años; el Nasdaq entrando en territorio de corrección. “Pocas veces ha habido tanta tensión en los mercados en esta época del año”, reconoce John Plassard, de Mirabaud AM. Las cifras que nos Plassard pintan una imagen cruda para las bolsas. Después de caer por cuarto día consecutivo el viernes, la bolsa sufrió su peor semana en casi dos años. En lo que va de enero, el S&P 500 ha tenido su peor comienzo desde 2016. Las acciones tecnológicas se vieron particularmente afectadas, con el índice compuesto Nasdaq cayendo más del 10% desde su último máximo, una caída que Wall Street describe como una corrección. “Pero eso no es todo”, recuerda el experto. El mercado de bonos también está en desorden.
¿A qué está reaccionando entonces el mercado? Rob Almeida, estratega de inversiones y gestor de MFS IM, cita dos cosas: tipos más altos y desaceleración del crecimiento. “El aumento de los tipos desinfla las valoraciones de todos los activos de riesgo”, explica. Al mismo tiempo, la desaceleración del crecimiento significa flujos de caja (beneficios) inferiores a los esperados, que corren el riesgo de ser decepcionantes a medida que aumentan los costes (como mano de obra, energía, tarifas).
Estamos ante un golpe de realidad. “Los mercados de acciones y bonos están siendo perturbados de su letargo de baja volatilidad por los bancos centrales que amenazan con eliminar la política monetaria ultralaxa”, describe Paul Brain, gestor de Newton (BNY Mellon IM). “Eventualmente, la amenaza de mayores costos de endeudamiento y el impacto a largo plazo en las ganancias debido a los mayores costos causados por la inflación está obligando a repensar las perspectivas de algunas empresas que cotizan en múltiplos de las ganancias actuales”, ve.
Sebastien Galy, responsable de estrategia macroeconómica de Nordea AM, también coincide en citar a la Fed como núcleo de esa volatilidad. En particular por la intensidad y el momento de la reducción del balance del banco central. Y añade otro problema creciente: las probabilidades de una guerra en Ucrania que podría conflagrar las tensiones en la región. “La señal de que el Reino Unido y los EE. UU. están evacuando al personal de su embajada se ve con cierta cautela”, comenta.
A esto se suma, además, que arrastramos los fantasmas del pasado. China fue un foco de preocupación el año pasado y en 2022 aún queda por evaluar la situación. “El poder económico de China es tan grande que incluso las oscilaciones más pequeñas de su trayectoria de crecimiento afectan a otros países de Asia”, subraya Peter Van der Welle, estratega de Robeco.
¿Es la geopolítica el primer cisne negro de 2022?
Bien podríamos estar ante nuestro primer cisne negro de 2022. Muchos tendrían en sus quinielas las tensiones geopolíticas que el conflicto con Rusia ha escalado con fuerza en cuestión de días.
Axel Botte, estratega global de Ostrum AM (Natixis IM), nos dibuja lo rápido de esa escalada. “La situación de Ucrania empeora hora a hora y pesa sobre los mercados de renta variable del Báltico y Finlandia por los informes sobre el envío de tropas a las bases de la OTAN allí. A su vez, Alemania se ha unido a EE.UU. advirtiendo a Rusia que se impondrían sanciones en caso de que Rusia invadiera Ucrania. Las entregas de gas de Rusia a Alemania son mínimas en la actualidad, lo que exacerba la desaceleración en la economía más grande de la zona del euro (junto con las restricciones de covid)”, resume.
“Si los EE. UU. predican con el aumento de los suministros de GNL a Europa, los intereses de los países de la OTAN se alinearían para una respuesta poderosa. La UE acaba de ampliar la financiación a Ucrania, otra señal de una oposición coordinada más fuerte a Rusia”, interpreta el experto.
En estas circunstancias, es poco probable que los precios del gas a corto plazo retrocedan definitivamente, ven desde EdRAM. Y si la cosa se pone fea, Chris Iggo, director de Inversiones de Core Investments de AXA IM, ve una huida hacia activos refugio. Según interpreta, los activos seguros se comportarían muy bien, la renta variable se hundiría debido a los riesgos para el crecimiento económico, y el dólar se dispararía frente al euro porque una guerra en Ucrania sería un problema práctico muy inmediato para Europa (refugiados, precios del gas natural aún más altos, la necesidad de una respuesta unida por parte de las naciones de la UE). “Pero la cosa se complicaría muy rápidamente en cuanto a la respuesta de Occidente, lo brutal que se volvería el conflicto, si Bielorrusia entraría en la contienda y qué sanciones o acciones financieras y económicas tomarían ambos bando", matiza.
Por qué preocupa tanto la Fed
Una subida de tipos en teoría no debería ser motivo de preocupación. Al fin y al cabo, es una señal de que la economía va por buen camino. El problema es cuando se aplica en la práctica.
Sobre los mercados vuela el fantasma de la última vez que la Reserva Federal Subió los tipos. En 2018 Jerome Powell subió los tipos y redujo el balance. “El resultado fue un año doloroso para todas las clases de activos. Los rendimientos de los bonos subieron y los precios de las acciones cayeron. El único lugar para esconderse ese año fue el efectivo”, rememora James Athey, director de Inversiones de Abrdn.
Pero lo que más preocupa a Athey es que este año puede ser aún más perturbador. Y es que ahora partimos de valoraciones más exigentes y con cambios en la política fiscal. “Y lo que es más importante: la inflación está avanzando a un ritmo que no habíamos experimentado desde finales de los años ochenta y principios de los noventa”, añade el experto.
A finales del año pasado muchos temían que la Fed pudiese cometer un error de política monetaria. Hay quien cree que ya ha fallado. “La gente me pregunta, ¿la Fed cometerá un error? Ya lo han hecho, tenemos una inflación del 7%. ¿Qué podría ser un error de política más grande que no responder a eso?”, resalta Richard Bernstein, consejero delegado de Richard Bernstein Advisors (RBA). Y Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM, coincide por completo con este sentimiento. Para él, el mayor riesgo actual es una inflación devastadora que afecte al gasto del consumidor cuando el crecimiento del empleo alcanza máximo. “El caso es que la inflación es un impuesto. El peor. El pecado original de los bancos centrales es ver la inflación en los precios de los activos como parte de la solución, a través del efecto riqueza y no como inflación”, sentencia.